El 8 de agosto de 1990, el primer ministro y titular de ministerio de Economía y Finanzas, Juan Carlos Hurtado Miller, anunciaba a través de las pantallas de televisión la decisión del gobierno de Alberto Fujimori, el conocido Fujishock, para controlar la hiperinflación y que (solo en) ese mes de agosto alcanzaría una tasa de 397%. La verdadera situación de la economía peruana hasta entonces estaba encubierta por un control de precios— de productos que comercializaban las empresas públicas— que disimulaba las altas tasas inflacionarias pero que sumergía al Estado en un déficit fiscal cada vez más agudo. La situación era insostenible porque no había cómo financiarlo.
En una época donde los bienes básicos de la canasta familiar estaban racionados— con el control de precios ninguna empresa tenía incentivos para producir lo suficiente para abastecer la demanda del mercado—, las largas colas por obtener gasolina o un kilo de arroz eran de nunca acabar. La especulación crecía por las distorsiones que generaban los subsidios al consumo y las altas presiones inflacionarias. Se empezaron a crear mercados negros de venta de los principales productos, de manera que las personas de menor ingreso sufrían de forma más severa la pérdida del poder adquisitivo de las remuneraciones, que según la memoria anual de 1990 del BCR, venían reduciéndose desde 1988.
“Yo creo que fue una medida acertada, los desequilibrios que existían eran demasiado fuertes, la situación fiscal estaba extremadamente deteriorada y los precios estaban distorsionados. El control de precios que había junto a otros factores, afectaba la economía, por ello, era imprescindible corregir todas estas distorsiones con un golpe como el que se dio”, sostiene Carlos Casas, decano de la facultad de economía y finanzas de la Universidad del Pacífico (UP).
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Por su parte, para Mirko Urljevic, profesor de economía del PAD, escuela de postgrado de la Universidad de Piura, el paquetazo era más que necesario. “Si me preguntas, esta medida era imperativa, Fujimori más que creer en un modelo nuevo, lo que no tenía era alternativa para hacer otra cosa. Con el respaldo de organismos externos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial recibe el financiamiento necesario vía préstamos, como era lógico, que le permitió aplicar una política de sinceramientos”, indica.
Con la eliminación de los subsidios al consumo de los precios y unas políticas estrictas de balance fiscal, junto a otras medidas económicas, la tasa promedio de inflación empezó a descender en los siguientes años de forma sostenida.En 1990, la inflación era de 7.481,7%, bajó a 409,5% en 1991 pasando a 73,5%, 48,6% y 23,7%, en los años 1992, 1993 y 1994, respectivamente.
¿CUÁL ERA EL ESTADO DE LA ECONOMÍA?En los años ochenta, la economía estaba basada en un programa heterodoxo, que consistía principalmente en congelar los precios y elevar los salarios para incrementar la demanda y reactivar la actividad productiva del país. La medida correctiva generaría crecimiento económico y por ende, más empleo. Sin embargo, el gobierno de Alan García usó las reservas internacionales para llevar a cabo el plan y así subir los salarios y financiar los subsidios de alimentos. Estas reservas se obtuvieron del recorte del pago de la deuda externa al 10% de las exportaciones.
Dicho anuncio le costó caro al Perú, ya que el FMI calificó al país como un “país no elegible” para recibir nuevos créditos. La devaluación del inti frente al dólar un año más tarde— antes, US$ 1 equivalía a 1 inti; más tarde, se necesitaba 175. 000 intis para obtener US$1—. Los subsidios estatales, el control de tipo de cambio, el incremento de los precios, la hiperinflación (en 1987 llegó a 114,5%) sumado a la estatización de la banca y otras medidas, hicieron entrar al Perú en una crisis.
Para 1990, casi todos los sectores registraron tasas negativas (agropecuario: -9,1%, minería: -4,6%, manufactura: -4,4% o pesca :-3,7%, por nombrar algunos ), excepto el de construcción (4,2%) asociado a la ejecución del proyecto Chavimochic. La tendencia recesiva se agudizó tras las medidas tomadas en agosto, y la demanda interna sufrió una fuerte contracción.
La Memoria Anual del BCR de 1990 indica que tras un registro de tres años consecutivos de caída en la producción del país, el PBI por habitante descendió a un nivel similar al del año 1960, alcanzando en los últimos cinco años una disminución acumulada del 20% en el indicador. “La venta de dólares se restringió y aparecieron los cambistas que hasta ahora tenemos, antes de esto no habían cambistas en las calles. Desde 1987 que empezó la crisis inflacionaria de Alan García aparecieron y junto a ellos, los mercados negros para los productos, las distorsiones eran insostenibles”, recuerda Casas.
En las finanzas públicas, el déficit económico fue de 231 billones de intis, monto equivalente al 3% del PBI. Ese año, el ratio fue inferior en 3% del producto frente al registrado en 1989 (el déficit alcanzó el 6,2% del PBI). La memoria anual de la entidad monetaria explica que tal recuperación se debió a que desde agosto se adoptaron medidas fiscales orientadas a incrementar los ingresos fiscales y se mantuvo una política restrictiva del gasto, lo que ocasionó que no se generaran presiones de financiamiento adicional a la entidad monetaria.
“El nivel de despilfarro en el sector público, contratando más personas de las necesarias para el funcionamiento de las empresas públicas, ocasionó la magnitud del déficit fiscal que se tenía, ante la imposibilidad de financiarlo. El camino más fácil era que el banco central emitiera dinero, esto es una distorsión total al sistema económico. Por otra parte, las expectativas del sector privado estaban destrozadas, por la falta de credibilidad del orden social y económico, esto deterioraba más el modelo”, afirma Urljevic.
¿CÓMO MEJORÓ LA ECONOMÍA? El inicio del programa de estabilización significó para el sector externo la unificación cambiaria en el mercado libre interbancario, finalizando así la aplicación de tipos de cambio diferenciados. Previamente existían cerca de 25 regímenes de tipo de cambio, el que se asignaba según el tipo de exportación.
Las reformas de los noventas para la economía empezaron junto a la disciplina del BCR. “Formalmente, desde abril de 1991, después del ”Fujishock“ empezaron [las reformas]. En agosto de 1990 se da el último crédito al gobierno. Hasta ese momento, el BCR le prestaba [al gobierno] para financiar sus déficit, [...] se decidía convertirlo en un crédito pagadero en 100 años a una tasa de interés de ¡0,1%! [...]. Entonces pudimos comenzar a hacer política como se hace en cualquier lado, operando con instrumentos de mercado”, explica Renzo Rossini, gerente general del BCR en una entrevista publicada en la Revista Moneda n° 147.
Asimismo, Henry Pease García en La autocracia fujimorista, explica que durante la estancia en el poder de Alberto Fujimori cae el Estado intervencionista diseñado por el gobierno de Velasco y sostenido durante la década de los ochenta. Es así que la relación política-economía se reconfigura y el dinamismo del sector privado gana terreno.
En 1993, tras la modificación de la ley orgánica del BCR, este inició su etapa de autonomía constitucional. Después de ganar su independencia operativa, pasó a tener una política que se sustentaba en operaciones de mercado (intervenciones para inyectar o reducir la liquidez de la economía, por ejemplo). “La finalidad esencial, léase exclusiva, del BCR es preservar la estabilidad monetaria”, se puede leer en el capítulo V, artículo 84º de la Constitución Política del Perú de 1993.
Según la memoria anual de 1990 del Banco, el cambio de rumbo dispuesto por las nuevas autoridades fue de largo alcance ya que se quitaron trabas al comercio exterior, tales como eliminar las exoneraciones de gravámenes a las importaciones o el subsidio tributario a las exportaciones no tradicionales, lo que permitía acumular mayores reservas internacionales y mejorar la producción del país. También se busco salir del aislamiento internacional en el que estábamos con los acreedores externos (FMI, principalmente) para lograr una renegociación global de la deuda externa, lo que llevó a revertir la tendencia negativa de las cuentas externas.
Una economía con sólidos cimientos macroeconómicos, una deuda externa renegociada, bajas tasas de inflación y un déficit fiscal controlado, parecen palabras sin sentido en aquellos años. La célebre frase con la que concluyó su mensaje Hurtado Miller tras anunciar el Fujishock, “el Perú tiene futuro, que Dios nos ayude” pareció ser escuchada por el Dios de Jacob al que llamamos en el himno nacional. Como reportan los informes y memorias del banco central tras la medida correctiva, la economía peruana inició una nueva vida, después de pasar el peor capítulo de su historia económica al llegar a tasas estratosféricas de inflación.