A Christian Altamirano lo ponen nervioso las entrevistas. El joven huanuqueño que podría traer al Perú la cuarta medalla de oro en una competencia mundial de matemática responde con monosílabos cada una de las preguntas. Su pensamiento está puesto en lo que sucederá en la Olimpiada Internacional de Matemática, que se realizará en julio en la lejanísima Tailandia.Follow @PortafolioECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
“No estoy acostumbrado a la prensa”, dice antes de pegar la mirada en el sandwich que tiene entre las manos. A sus 16 años, Altamirano no debe haber dado más de cinco entrevistas en toda su existencia. Todas por sus logros académicos. Por eso le es difícil hablar de su vida más allá de los números y las fórmulas.
Hoy es el actual campeón sudamericano e ibeoramericano de matemática, medalla de plata de la Olimpiada Internacional de Matemática 2014, medalla de plata en la Olimpiada Iberoamericana de Química y ganador de Operación Éxito, un concurso puertorriqueño de conocimiento que reúne a los chicos más talentosos de los colegios de secundaria de la región. “Le gané a un chileno en la final”, dice con una sonrisa. En dicha competencia obtuvo US$10 mil de premio.
¿Cuántas concursos has ganado en tu vida?, le pregunto. Altamirano se queda pensando y quiere saber si solo debe contar los internacionales o debe sumarle los nacionales. Le digo que ambos. “No lo recuerdo”, dice con una sonrisa tímida.
EL DESPEGUE
Su padre, un ingeniero civil, se percató de su talento cuando lo vio resolver problemas matemáticos con facilidad cuando era todavía un niño de 7 años. “En primaria me gustaban los números y gané varios concursos en Huánuco”.
Al entrar a la secundaria fue becado en un colegio particular. Sin embargo, su buen rendimiento académico le dio la idea a sus padres de encontrar una institución que contribuya a explotar su talento. “Así llegué al colegio Saco Oliveros, que no solo me ofreció una beca completa, también me trajo a Lima y hasta ahora me apoya económicamente”.
Después todo llegó de golpe. Los viajes al extranjero representando al Perú, los días intensos en el perfeccionamiento de sus conocimientos, los exámenes de 180 minutos, las felicitaciones por los concursos ganados y demás.
“Conozco seis países del mundo. El que más me gustó fue Sudáfrica, pero en todos tuve tiempo para pasear con mis amigos”, explica con mayor confianza el chico que estudia de 9:00 am a 6:00 p.m para resolver problemas que otros no quisieran ni ver.
EL MÁXIMO DESEO
Ahora Altamirano lucha contra el tiempo y contarlo lo pone más nervioso. Acabó el colegio en el 2013 y el año pasado decidió buscar la medalla olímpica de oro, pero obtuvo la de plata. “Este año es mi última oportunidad, porque al siguiente debo estudiar en la universidad”, agrega.
Aunque se piense lo contrario, su deseo de obtener la de oro no es un capricho. Sus decisiones están milimétricamente calculadas. En caso de lograr la meta las puertas de las universidades extranjeras empezarán a abrirsele de a pocos. “Quiero estudiar ingeniería mecatrónica en el Perú y luego irme al MIT de Estados Unidos”.
Pero no todo son matemáticas y fórmulas en su vida. Confiesa que sus autores favoritos son Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, de los cuales puede nombrar varias obras sin equivocarse, ve películas de acción y de vez en cuando juega fútbol.
Lo que más le gusta -quizá por su edad- es oír canciones de rock. “Quise ir al último concierto que se hizo en el Parque de la Exposición, pero no pude”. ¿Qué pasó?, le digo. “Estaba en Panamá compitiendo por el Perú. Ya habrán otros conciertos, ¿no?”, finaliza el chico en cuyo talento están puestas las esperanzas de limpiar la imagen de la educación peruana a nivel internacional.
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