Convertirse en millonario de la noche a la mañana ha sido y es el sueño de todos. Dormidos o despiertos la fantasía es la misma: dar con el número correcto de la lotería de moda y cambiar abruptamente de vida para satisfacer todos nuestros antojos y liberarnos de realizar cualquier esfuerzo.
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El medio siempre ha estado al alcance de todos: un billete de lotería. No es novedad que los organizadores de estas actividades siempre juegan con la ilusión de una vida mejor, esto se ha dado desde tiempos de la Colonia, cuando estos sorteos también eran parte de las actividades de Lima.
Según relata Ernesto Ascher, en su libro “ Lima y Callao y sus loterías”, en ese tiempo había un sinfín de sorteos que las autoridades virreinales se vieron obligadas a prohibir y a ordenarlas creando ramos de loterías.
Si bien las ganancias tenían un carácter benéfico ( la primera sirvió para financiar la construcción del hospital San Bartolomé), parte de estos ingresos la aprovechaban los gobernantes para sus gastos administrativos.
No fue sino hasta el 30 de junio de 1826 que las loterías pasaron a ser organizadas por la Beneficencia Pública. Para ese tiempo la lotería en Lima tenía un carácter semanal, la gente que compraba un boleto tenía que aproximarse a la Plaza de Armas donde había un estrado para presenciar el sorteo público.
Hacia el inicio del siglo XX, el juego de lotería seguía siendo popular tanto en Lima como en el Callao, al punto que las beneficencias de estas dos provincias competían entre sí ofreciendo grandes premios. Quizás por un acto de proyección y de fortalecimiento, o cansadas de competir, ambas loterías se juntaron en 1907 y crearon lo que hasta mediados de los 90 fue el Ramo de Loterías de Lima y Callao.
Alrededor de las loterías se armó todo un sistema de ventas particular que logró su mejor temporada – tanto por los premios como por las ventas– en los años 80. La posibilidad de que las beneficencias pudieran comercializar sus billetes en todo el país también creó una competencia entre ellas y sus millonarios premios. En Lima participaban la Lotería del Cusco y la Lotería de Huancayo, que ofrecían premios con varios ceros.
En 1982, por ejemplo, la Lotería de Lima y Callao – que acuñó la recordada frase marketera “ Prestigio, confianza y seguridad”– ofrecía premios de S/. 330’ 000.000 ( hoy alrededor de US$ 500 mil), lo que en la época servía para solucionar la vida de cualquier limeño. Los sorteos se realizaban en las beneficencias en presencia de notarios y de mucha gente ansiosa por saber si le había llegado el momento de pasar al grupo de los millonarios.
Una trabajadora de la Beneficencia Pública de Lima ( BPL) recuerda que el sorteo de la Lotería de Lima y Callao era quincenal y que los niños del Puericultorio Pérez Araníbar eran los encargados de sacar los bolos ganadores. Los que no podían presenciar el sorteo podían cotejar los resultados en las listas que al día siguiente publicaban los ‘ suerteros’, como se conocía a los comerciantes de loterías. En Fiestas Patrias y a fines de año, el premio solía incrementarse hasta en 30%.
Según cuenta Ascher, no todos tenían la posibilidad de comprar un billete de lotería, por lo que hacia el año 50 se incluyó la fracción. Esta fue una tendencia de las loterías mundiales. Así, un billete estaba compuesto por diez fracciones. En el Perú, a la fracción se la conoce como ‘huachito’, proveniente de la palabra quechua que significa ‘ solitario’. La venta de los billetes no solo se circunscribía a los suerteros, también había vendedores ambulantes y canillitas que recibían en compensación el 2% de la venta de cada billete.
En su libro, Ascher indica que solían vocear frases como: “ Compre ahora y cobre mañana”, “ Para hoy sale” o “ Es el último que me queda”. Datos de la Beneficencia Pública de Lima indican que en el mejor momento de la Lotería de Lima y Callao se llegaron a vender 350 mil billetes por alrededor de US$ 4 millones, lo que le permitió a esta institución realizar varias obras sociales.
Con los 90 llegó la liberalización del negocio de las loterías y permitió el ingreso de nuevos operadores. Pese a que las beneficencias seguían manteniendo los derechos para continuar explotando este juego de azar, perdieron la exclusividad. Además, los sorteos distraían a las beneficencias de su fin principal, razón por la cual varias tuvieron que asociarse con operadores privados. La más exitosa fue la Tinka (operada por Intralot), que logró un acuerdo con la Beneficencia Pública de Huancayo y la que hasta ahora sigue operando.
Con la era digital las loterías se han ampliado a tal punto que hoy se puede acceder a una vía Internet en cualquier parte del mundo. Independientemente de en qué lugar se juegue la vía para ser millonario será la misma: la suerte será quien lo decida.