Aquejada por un cáncer de mama, diabetes y una veintena de intervenciones quirúrgicas, incluyendo un perno en la cadera que la obligó a andar en silla de ruedas, Sue Potter no era la candidata soñada por el doctor Victor Spitzer, director del proyecto Visible Human. Se estimaba que la señora Potter no viviría más de un año y, como requisito para que el médico la aceptara como su primera donante de cuerpo, debía apuntar en un diario cada síntoma de su salud deteriorada. Esto incluía la descripción de su estilo de vida y de sus emociones.
La expectativa de vida para esta aliada del Centro de Simulación Humana, de la Universidad de Colorado, en Estados Unidos, se extendió por 14 años más de lo previsto, hasta que una neumonía se la llevó a los 87 años.
Tiempo suficiente para perfeccionar la metodología de una investigación cuya meta es crear un archivo con la mayor cantidad de cadáveres digitales.
—Láminas del grosor de un pelo—Antes de morir, Potter deseó conocer cada detalle de lo que ocurriría con su cuerpo, un proceso registrado por National Geographic para su próxima edición. Se le informó que su cadáver sería plastificado con alcohol de polivinilo, una solución emulsificadora de propiedades adhesivas, para luego reposar congelado, a 26 grados centígrados bajo cero. Luego, su cuerpo sería seccionado en 27 mil láminas, cada una del grosor de un pelo.
Cada corte ha sido convertido en una película y escaneado para la siguiente etapa de la misión: la recomposición digital del cuerpo. Un viaje que recién se inicia y que permitirá explorar cada estructura física con precisión milimétrica, desde el esqueleto y los órganos hasta las fibras nerviosas y el sistema arterial, para simular tanto las enfermedades que tuvo la señora Potter como los posibles tratamientos requeridos.
—Post mortem—Ahora —desde el más allá— Sue Potter puede salvar vidas y hacer realidad ese mensaje que transmitía en vida, cuando ofrecía conferencias y compartía las razones de su decisión.
Aunque un donante de órganos puede salvar hasta cincuenta personas, destinar un cadáver a la ciencia resulta tan crucial como los voluntarios para trasplantes.
Esto es algo que ha quedado demostrado ya desde el siglo III a. C., cuando Herófilo de Calcedonia, el primer anatomista griego, se adelantó a una práctica que sería común recién en el Renacimiento. Aunque los tratados de Herófilo se perdieron con la destrucción de la biblioteca de Alejandría, se supo que la disección de cadáveres —como también vivisecciones practicadas sobre criminales condenados a muerte— permitía hallazgos tan elementales como la correspondencia entre el corazón y el pulso, o la relación entre el cerebro y la inteligencia.
Como último deseo, la señora Potter quería dejar un legado que contribuyera a toda la humanidad. Puede parecer un asunto sombrío, propio de una novela de Mary Shelley, que una donante ceda su cadáver a la ciencia. Es un asunto delicado para los deudos. Pero, ante la inevitabilidad de la muerte, cada quien tiene la potestad sobre el destino de sus restos. Lo confirma Sue Potter.
Con ella, suman tres los cuerpos que han servido al proyecto Visible Human. Sus predecesores fueron un asesino de Texas, ejecutado con una inyección letal, y una mujer que prefirió mantener su anonimato.
Sin embargo, el muestrario aún no es suficiente para contemplar todas las variables patológicas y sus posibles curas. Al ejemplar masculino le faltan un testículo y el apéndice. A la desconocida, el cartílago nasal. Y el aparato reproductivo de Sue Potter dista mucho del de una mujer joven. La tecnología puede proveer nuevas herramientas o cirugías menos invasivas, pero el futuro de la medicina aún necesita de personas capaces de desprenderse de lo terrenal.
No dejes de revisar el siguiente video en el que Sue Potter habla sobre su decisión de donar su cuerpo para que sea utilizado en beneficio de la ciencia.
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