San Antonio de los Baños es una ciudad al suroeste de La Habana, Cuba, fundada a fines del siglo XVIII por inmigrantes canarios. Hoy es conocida como la “Capital del Humor” por festivales y museos que recuerdan que el cubano ríe y sonríe, pero también piensa y canta como ha hecho siempre Silvio Rodríguez Domínguez.
Silvio nació en San Antonio de los Baños, el 29 de noviembre de 1946, y hoy, que celebra 70 años de vida, recordamos su paso por la música y la poesía, y también su apoyo al régimen socialista de su país, sin que esto se haya impuesto a su arte, porque él sabe que la primera obligación de un artista es defender su trabajo.
Fundó el Movimiento de la Nueva Trova, junto con sus pares generacionales Pablo Milanés, Noel Nicola, Vicente Feliú, Amaury Pérez y Sara Gonzalez, entre otros, a fines de la década de 1960. Su figura está muy vinculada con la Revolución Cubana, nacida en 1959, y su camino artístico ha sido iluminado o ensombrecido –según cómo lo vea o escuche la gente– por una posición ideológica e incluso política que el buen Silvio defiende como su derecho a creer y descreer.
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De familia humilde
Su madre, un ama de casa, dedicada también a la peluquería, cantaba todos los días temas de la Vieja Trova Cubana. Entonces el niño Silvio quedó enamorado de su voz y de esas historias de antaño. La familia Rodríguez vivía en el campo. El padre del cantante era un trabajador agrícola, aficionado a la poesía, que incentivó en él un insobornable amor a las palabras.
Muy pequeño aún viajó a La Habana, donde inició su preparación musical. Estudió piano y canto, pero la separación de sus progenitores hizo que volviera a San Antonio de los Baños al lado de su madre. La revolución lo cambió todo para él. No solo vivió en La Habana con el apoyo de su padre, sino que él mismo, aun escolar, integró la Juventud Socialista y ya joven se vinculó con organizaciones políticas de su país.
A inicios de los años 60, se convirtió en alfabetizador en campañas rurales, pero sus inclinaciones artísticas lo llevaron, primero, al dibujo de historietas, y luego a la caricatura y a la pintura, otra de sus aficiones. Por esos años también el joven de San Antonio de los Baños encontró en la guitarra a su mejor amigo.
Hizo el Servicio Militar Obligatorio de 1964 a 1967. No fue un soldado común y corriente. Reconociendo sus dotes artísticas, los oficiales lo llevaron a servir en las áreas de comunicaciones y publicaciones como caricaturista. En paralelo, Silvio siguió componiendo canciones y mejorando su técnica de interpretación guitarrística.
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Músico y poeta
¿Cuándo debutó oficialmente como cantautor? La fecha es muy precisa y ocurrió cuando un amigo le orquestó un par de canciones, una de ellas fue “Sueño del colgado y el árbol”. La presentación en un “estelar programa de televisión”, como dijo el propio Silvio en el prólogo de su libro “Canciones del mar (1996). sucedió el 13 de junio de 1967, ”justo al día siguiente de haber firmado el documento que me libraba del uniforme“, contaba el cantante, iniciando así una nueva vida como poeta y músico. En ese tiempo no solo disfrutaba de las viejas canciones cubanas, sino también de las composiciones clásicas de Mozart, Bach y Beethoven; incluso contó alguna vez que cuando escuchó por primera vez a los Beatles le encantó y también aprendió de ellos.
En esos años declararía que leía mucha poesía, especialmente a su compatriota José Martí y al peruano César Vallejo. Interpretaba sus composiciones en cualquier lugar público. Tuvo un espacio semanal en la televisión local, pero este se acabó en medio de las discusiones políticas de coyuntura.A inicios de 1968, Silvio Rodríguez se incorporó en cuerpo y alma a la producción y difusión de la recordada “canción de protesta”. Lo hizo en el Centro de la Canción Protesta de la Casa de las Américas, en La Habana. Allí compartió objetivos y pensamientos con otros nuevos trovadores como Milanés y Nicola, con quienes visitó fábricas, cuarteles, universidades y escuelas por todo el país. La televisión cubana le dio espacio mensualmente para difundir sus presentaciones preparadas en la Casa de las Américas. La canción de moda de Silvio era entonces “La era está pariendo un corazón”, que hizo primero famosa la voz de Omara Portuondo. Su propia versión también tuvo mucha difusión.Experiencia de vida
El artista vivió entre 1969 e inicios de 1970 una experiencia inolvidable para él. Durante cuatro meses y dos días (partió el 26 de setiembre del '69) se embarcó en la nave pesquera “Playa Girón”, uno de los barcos de la naciente Flota Cubana de Pesca. Entre el Mar Caribe, el extenso Océano Atlántico y las costas africanas, además de la solidaridad de los jóvenes pescadores y las noches de estrellas, tormentas y vaivenes, el músico compuso un conjunto de temas, los cuales hoy son imprescindibles en su discografía, como “Te doy una canción”, “Ojalá”, “Debo partirme en dos” y “Playa Girón”, entre otros. Proveído de una grabadora de cassettes prestada (“más tres cintas vírgenes de 90 minutos”) pudo registrar y guardar esas creaciones de alta mar. De ese largo periplo, Silvio ha contado que mucha gente creyó que se escapaba de la isla. No fue así. Solo necesitaba tiempo y espacio para él, lejos del tumulto y caos político y social en que se había convertido Cuba. “Necesitaba un respiro, y prefería tomármelo como lo concebía: siendo útil”, decía el artista, quien ayudó con sus canciones a aliviar la soledad y la pena por la distancia de ese numeroso grupo de hombres sencillos.
La formación musical de Silvio Rodríguez se completó con otra experiencia, esta vez con el Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), donde estuvo también Milanés, Nicola y Sergio Vitier, entre otros músicos. Nuevas canciones vendrían luego de esa nueva experiencia formativa.
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Luego vendría su participación en numerosos festivales internacionales dentro de Cuba, así como presentaciones masivas en la isla a comienzos de la década de 1970. Empezó a popularizar temas como “Fusil contra fusil” o “El rey de las flores”. Desde la sala de la cinemateca del ICAIC, la Nueva Trova Cubana se proyectó a toda la isla.
Silvio en el mundoSilvio Rodríguez –como sus compañeros de la Nueva Trova Cubana– ya estaba preparado para comenzar un largo camino: el de la internacionalización. Era difícil hacerlo en esos años de Guerra Fría, política de censura en Cuba contra los opositores y crisis económica en la isla. Entre el arte y la política, los músicos como Silvio debieron imponer sus canciones, muchas de ellas con un mensaje crítico furibundo, bajo el marco de una retórica cargada de poesía.
Viajó con otros músicos a festivales y medios radiales en el extranjero como en Alemania y la antigua Unión Soviética (URSS) en 1972, así como en las embajadas cubanas en dichos países. Ese año clave llegó a Chile, en tiempos del presidente socialista Salvador Allende, otra vez al lado de Milanés y Nicola. Los cubanos ya eran conocidos por todos como miembros de la Nueva Canción Latinoamericana.Como conspicuo representante de la Nueva Trova Cubana, viajó a diversas partes del mundo, incluso a África, para ser más precisos a Angola, donde estuvo cerca de dos años (1976- 1977). Fue otra experiencia que marcó su visión de la vida y la muerte. Surgen muchas canciones, entre ellas “Pioneros”, “La gaviota” y “Canción para mi soldado”.
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Como todo artista auténtico, Silvio no podía quedarse en lo mismo ni temática ni musicalmente. Por eso en los años 80, a la par que grabada álbumes tras álbumes, con canciones inolvidables como “Pequeña serenata diurna”, “Canción del elegido”, “Rabo de nube”, “Unicornio”, “Óleo de mujer con sombrero”, “Canción urgente para Nicaragua”, “Por quien merece amor”, entre otras decenas de temas más, el músico cubano buscó experimentar nuevos sonidos con grupos de salsa, son cubano y música afrocubana en general.
Las últimas décadas
Durante los años 90, su visión de la música se amplió lo suficiente como para darse cuenta de que no solo vale componer e interpretar canciones, sino también era necesario producir música, editarla y difundirla. Para ello abrió estudios de grabación en su país, motivando y apoyando la formación de músicos y productores con una gran visión de futuro.
Pero no olvidó dar multitudinarios conciertos como el del reencuentro con el público de Santiago de Chile, ciudad a la que volvió luego de 17 años, el 31 de marzo de 1990. Fue en un Estadio Nacional repleto con 75 mil espectadores.
Pese a los cambios políticos en el mundo (caída del Muro de Berlín, fin de la URSS y Guerra Fría, etc.), Silvio Rodríguez ha apoyado el proceso cubano, aunque alejándose de la acción política directa. Y es que siendo un artista completamente maduro, no se prestó al elogio fácil de muchos y menos a la propaganda de un régimen que, pese a negarse en un inicio, ha debido afrontar los cambios sociales que ya se vivían en el mundo. En medio de conciertos y giras en Europa y América Latina, Silvio pudo presentarse en junio del 2010 -tras 30 años de impedimento- en los Estados Unidos, en el mismo Carnegie Hall de Nueva York. Lo hizo ante tres mil personas eufóricas, que corearon sus canciones setenteras, ochenteras y nuevas con una emoción exaltante.
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Luego de una larga lista de discos editados como solista durante el siglo XX, el nuevo siglo XXI llegó con nuevas reflexiones y perspectivas de nuevos horizontes para él y su país. Aparecieron los discos “Expedición” (2002), “Cita con ángeles” (2003), “Érase que se era” (2006) y “Segunda cita” (2010).
A su trabajo como solista, se debe sumar el material discográfico de festivales y las colaboraciones con otros talentosos artistas cubanos, latinoamericanos y del mundo, con los que trabajó en equipo desde fines de los años 60 hasta los últimos años de la primera década del siglo XXI, además de las innumerables reediciones de sus discos. Silvio Rodríguez, de 70 años de edad, es un artista completo, centrado en la música y en la promoción de la música. Sin duda, no habrá uno igual a él en la historia de la música popular latinoamericana.