El palpitar del piano adormece el alma de la pareja. Las piernas se entrelazan y separan en un frenético y elegante rito de seducción. El golpe estirado del bandoneón hace que los ojos se claven la mirada más penetrante del mundo. Tango.
Gardel resucita cada jueves por la noche en el salón principal del Círculo de Oficiales de la Guardia Republicana del Perú, en Av. Sánchez Carrión (otrora Pershing) 110, en San Isidro. La cita impostergable del Club de Tango Domingo Rullo, integrado por personas adultas mayores, comienza a las 7 p.m. Cuatro horas de milonga sin arrabal y harta camaradería a 20 soles por persona.
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El “Caminito” hacia el clímax es lento, matizado de tanto en tanto por quiebres, cortes y giros, rápidos, sensuales. Dos personas se funden en un abrazo que copa la pista en círculos grandes y pequeños, que se cruza con otros abrazos igual de febriles y que dura lo que dura la canción.
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Suena “Por una cabeza” y enciende aun más la fuerza de los movimientos. “La cumparsita” es cantada a coro y lo último que quiere decir el medio centenar de miembros de esta barra querida de aquellos tiempos es “Adiós muchachos”.
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El tango instrumental también jala gente. Uno, dos, tres, vuelta. Las piernas estiradas de las damas convertidas en aspas de molino casi cortan en dos a los dandis de zapato de cuero y a veces de charol. Ellos doblan hacia atrás a su pareja de turno con la misma facilidad con la que el herrero experto dobla el fierro caliente.
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PERFUME DE MUJER
José Díaz Salgado, de 81 años y general retirado de la policía, es desde hace 20 años presidente del club. Hace dos años perdió a su esposa, su compañera de baile. Ahora se imagina que pronto estará bailando como Al Pacino en la escena del tango de “Perfume de mujer”. “Tengo glaucoma terminal en los dos ojos. Pero nada me sacará del tango. Nada. Tango es pasión”, dice José.
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Una hora antes de cada gala, todos calientan el cuerpo y ensayan los pasos en la clase gratuita del taller municipal de tango para adultos mayores de Pueblo Libre. Casi todos los integrantes del club son alumnos de ese taller y de los de los concejos de San Miguel y La Perla, dirigidos por la profesora Cecilia Guevara Vargas “Sabemos que no somos eternos. Ojalá –pide José– se nos una gente joven. Vengan, serán bienvenidos”.