El ingeniero e historiador Alberto Regal Matienzo (1892-1982) fue uno de los principales investigadores de los caminos precolombinos. Uno de sus estudios fue publicado en el suplemento El Dominical de El Comercio el 10 de enero de 1954.
En el artículo, Regal reconstruyó un mapa de los caminos de Lima y Callao que había en 1625. Para ello, se basó en los estudios de Juan Bromley y en antiguos mapas de la capital en el Virreinato.
El historiador se interesó en particular por el camino incaico que unía Lima con el señorío de Surco y Pachacámac. Sus estudios han sido tomados en cuenta por los investigadores del Ministerio de Cultura para el Proyecto Qhapaq Ñan. A continuación reproducimos parte del estudio de Alberto Regal.
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CAMINOS INCAICOS Y COLONIALES DE LIMA Y CALLAO
Por Alberto Regal
Los viajes de los conquistadores españoles en el Tahuantinsuyo se hicieron, con gran frecuencia, sirviéndose de los senderos incaicos, y gracias a esta circunstancia es posible intentar una reconstrucción gráfica de estos aprovechando los datos y noticias consignados en las crónicas y relaciones de la época.
Además, para las zonas como las de Lima y sus alrededores donde, por razones obvias, no nos han llegado vestigios materiales de esas vías, no queda otra fuente que la bibliográfica. Pero es de valiosa ayuda la ubicación de los centros poblados cuyas ruinas y emplazamientos son bien conocidos.
Para bosquejar, pues, los caminos coloniales, debemos primero hacerlos con los incaicos, ya que aquellos en buen número de casos se superpusieron a estos.
El camino más importante de la región era el costanero que desde Tumbes hasta Nasca recorría el litoral peruano. En los alrededores de Lima pasaba por Carabayllo, la propia ciudad de Lima, Surco y seguía a Pachacámac.
Carabayllo y Surco eran centros poblados de la mayor importancia, muy superiores por cierto a la de Lima.
De este gran troncal se desprendían algunos senderos locales. Uno de ellos se internaba por la quebrada del Rímac, pero no tenía carácter imperial. El verdadero camino de penetración de la zona se iniciaba en Pachacámac, siguiendo la quebrada del río Lurín, para dirigirse al valle del Mantaro.
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Otro sendero de género local es el que salía de los terrenos del Cacique de Lima y pasando por la Magdalena y Maranga llegaba al litoral, que ejercía atracción económica por su abundante pesca.
Esta ruta, verdadera vereda, en lenguaje castizo, es importante en nuestro estudio porque, en los primeros años de la Conquista, fue la vía que siguieron los españoles en sus recorridos de Lima al Callao y viceversa.
En el Callao pescaban los indios de Maranga los cuales habían acondicionado un “portezuelo”, al decir de los cronistas, por donde echaban al mar sus balsas de totora o “caballitos”. También se pescaba en las lagunas que formaban en sus desembocaduras, por el rebose de sus aguas y filtraciones, los ríos del Callao y Rímac.
EL CAMINO INCAICO EN LA CIUDAD DE LIMA
Se debe comenzar por establecer que, por muchos años de vida primeriza de nuestra capital, esta vía fue titulada “Camino o callejón de Surco”. Se poseen datos fidedignos que permiten afirmar que pasaba por atrás de la actual Iglesia de Santa Ana, principalmente el auto de fundación de esa Parroquia por el Arzobispo Fray Jerónimo de Loayza, de febrero de 1570 y la noticia inserta por el Padre Cobo en su “Historia del Nuevo Mundo” de 1642.
Por ese camino, que venía del pueblo de Carabayllo, bajaron de la sierra las huestes incaicas en el asedio de 1536, librando una encarnizada batalla con los españoles precisamente en la pampa de las inmediaciones de la Parroquia de Santa Ana.
También cerca de la iglesia de levantaba una pequeña huaca o montículo que ha dado nombre a la actual calle de la Huaquilla.
Siguiendo el camino al sur, se dirigía por los terrenos de la antigua huerta de Matute, pasando a unos cien metros paralelamente de la fachada del Hospital Dos de Mayo contemporáneo en dirección al pueblo de Surco, de origen indígena y muy importante como se ha dicho. Al borde de este “ramo” corría una acequia grande de riego.
Casi a la salida de Lima establecieron los conquistadores españoles unas caleras y hornos de ladrillo, que a principios del siglo XVII llegaron a emplear alrededor de 400 esclavos.
La sección descrita del camino incaico fue prontamente dejada de lado por los españoles, para sus viajes al sur, pues establecidos como es bien conocido, en los alrededores de la Plaza de Armas comenzaron a servirse de una nueva ruta que se desarrollaba por la calle del Pacae para proseguir hacia Surco y Pachacámac. A este nuevo trazado se trasladó el nombre de “Camino de Surco”, pero el antiguo se conservó hasta nuestros días, aunque simplemente como un sendero o callejón de chacra.
Al construirse las murallas de Lima, la que fue vía incaica salía de ellas por la llamada “Puerta de Pisco”.
Son innumerables las citas en documentos de la época sobre ese nuevo camino, principalmente en relación con las iglesias y dependencias como sus conventos, porterías y huertas que se levantaban casi a su vera.
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