La semana pasada escribí sobre la idea de Lucius Burckhardt de que cada producto no puede ser entendido como un fin en sí mismo, sino que todo tiene un impacto social de alcance mayor. Podríamos aplicar la misma idea para la vivienda. El Ministerio de Vivienda escribe los lineamientos y criterios a escala nacional, y al ver los resultados que generan, podemos observar que la vivienda per se se entiende como un número en una hoja de balance, obviando que también es tangible y tiene impacto social.Hoy en día, las políticas del ministerio y sus programas resultan en enclaves aislados. En base a la experiencia de otros países donde se han tumbado proyectos de enclaves homogéneos de vivienda de bajo costo y alta densidad debido a problemas sociales, uno puede predecir que bajo el modelo establecido que hoy se construye estos proyectos pueden ser una bomba de tiempo.
Sin duda, el déficit de vivienda es uno de los retos más importantes para Lima. El sector privado ha generado proyectos atractivos y con precios accesibles. Los videos promocionales muestran departamentos con acabados modernos y distribuciones funcionales. En muchos casos, cuentan con áreas comunes que incluyen jardines, juegos de niños, piscinas y gimnasios.
El problema no es el diseño de las viviendas, sino cómo estos grandes proyectos están insertados en la ciudad y bajo cuáles criterios. Es una falta de visión que empieza con el ministerio. El viernes 28 de setiembre asistí al Seminario de Reforma del Estado, organizado por la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas, en la Pontificia Universidad Católica de Perú. En esa oportunidad, un funcionario mostró algunos proyectos de vivienda masiva como buenos ejemplos de cómo convertir Lima en una “ciudad compacta”, concepto que no solo se basa en generar viviendas de alta densidad, sino que también promueve la generación de barrios de usos mixtos, calles caminables y redes de espacios y equipamientos que resulten en una ciudad segura y activa.
Los megaproyectos de vivienda que vemos en Lima hacen exactamente lo opuesto. En los grandes proyectos en Breña, Comas y Ate, los nuevos condominios son de un solo uso, amurallados por enormes barreras que rompen la articulación de la red de calles, dificultan la accesibilidad para peatones y eliminan cualquier posibilidad de vigilancia pasiva sobre las vías, lo que genera calles sin vida. No hacen una ciudad compacta, sino matan la ciudad. Ese es el resultado concreto producido a través del marco normativo nacional de vivienda.
Si los funcionarios del Ministerio de Vivienda muestran estos proyectos como precedentes de cómo hacer ciudad, entonces tenemos una crisis en el urbanismo a escala nacional.
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