En los años ochenta en Estados Unidos un spot publicitario se hizo famoso por una frase. En el comercial se veía a una viejecita que llegaba al mostrador de un fast food, le entregaban su pedido y al notar la gran diferencia con la hamburguesa de la foto exclamaba peculiarmente: “Where’s the beef!” (¿Dónde está la carne?). La frase se volvió de uso común (o viral, como se dice ahora) para ejemplificar cuando algo no cumplía las expectativas de lo ofrecido o que lo graficado no se adecuaba a la realidad.
Cuando la Municipalidad de Lima lanzó el proyecto de la ciclovía lo hizo mostrando un video de cómo quedaría el proyecto, en ese momento escribí que la obra era esencialmente buena por los materiales que se usarían y porque le daba espacio a ciclistas y peatones que habían sido relegados cuando se construyó el tercer carril. Escribí además que era una obra reactiva y un mea culpa de facto y también hice una atingencia con respecto a las bajadas a la playa que eran inexistentes. He esperado a que esto esté terminado (más o menos) para preguntarme: ¿Y la carne, dónde está? No existe ni punto de comparación entre una cosa ofrecida y otra entregada. Amén de las demás observaciones que se han hecho en medios y en redes sociales, todas ellas bastante atendibles, creo que finalmente lo que subyace es que no existe alguien que se haga responsable entre lo que se ofrece y lo que se hace, es decir, cualquier empresa o estamento público puede venir y ofrecer una maqueta, un video o lo que sea y entregar otra cosa completamente distinta y no pasa nada. Eso es o una burla o una estafa. De parte de la municipalidad dicen que la obra se concertó con una asociación de tablistas, dudo ahora que esa asociación diga esta boca es mía. Lo que hay en la Costa Verde no es más que un mamotreto que simbólicamente es como marcar un territorio, pisar al que ayer hizo chilla y segregarlo para que no pueda entrar o salir de la playa. Setecientos metros que no se unen con nada, ni siquiera con otra ciclovía no son ni parte de un circuito para que alguien haga deporte corriendo, por ejemplo. Es entonces, como digo, algo más que eso, un berrinche, un acto lleno de resentimiento en el que los fondos de la ciudad se han gastado inútilmente. En inglés, hay una palabra que significa más que responsabilidad, esta es ‘accountability’, el hecho de que no solo se puedan señalar responsables sino que se hagan responsables de sus actos bajo la ley. Siento que nuestra sociedad aún no llega a eso.
La ciudad no necesita parches, obras desintegradas o no consensuadas, hoy más que nunca la ciudad necesita mirar hacia su futuro, con obras grandes, integradas, aceptadas socialmente. Hace tiempo que nos estamos mirando en el ombligo de nuestros egos partidistas y en el trayecto lo que se deja es un campo minado de errores y desgobierno. Para la ciudad, ¿será este el verano de nuestro descontento?