Uno de los insondables secretos de la naturaleza humana es la poderosa resistencia que genera el alcalde de Lima en un sector de la ciudadanía.
Y es, digámoslo con todas sus letras, una aversión errónea e injustificada. En los más de diez años que lleva a cargo de la ciudad, nuestro burgomaestre ha dado sobradas muestras de capacidad para administrar un municipio complejo, en apariencia indomable, como Lima.
Su manejo transparente de la información y los dineros públicos ha sido ejemplar, tanto como su apertura para tender puentes con las fuerzas opositoras dentro del concejo, pese a que estas se han valido de recursos de la peor estofa para intentar –en vano– torpedear su valiosa gestión.
Para esto ha tenido como mejor arma su elocuencia, la cual le ha permitido salir airoso en cada uno de los duelos verbales en los que ha debido enfrentar a sus rivales, sea en debates públicos o en sesiones de concejo, a las que ha asistido con religiosa puntualidad.
Resulta, pues, incomprensible que, a pesar de su exitosa labor, premiada con el voto popular en tres ocasiones, exista un grupo de arquitectos, urbanistas, abogados, especialistas en seguridad, políticos y, cómo no, opinólogos que lo ataquen sin cansancio, ganados por el resentimiento propio de quien cree merecerse todo y, en realidad, no tiene nada.
Con indesmayable perseverancia, estos sujetos consumidos por la envidia atacan a quien, más que un alcalde, se ha comportado desde el primer día de su gestión como el más humilde servidor de su ciudad.
Así, tras fracasar en su innoble tarea de culparlo de minúsculos errores administrativos, transformados por la maledicencia de ciertos medios de comunicación en escándalos vacuos como los mal llamados casos Comunicore o Cajagás, ahora persisten en incordiarlo atacando esa magnífica pasarela que se construye frente a la playa La Pampilla, en Miraflores. Esta plataforma permitirá a peatones y ciclistas trasladarse lejos de los peligros de la autopista, sin perjudicar la visión de la playa, y respetando el espacio ganado por los tablistas para el disfrute de su deporte favorito.
Las casas solidarias, esa loable iniciativa que permitirá que comedores populares y comités del Vaso de Leche trabajen en un solo lugar, han sido también víctima de la ruindad opositora, solo porque para su construcción se han utilizado recursos destinados para obras viales. ¡Y han osado decir que existe un manejo político! Como si unos pequeños carteles con el nombre del alcalde pudieran ser considerados propaganda. ¿Solo por la coincidencia de la campaña electoral se va a dejar de servir a quienes menos tienen?
Hay otros casos –el ‘by-pass’ de 28 de Julio, el puente Bella Unión, el edificio de El Hueco– símbolos, en realidad, de una gestión que avanza y se mueve bajo el sincero deseo de hacer de Lima una ciudad más hermosa, segura y ordenada de lo que ya es.
Pobrecito nuestro alcalde. Es un incomprendido.