Hace dos años, las 40 familias del comité 9 del asentamiento humano Raúl Porras Barrenechea, en Carabayllo, adquirieron un sistema de seis sirenas. Algunas casas, además, se abastecieron con cámaras de vigilancia en sus fachadas. “Cuando suena la alarma, salimos todos”, dice Julia Vergara, que vive en la calle Leoncio Prado, blandiendo parte de una escoba.Pero esto no ha sido suficiente para espantar a los rateros. Este año los asaltos han ocurrido casi a diario, principalmente en los jirones y entre las cuadras 18 y 20 de la avenida Túpac Amaru, que se han convertido en uno de los puntos ‘calientes’ del distrito.
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“No descansan los delincuentes. Con revólveres vienen. Mañana, tarde y noche. No tienen horario”, se queja Ana María Huanca. Pedro Vega, otro vecino, agrega: “Vienen en moto o carro. Ven a alguien que está solo o con una pareja, bajan y le roban. O desde el carro los arrastran”.
Brigith, de 28 años, cuenta que hace mes y medio le robaron a su hermano en la puerta de su casa, en la calle Leoncio Prado. “Fue de madrugada. Había dejado el carro afuera en vez de meterlo al garaje. Se llevaron la batería de su carro y desmantelaron el del vecino. Mi tía, que no se sentía bien esa noche, se asomó por la ventana y vio al choro, que estaba con capucha. Gritó para alertar al barrio y el choro se fue corriendo”, recuerda.
El pasado 25 de enero, Ghislayne Pacheco, de 25 años, esperaba a un amigo en el paradero Amador Merino, en la cuadra 18 de la Túpac Amaru, frente al local municipal. De pronto, le arrancharon el celular. “Ningún agente del serenazgo me ayudó. Perseguí sola al ladrón, pero no pude alcanzarlo”, cuenta la muchacha.
Ese mismo día, otro sujeto se metió a la tienda de Kevin Villa Díaz, de 29 años, a la misma altura de la Túpac Amaru. “Simuló que tenía un arma en el cuerpo, amedrentó a mi empleada y se llevó 2 mil soles. Unos 50 vecinos me ayudaron”, recuerda el joven, que es dirigente vecinal.
Aquella vez se encendieron las alarmas, persiguieron al ratero por cinco minutos y cuando lo agarraron lo llevaron al comité. Le pegaron, lo ataron de pies y manos y lo retuvieron en la pista por 40 minutos bajo el sol hasta que llegó la policía. Villa asegura que entregó a las autoridades los videos de las cámaras de su tienda. “A pesar de la flagrancia, el ratero fue liberado a los tres días, no sé si por la policía o por el Ministerio Público. Ya no seguí con la denuncia. Es una pérdida de tiempo”, añade.
Entonces revivió una nueva versión del ‘Chapa tu choro’ en el barrio. Villa convocó a sus vecinos, hicieron una colecta y mandaron a imprimir dos gigantografías con el mensaje: “Nos han robado muchas veces y como la policía no hace nada, si te sorprendemos robando, te vamos a linchar”.
Las colgaron el último domingo 10 de marzo en el cruce de las calles Mariscal Cáceres y Leoncio Prado, y en la misma Túpac Amaru, en la ventana de un vecino. Un par de días después, la última de las banderolas desapareció. Los residentes del comité 9 se estuvieron turnando por las noches para vigilar que nadie se llevara el otro cartel. “Esta es nuestra mejor medida de prevención”, dice Villa, y otros cinco vecinos asienten.
Una mujer que vive en otro sector de ese asentamiento quisiera colocar un banner similar en su cuadra. “Por la noche, en la puerta de mi casa, venden droga que da miedo”, dice la vecina de la calle Jorge Chávez, en el comité 10.
En el kilómetro 19,5 de la Túpac Amaru, a la entrada de la urbanización Los Laureles, hay un letrero similar. “Está desde enero”, cuentan los vecinos. “¿Qué otra opción tenemos? Acá no hay patrullaje”, añaden.
El abogado José de la Puente Brunke, experto en historia de la administración de justicia, explica que esta suerte de derecho paralelo surge en contextos de inestabilidad jurídica, cuando no hay autoridad o se le percibe débil o muy lejana. “El núcleo del problema está en la ineficiencia del Estado y del sistema de justicia. El ciudadano considera cómo es el acceso a ella, si puede confiar en su independencia y si es eficiente”, dice el especialista. Añade: “Hoy vivimos en un mundo de leyes generales, pero la sensación real es que existe una falta de operatividad de los sistemas de punición”.
Los letreros que advierten a los delincuentes de —muy— posibles linchamientos o castigos como pasearlos desnudos por el barrio son, dice De la Puente, “la resurrección de la justicia del siglo XVI, cuando lo importante era el sentido ejemplarizante de la pena. Es lo que conocemos ahora como el derecho penal simbólico”. Los sambenitos eran parte de esto.
“El derecho moderno busca, sin embargo, la reinserción del delincuente. No pretende marcarlo de por vida”, explica.
—Años de abandono—El coronel Luis Colán, gerente de Seguridad Ciudadana de la Municipalidad de Carabayllo, revela que cuando el actual alcalde, Marcos Espinoza, recibió la gestión, había un sinnúmero de carencias: la cantidad de serenos era insuficiente y la brigada canina estaba inactiva. “Carabayllo es el distrito más grande de Lima con 346,88 km2 y solo contábamos con 102 serenos mal capacitados, con los uniformes deteriorados. Los ocho perros que tenía la brigada estaban enjaulados y no habían sido entrenados. Solo los alimentaban”, afirma.
En estos dos meses y medio de gobierno, asegura que se ha duplicado la cantidad de agentes municipales y se les ha capacitado en patrullaje motorizado y primeros auxilios. Con apoyo de la PNP han entrenado a los rottweilers que, a partir del lunes, brindarán protección cerca de los colegios. Y en estos momentos, añade, están implementando una central de monitoreo.
“Hasta el año pasado las únicas cámaras con las que contaba el distrito eran de los propios vecinos”, revela. “Estamos coordinando con las comisarías de Santa Isabel, Carabayllo y Progreso para afrontar nuestro mayor problema: los robos al paso, principalmente, a pie o en mototaxis. Le pedimos a los vecinos que confíen en nosotros. Tenemos todas las ganas de cambiar esta situación”, añade.
102 serenosmal capacitados tenía la Municipalidad de Carabayllo al inicio del 2019. La nueva gestión ha duplicado la cifra.3 comisaríasvigilan la seguridad en el distrito más extenso de Lima. En el 2018, fue considerado el quinto más peligroso.
—Usurpación de la fuerza—El abogado penalista Carlos Rivera explica que si bien la legislación procesal actual (vigente desde el 2004) autoriza al ciudadano a detener delincuentes en flagrancia, esta también le impone responsabilidades. “Genera, en primer lugar, la obligación de entregar al detenido a la brevedad posible a la autoridad policial”, dice.
Esto significa que, momentáneamente, le otorga cierta autoridad. “El delincuente no puede quejarse de rasguños productos del forcejeo durante su captura, ya que estos evidentemente se dan por su deseo de fugar. Así que el ciudadano, como si fuera un agente policial, puede ejercer la fuerza física necesaria para reducir al delincuente. Pero luego del sometimiento se proscribe cualquier acto de violencia. El detenido queda bajo su cuidado”, agrega Rivera.
Si el ciudadano o la turba que detuviera a un delincuente le infringiera golpes, podría ser pasible, al menos, de una investigación penal.
Los vecinos de Raúl Porras Barrenechea lo saben. “Pero es la impotencia de que se lleven nuestras cosas así de fácil. ¡Quisiéramos que haya patrullaje! No es posible que viviendo tan cerca de la municipalidad nos roben día y noche”, dice Ghislayne Pacheco, que se ha enfrentado en varias oportunidades a los ladrones.
A mediados del año pasado, esperaba delante de la municipalidad que cambie la luz del semáforo en la avenida Túpac Amaru cuando un sujeto pasó al vuelo y le quitó el teléfono. Dice que gritó y nadie la ayudó. “Y eso que unas amigas le avisaron a los serenos. Solita correteé al delincuente varias cuadras hasta que un primo en moto me dio el alcance y atrapamos al tipo. Me golpeó en la barbilla y el cuello. Luego me di cuenta de que estaba toda ensangrentada”, dice Pacheco, que recuperó esa vez su teléfono (el mismo que le volvieron a robar en enero pasado).
“A un amigo de la zona, hace dos años, le dispararon en la cabeza por defender a una señora a la que le estaban robando. Él estaba lavando su carro cuando escuchó sus gritos. Cuando fue a auxiliarla, le dispararon. A veces hacemos cosas imprudentes, pero es por la impotencia”, añade.
—'Chapa tu choro'—En el 2015 se llegaron a crear hasta 103 grupos y eventos en Facebook llamando a la población a tomar justicia pos sus propias manos bajo el lema ‘Chapa tu choro’. El fenómeno, que nació en Huánuco, se replicó al instante en Lima, Huaraz, Chimbote, Arequipa, Tacna, Cajamarca, Huancayo, Puno, Pucallpa y Tarapoto.
Todos apoyaban más que una simple detención ciudadana. Se llegó a proponer castigos como dejar a los delincuentes paralíticos, cuadripléjicos o de alguna forma lisiados. Incluso, prenderles fuego.
Esta semana, en el barrio Valdivieso, en San Martín de Porres, los vecinos han colocado carteles similares a los de Carabayllo para disuadir a los raqueteros. “Atención ladrones: Los vamos a linchar. Calle vigilada”, se lee en los avisos.
En el asentamiento humano 'Señor de los Milagros', de Iquitos, la medida también ha sido replicada. “Tú, persona de malvivir, entras acá y te vamos a linchar. Estamos cansados de los extorsionadores, marcas, de los robos. Hemos comenzado con los banners y ahora haremos actividades para comprar sirenas y cámaras de seguridad”, dicen los residentes de esa zona.
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