Han pasado más de 800 años desde que los primeros franciscanos del mundo decidieran cooperar todos en la preparación de un potaje que, además del cuerpo, alimente el alma para obtener y conmemorar la divina gracia del perdón. El potaje elegido fue el puchero: una sopa espesa de verduras, pollo y carne, cuya receta ha pasado de fraile en fraile desde entonces. En la parroquia Nuestra Señora de los Ángeles, del Rímac, el guardián de esta combinación de ingredientes es Fray Roque Chávez Castro, quien además de la sazón también mantiene viva la otra característica de la fiesta: repartir gratis el plato a quienes deseen recibirlo.
“La Fiesta del Perdón de Asís, que también llamamos Porciúncula, es solidaridad, unión, alimento. Liberarnos de las cargas y fortalecer cuerpo y alma con la fe. Y un buen y nutritivo puchero, desde luego”, comenta Fray Roque, quien revela haber aprendido la receta del recordado Fray “Puchero”, un religioso que, cuando dejó de cocinar en la Porciúncula tenía 84 años.
La festividad de este año reunió poco más de 900 kilos de verduras, carne y pollo, unos 100 voluntarios para cocinar y cuidar de las 12 ollas donde hervía la sopa, y más de 3.500 raciones para todos los interesados en degustar del puchero. La preparación comenzó hacia las 4 a.m. y culminó antes de la 1 p.m., cuando ya la fila de personas esperando con estómagos y ollas vacías fuera de la parroquia daba la vuelta a la vecina Alameda de los Descalzos.
Muchos confesaron asistir cada 2 de agosto desde hace cuatro, seis o 10 años, ya sea para recibir el puchero o para contribuir en su preparación. ¿Por qué? Porque es una tradición que hermana a los involucrados y los gratifica por igual. Una tradición que se fortalece con el paso del tiempo.