El ministro Morán debe ser un entusiasta de los espectáculos de fuegos artificiales. No resulta difícil imaginarlo con la vista fija en el cielo durante Año Nuevo, sonriente, cuando las luces iluminan la noche. Y con una chispita mariposa en la mano.
Es que no hay otra forma de explicar su desaforada pasión por el efectismo. Hace unas semanas anunció la creación de una brigada contra los migrantes venezolanos (“criminalidad de ciudadanos extranjeros”), una iniciativa con un desagradable tufillo xenófobo.
Antes fueron las expulsiones televisadas de extranjeros. Ahora es el anuncio de quitarles la custodia policial a los congresistas, una medida hiperpopular si tenemos en cuenta el profundo afecto que despiertan los padres de la patria.
¿Pero dejando a los parlamentarios sin custodia se soluciona la inseguridad ciudadana? ¿Y por qué no hacemos lo propio con los ministros? Cuánto quisiéramos que ese mismo entusiasmo para anunciar estas iniciativas existiera también para explicar cuál es la estrategia del Ministerio del Interior para devolver la tranquilidad a las calles.
Porque lo que se requiere es un plan y eso es lo que parece hacer falta. O quizás sí existe pero, a juzgar por los índices de victimización, su impacto resulta ser el mismo de las luces de bengala. De esas que despiden muchas chispas y se apagan rápido.