María Cristina Quiroga ya no habla mucho y hoy tiene la mirada perdida en la ventana. Su vida cambió el 27 de diciembre, cuando sus dos hijos y su esposo murieron en un incendio en su vivienda de Barrios Altos. Ese día lo perdió todo: su familia, su casa y sus ahorros. Dos días después, la mujer de 33 años intentó suicidarse colgándose en el baño. Desde ese momento sus familiares no la dejan sola. “Parece que nos mira, que está con nosotros, pero no es así. Ella ya no quiere estar aquí”, comenta su hermana.
Quiroga fue internada en el hospital Dos de Mayo tras su intento de suicidio. Días después fue dada de alta y hoy ha vuelto al trabajo. Sin embargo, no recibe ningún tratamiento psicológico. Sus silencios, dicen sus familiares, preocupan más que los gritos de dolor tras la tragedia que vivió.
Ocho kilómetros al sur de Barrios Altos, en un departamento alquilado de Surquillo, vive Rosa Gálvez. Hace dos años sufrió el dolor más grande que una madre puede experimentar: enterrar a su hijo. Jeff tenía 23 años cuando se quitó la vida tras beber un raticida mezclado con gaseosa. Rosa recibió la noticia como un disparo en la sien. “Era callado, pero parecía una persona feliz”, comenta mientras mira una foto que guarda en su billetera. “A veces sueño con él y le pregunto: ‘¿Por qué lo hiciste?’”, dice. Jeff no dejó una nota, no explicó nada a nadie.
Una enfermedad silenciosa
Dos de cada tres suicidios vienen antecedidos de un cuadro depresivo, según cifras del Instituto Nacional de Salud Mental (INSM) Honorio Delgado-Hideyo Noguchi. Se estima que al menos dos millones de peruanos sufren de depresión, una enfermedad que avanza silenciosa y vertiginosa en el cerebro de las personas. No se necesitan grandes catástrofes para provocarla, la vida es en sí misma compleja y difícil.
Para el psiquiatra Humberto Castillo, ex director del INSM, de los dos millones de personas con depresión, 600 mil viven en Lima. Un 35% (700 mil) presenta un cuadro severo. Además, solo un 25% (500 mil) recibe atención; el otro 75% (1,5 millones) convive con la enfermedad sin recibir tratamiento. De este último grupo, solo un 35% es consciente del problema.
- El Estudio mundial de salud mental publicado en el 2014 estimó que en el Perú el 29% de la población urbana entre 18 y 65 años de edad ha presentado algún trastorno mental en su vida.
“La depresión se forma a lo largo de la vida y existen factores genéticos que nos predisponen a ella. Los eventos impactantes, como la muerte de alguien, actúan como detonantes, pero en general los recuerdos de infancia terminan siendo determinantes. Esos traumas pueden hacer la diferencia entre el suicidio y la vida”, señaló a El Comercio Humberto Castillo, ex director del INSM, y actual director del centro de investigación y desarrollo en salud mental de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
El suicidio es el último eslabón de la cadena depresiva. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un millón de personas se suicida cada año, lo que significa una muerte cada 40 segundos. Las estimaciones son aún menos esperanzadoras: para el 2020 se cree que las víctimas podrían superar el millón y medio. En el Perú, 334 personas se quitaron la vida en el 2016, 267 de esas muertes fueron provocadas por la depresión.
Se trata es una enfermedad que afecta al individuo, pero que termina por contagiar al entorno. Tras la muerte de su hijo, Rosa Gálvez tomó antidepresivos durante un año; la situación fue tan crítica que tuvo que dejar su trabajo. Según el “Estudio epidemiológico de salud mental” de Lima Metropolitana y Callao, un episodio depresivo puede producir tres meses de discapacidad en promedio. “Las personas son menos productivas, dejan de trabajar, son despedidos y pierden dinero”, indica el especialista Rómulo Vergara.
Poca prevención La depresión es una enfermedad que no distingue sexo, edad o nivel socioeconómico. Según las últimas estadísticas del INSM, el 25% de menores de entre 12 y 17 años ha tenido alguna vez en su vida deseos de morir. De ellos, el 3,6% intentó suicidarse. Según detalla María Victoria Arévalo, especialista en psicoterapia conductual cognitiva en adultos y adolescentes, la mayoría de estos cuadros está asociado a casos de maltrato, abuso o abandono.
“No existe una política de prevención por parte del Estado. No hay escuelas para padres que brinden pautas para una mejor educación y permitan una crianza integral en casa. La familia es muchas veces la raíz de los problemas”, indica la especialista.
Las alteraciones mentales son el origen de los problemas que afectan a nuestra sociedad, afirma Vergara. En el 2016, el Minsa estimaba que al menos 5 millones de personas tienen algún tipo de enfermedad mental. “La depresión es la más frecuente, pero hay otras maneras de sufrir y hacer sufrir. La violencia contra la mujer es un ejemplo. Víctima y victimario están enfermos”, agrega. Según Castillo, en algunos casos, los violadores también pueden ser enfermos mentales, pero eso no los exime de ser procesados por sus crímenes. “Existen factores genéticos, pero la mayoría ha sufrido traumas de infancia que no fueron advertidos, ni tratados”, indica.
Pero en general, las personas no toman en serio la salud mental y menos la prevención. “Si a una persona le duele una muela va al dentista, pero son muy pocos los que acuden a un psicólogo y menos a un psiquiatra si se sienten inestables”, indica Vergara.
70 centrosde salud necesita Lima para atender a los 10 millones de habitantes, según estimaciones de la Dirección de Salud Mental.
Insuficiente El Minsa posee tres hospitales psiquiátricos: hospital Víctor Larco Herrera (Magdalena), el INSM Honorio Delgado-Hideyo Noguchi (San Martín de Porres) y el hospital Hermilio Valdizán (Santa Anita). A ellos se suman 10 hospitales que tienen departamentos de psiquiatría y nueve centros de salud mental comunitarios. En total hay 22 locales en Lima con poco más de 600 psiquiatras para atender a 10 millones de limeños. Los números fríos y duros nos dejan un psiquiatra por cada 16.500 personas.
Si los números de Lima son alarmantes, las cifras nacionales son de escándalo: para el resto del Perú (aproximadamente 22 millones), hay poco menos de 200 psiquiatras. Para el especialista Rómulo Vergara, el centralismo se convierte en una enfermedad tan dañina como la propia depresión. “El mensaje es: si tienes un problema de salud mental más te vale vivir en Lima para tener una opción de tratamiento. Si no, tu futuro es incierto. El Estado trabaja pero siempre un paso atrás. Trata de curar al enfermo, pero no previene el mal”. La inversión tampoco es sustancial. El gasto per cápita por cada limeño es 30 soles, más del doble de lo que se invierte en cada peruano: 11 soles.
S/ 94 millones fue el presupuesto del 2017 para el control y prevención en salud mental. En el 2015 la inversión fue solo de S/42 millones.
La falta de especialista ha obligado al Minsa a establecer estrategias para llegar a más pacientes de forma más rápida. Antes del 2015, cuando los centros de salud comunitarios no existían, una persona podía demorar hasta tres meses para obtener una cita.
“Durante ese tiempo el paciente empeoraba o hasta podía suicidarse. Con los nuevos locales tenemos un mayor alcance y mucho más eficiente. Además, los médicos de medicina general están siendo capacitados para tratar los casos de depresión leve, con ello la atención es más rápida y oportuna. Los casos más críticos son derivados a los especialistas”, señala el doctor Castillo.
Un halo de luz en la oscuridad El Centro de Salud Mental Comunitario de Chorrillos recibe a diario a 50 pacientes. Más de la mitad son niños y adolescentes con problemas que van desde el ‘bullying’ hasta la ansiedad. En este lugar, la atención se da desde el primer momento. Las personas son parte de una terapia grupal en la que los especialistas elaboran un primer diagnóstico. “Sirve para conocer los casos y genera una confianza mayor entre los pacientes”, señala el doctor Castillo.
En este establecimiento, además de los psiquiatras y el personal del centro de salud, hay 14 personas que no se conocen, pero que esa mañana compartirán algo más que sus experiencias de dolor y vacío. Ese día buscan darle fin a esa resaca de tristeza y desánimo que los médicos llaman depresión, y así por fin dejar de sentir que viven por obligación.
ley de Salud MentalEn junio del 2012 se promulgó la Ley 29889, con la cual se garantizaban los derechos de las personas con problemas de salud mental y se establecía una reforma en la atención integral de estos pacientes.
La norma recién fue reglamentada en octubre de 2015 y uno de los grandes aportes es la creación de los centros de salud mental comunitarios.
Los centros cuentan con especialistas y ofrecen atención ambulatoria inmediata a los pacientes de la jurisdicción en la cual han sido implementados.
La norma busca dejar de lado el concepto de aislamiento, el cual no favorece la recuperación ni estimula el proceso de reinserción social del paciente, señaló Yuri Cutipé, director de Salud Mental del Ministerio de Salud.
Los pacientes que antes estaban internados ahora son tratados en hogares protegidos. Ahí tienen acceso a servicios de psiquiatría, tratamiento de adicciones, rehabilitación, además de actividades de participación familiar, social y comunitaria.
En Lima hay 9 centros de salud comunitarios en Chorrillos, Villa María del Triunfo, San Juan de Lurigancho, Puente Piedra, Callao y Carabayllo. Sin embargo, para los 10 millones de limeños se necesitan 70 establecimientos, estima Cutipé.
100 nuevoscentros de salud mental comunitarios fueron anunciados por el Minsa. Lima necesita 70 para atender a su población.
[Nota original publicada el 13 de febrero de 2018]