ENRIQUE PLANAS Desde Trujillo
Suele presentársele como el autor de “Abril rojo”, “Pudor” o “Retrato de una dama”. Pero además de brillantes novelas, Santiago Roncagliolo fue un aplicado miembro de un equipo de guionistas que escribió historias no menos recordadas: “Amor serrano”, “Girasoles para Lucía”, “Sarita Colonia” o “Lucecita”. Todos aquellos melodramas le dieron la experiencia suficiente para acometer el proyecto de “Óscar y las mujeres”, su más divertida novela, sobre un guionista de telenovelas con poca capacidad de socialización.
En la recién inaugurada Feria del Libro de Trujillo, como parte de la presentación del libro, el escritor se reencontró con un viejo amigo, el guionista Eduardo Adrianzén, su maestro y guía en aquellas memorables aventuras telenovelísticas. Así, en esta entrevista, dos escritores y antiguos socios comparten recuerdos y romances imposibles.
¿Son las telenovelas, como dices en tu novela, historias melodramáticas para vender detergentes? Santiago Roncagliolo: Ya no. Las telenovelas que escribe Óscar son las peores, las más divertidas. Pero más bien las telenovelas actuales, si tú vas siguiéndolas, te van mostrando cómo la posición de la mujer ha cambiado en América Latina. Y en particular para la empleada del hogar, quien era la que compraba el detergente. La novela es el único género narrativo que Latinoamérica ha inventado de verdad. De alguna manera, Óscar escribe telenovelas para mujeres que ya no existen y sobre mujeres que nunca existieron.
Eduardo Adrianzén: En el Perú la telenovela es rara. Es local y costumbrista, muy centrada en la comedia y el melodrama. Es una plaza muy difícil para quien escribe, porque el gusto popular es raro. Pasa por la coyuntura, por el humor.
Santiago Roncagliolo: Hay caracteres nacionales, pienso. Los colombianos tienen más humor, son muy irreverentes. El guionista Alberto Barrera me contó que él escribió una telenovela en que un personaje le ponía los cuernos a su mujer. En el capítulo treinta te dabas cuenta de que se los ponía con un hombre. ¡En Venezuela le tiraron el guion por la cabeza! Mientras que en Colombia le dijeron: “Está muy bonito, ¿no te puedes meter con la Iglesia también?” [ríe].
¿El retiro de Venezuela en la producción de telenovelas ha generado un reacomodo? Eduardo Adrianzén: Hay una paradoja alucinante. Los que fundan la telenovela venezolana son cubanos exiliados huyendo de Castro. ¡Y los que fundan la novela en Miami son venezolanos huyendo de Chávez! Es delirante.
Podríamos decir que la telenovela es un producto libertario, entonces… Eduardo Adrianzén: La telenovela no aguanta dictaduras, es una gesta individualista del amor. Lo que pasa en Venezuela es penoso. La telenovela de formato, como la conocemos, desapareció. Se hace solo para exportación. Colombia se la comió.
Santiago Roncagliolo: Creo que Colombia ha tomado un nuevo modelo de mujer. Ha salido a contar historias para la clase media, para la mujer que trabaja. Recuerdo cuando yo trabajaba contigo en novelas costumbristas, y luego empezamos a hacer cosas menos arriesgadas. Te pregunté entonces por qué no volvíamos a hacer “Los de arriba y los de abajo”. Y tú dijiste porque cuando salió esa novela, la gente era optimista, quería verse en la pantalla.
Eduardo Adrianzén: Así es. Luego, la dictadura fue un horror y la recesión era insoportable. La gente quería irse, quería soñar.
¿Una comedia como “Óscar…” es oportuna para ser leída en una España en crisis? Santiago Roncagliolo: Allá todo el mundo está de mal humor. No quería seguir la tendencia de amigos escritores que dicen: “Este es el momento para que la gente reflexione sobre la crisis”. ¡Están hartos de la crisis! Por otro lado, es un momento en mi carrera en que me siento más seguro. Pienso que a estas alturas no tengo que demostrar nada. Y hacer una comedia es la manifestación de esa libertad.