Un hombre que encarna tanto el triunfo del arte más radical como de la voluntad. La noche del domingo, luego de más de una semana en cuidados intensivos, falleció el pintor limeño Rafael Hastings, víctima del cáncer, a los 75 años.
Teniendo contrato de exclusividad con galerías de Europa, el artista no participaba en el circuito comercial local, y no se prodigaba tampoco ofreciendo entrevistas. Era una condición con la que se sentía a gusto, pues como ya lo había comentado, alejado de cualquier actitud complaciente, afirmaba haber decidido alejarse de los curadores y las galerías, y más bien quiso adoptar un permanente perfil bajo. Artista independiente, Hastings evitó encargos profesionales y prefería trabajar solo en proyectos que le resultaran especialmente personales.
Para Fietta Jarque, periodista cultural y cercana al círculo familiar del pintor, más allá de las tendencias y de las modas, Rafael Hastings siempre supo dónde buscar las fuentes de su trabajo como artista. “En esa especie de premonición está el arte que se sustenta en lo profundo”, señala Jarque, quien recuerda que cuando Hastings regresó al Perú después de su larga temporada en Europa, fue como un vendaval en la escena local a principios de los años 80. “Fue un rebelde, un adelantado. Y siempre lo fue, a su manera. Con él se pierde a una de las grandes personalidades del arte peruano contemporáneo. Pero su obra sigue ahí, con su desafío y su humanidad palpitante”.
Hastings estudió pintura en la Academia de Bellas Artes en Bruselas y en el Royal College of Art en Londres. Desde 1967, cuenta más de un centenar de individuales internacionales, y sus obras se encuentran en las colecciones permanentes de diversos museos y otras privadas, tanto peruanas como extranjeras.
En cuanto a las retrospectivas de su obra, destacan las realizadas en el Palacio de las Artes de Beijing y en el Instituto Cultural Peruano Norteamericano en Lima, titulada “El futuro es nuestro” y celebrada en octubre del 2014, con el especialista Miguel A. López como curador. Exposiciones ambas que le permitieron retomar el circuito internacional.
EL FUTURO ERA SUYO
Justamente, en declaraciones para El Comercio, López define al artista como el vehículo poético de una imaginación sin tregua. “Su obra desarmó toda distinción entre disciplinas, desplazándose entre la pintura y el cine, entre la coreografía y el arte postal, entre la poesía y la música, entre el dibujo y las acciones sin nombre fundidas con el vivir cotidiano”, dice.
Como nos recuerda el reconocido escritor e investigador de arte, fue a mitad de los sesenta cuando Hastings realizó algunos de los primeros happenings en Lima. “Sus actos eran una provocación ante aquellos que demandaban un arte moderado en instantes de sobresalto social. Las revueltas estudiantiles de 1968 influenciaron en su progresivo rechazo al sistema artístico”, afirma.
Junto con su pareja, la coreógrafa Yvonne von Mollendorff, realizó acciones espontáneas –como aquella junto a Jorge Eielson en el metro de París–, rechazando siempre la etiqueta de “arte conceptual”. “Una de sus piezas más impresionantes y visionarias fueron los carteles manuscritos dedicados al crítico Juan Acha que exhibió en Lima en 1970, analizando su situación personal y laboral, sus compromisos institucionales y políticos”, señala López.
En los años ochenta, Hastings retomó los pinceles para desarrollar una pintura, a decir de su curador, inquietante y meditativa, en donde el cuerpo y el movimiento transfiguraban el pasado en presente. “Siempre vi a Rafael como un sabio del futuro, como un fabulador incansable dedicado a inventar delicadas caligrafías y dejarnos la tarea de descifrarlas”, explica.
“Si bien trabajamos juntos por muchos años, al salir de su casa siempre me acompañaba la sensación de estar tan solo a la orilla de una creación inconmensurable”, recuerda. “‘El futuro es nuestro’ fue una frase que me dijo muchas veces, para luego sonreír de forma cómplice. Rafael siempre estuvo por delante, su enorme obra es un testimonio apasionado de cómo un artista puede arañar lo infinito”, añade.
Entre sus creaciones más representativas, resalta su monumental mural de mosaicos, cuya extensión de un kilómetro cubre el frontis de la Universidad Nacional de Trujillo.
Entre los diversos galardones y distinciones recibidos a lo largo de su carrera, destaca el título de doctor honoris causa por la Universidad Nacional de Trujillo, el premio Codex de Pintura Latinoamericana, el premio Marzotto, el Premio de la Crítica Alemana y el Premio de la Bienal de Medellín, de Cuenca y de París.
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Herbert Rodríguez: arte crítico y reflexión social.
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