Revolucionario innato. Padre chileno de 32 hijos (reconocidos). Héroe callejero de férrea pelambre oscura, como cuando fijaba los ojos en la autoridad. Amigo del pueblo. Enemigo del modelo económico. Tres facebook, más de 6 mil seguidores, un documental y un videojuego en su honor. Allí donde las papas queman —una lluvia de piedras contra el rochabús, una lengua de agua sobre la multitud, una nube de gas pimienta—, allí mismo estaba el héroe liderando la marcha. Le llamaban Negro Matapacos y mientras su corazón latió fue la peor pesadilla de la policía chilena.
► Arte desde la profundidad del espacio
Puso sus caninos revolucionarios al servicio del gremio estudiantil, transportistas, colectivos obreros y amas de casa en las protestas de Baquedano, República, Avenida Matta y Estación Central. Hasta ese fatídico 26 de agosto de 2017 cuando un veterinario amigo decretó su deceso. “Fue una partida tranquila para lo agitada que fue su vida”, dijo el profesional, persignándose. Así se fue ese amigo leal y compañero de toda esa generación irredenta de las universidades Central, de Santiago de Chile (Usach) y Técnica Metropolitana (UTEM), casas superiores que se disputaron su tenencia.
Pero él era callejero por derecho propio. En las marchas atravesaba los pies de cientos de miles de estudiantes. Ya muerto, su imagen lideró la última asonada iniciada en octubre —la llamada “revolución de los 30 pesos”—: carteles, stickers, murales, historietas, esculturas de papel y esculturas en fierro forjado: una en Iquique, otra en Plaza Baquedano y un altar con su noble estampa en el Centro Cultural Gabriela Mistral de Santiago.
No se sabe exactamente si la imagen proviene de Valparaíso, Concepción o La Serena. O tal vez de alguna de las estaciones de metro de Santiago, virtual campo de batalla a partir del golpe tarifario del domingo 6 de octubre de 2019 generador de actos de evasión masiva, saqueos e incendios. Lo cierto es que la abrupta aparición de un joven protegido por una lata de señalética que le servía de escudo —“Pare”— terminó dando vida a un cómic diseñado por Guido Kid Salinas y Sebastián Castro, plumíferos enamorados de la cultura mapuche y creadores de “Pareman”, protestante encapuchado y de torso desnudo que salta entre parapetos junto al Negro Matapacos.
No menos épicas resultan las aventuras del Capitán Alameda, Nalcaman, el Estúpido y Sensual Spiderman, Ojo de Cóndor, Carancho y de la inacabable serie de Avengers chilenos, dignos representantes de una verdadera factoría Marvel trasandina que se fue instalando a la sombra de Camilo Marcelo Catrillanca Marín (1994 - 2018), activista mapuche asesinado por un carabinero de un balazo por la espalda. Su imagen puebla calles y plazas. La bandera de su pueblo fue izada por un descamisado en lo más alto de la estatua militar de Plaza Italia para la foto más icónica de las protestas, esa que movilizó a 1,2 millones de personas por el centro de Santiago el pasado 25 de octubre.
Dimensión canina
No era uno más de los 2 mil perros callejeros que viven en las aceras de Atenas: noble habitante de la céntrica plaza Sintagma, desde que las protestas del 2008 empezaron a incendiar la ciudad el mestizo color canela se fue ganando un lugar privilegiado en el sentimiento griego antisistema sobre cuatro patas. Por su probada capacidad de atravesar las llamas y hacer brillar los caninos frente a la élite policial griega, a Loukanikos —“salchicha seca” en heleno— la prensa lo inmortalizó como el “Che de las protestas”, el alcalde de Atenas lo llamó “un símbolo de la libertad” y la revista Time lo consideró personaje del año.
Por eso cuando la estatua del Negro Matapacos ubicada en la Plaza a la Aviación de Providencia fue vandalizada —la pintaron de verde militar antes de ser incendiada y destruida—, sus acólitos no mostraron preocupación alguna. “Está en una dimensión superior, junto a Loukanikos”, dijeron. Y cuando murió, la estatua del perro Hachikō —recordado por esperar a su amo, el profesor Hidesaburō Ueno, en la estación de Shibuya de Tokio incluso varios años después de la muerte de este— fue intervenida con el pañuelo rojo del Matapacos. Igual que la estatua del perro Balto, el heroico huski siberiano que sigue ladrando en Central Park.
“Toca la pantalla para correr a ese punto. Párate al lado de un policía para ladrar y asustarlo. No dudes en usar el botón de ‘súper ladrido’ para generar una onda expansiva de disuasión”, dicen los comandos del videojuego. Y mientras desde el otro lado lo gasean, el indoblegable quiltro de Chile sigue mordiendo. Entre cacerolazos, la banda sonora de estos tiempos.
También te puede interesar
► Adiós a la corona: una breve historia de las renuncias y abdicaciones de la realeza
► La Polla Records en Lima: Evaristo Páramo y el último alarido del punk | ENTREVISTA
► Un proyecto global de JR, uno de los fotógrafos más famosos del mundo, apunta a Barrios Altos
► Evelyn Merino-Reyna: fotografiando desde la perspectiva de una ave