La luz del sol se filtra en el salón al lado del bar del hotel Golf Los Incas en Surco. Gérard Depardieu no soporta el calor, se seca el sudor de la frente y desconoce, al menos por un momento, el susurro. Pide que le traigan agua con ansiedad y con una voz que remece, como si hubiera peregrinado por el desierto durante meses. También solicita que se cierren las cortinas, lo que arruina la luz y los espacios que Nancy Chappell, la fotógrafa de esta nota, eligió para hacer sus tomas.
No queda claro si se comporta con honestidad brutal o se metió en un personaje para activar un mecanismo de defensa. Es como un gigante gruñón que traslada una barriga notable y un corazón noble oculto por sus berrinches; un cascarrabias que mira con resignación la debacle del mundo. En esta caída, no obstante, él cree que el arte y la cultura aún pueden salvarnos (hoy es la última función de su obra en el Auditorio del Pentagonito en San Borja, en la que repasa varios papeles de su carrera).
Parece desesperarlo la idea de afrontar una entrevista. Depardieu advierte que se tiene que ir. Pero él se relajará, aunque eso tomará sus minutos.
—¿Cómo se convirtió en actor?
Oh, no me hagas esa pregunta.
—¿Por qué?
Porque nunca quise ser actor. Solo quería expresarme. Pero la actuación me seguía y me seguía.
—¿De qué está orgulloso?
De los trabajos que me permitieron encontrar y ver a la gente. Cuando era joven, amaba los discursos. Luego los redescubrí en los libros. Eso fue emocionante, porque nunca fui al colegio. Ahí te enseñan quién es Shakespeare o Molière. Nunca aprendí eso. Dejé pasar a Shakespeare, Molière y a todo el mundo.
—¿Algún arrepentimiento?
Los arrepentimientos son estúpidos y yo soy siempre un estúpido. Pero cuando uno va al colegio a aprender, uno es un idiota absoluto. No creo en los colegios.
—También ha dirigido. ¿Le hubiera gustado desarrollarse más como director?
Hubiera sido perverso. Todos los buenos directores son perversos.
—Muchos lo recuerdan como Cyrano de Bergerac. ¿Le fastidia que lo encasillen o le gusta?
Cyrano es un gran personaje de una gran literatura. Ahora cualquier actor puede interpretar a Cyrano, ¿sabes?
— Hay personas como el director Paul Verhoeven que…
No está entre mis preferidos. Hizo muchos filmes estadounidenses, y a mí no me gustan los filmes estadounidenses.
—Pero ahora él odia Hollywood. ¿Qué piensa de Hollywood?
No me importa. Estoy feliz por ellos, pero es una industria. Creo en la gente que vive en países como el Perú, que tiene una gran historia. La gente de Hollywood no tiene historia, o carga con solo unos 200 o 300 años de historia. Eso es todo. Ellos no saben dónde está Lima. No tengo nada que decir de ellos.
—¿Dónde vive ahora?
En Italia, Francia, Rusia y China.
—¿Qué ama de Rusia? [Depardieu, francés de nacimiento, adquirió la nacionalidad rusa en el 2013 tras discrepar con el Estado Francés por políticas de impuestos].
Su literatura, sus músicos. Tiene muchos creadores. Desafortunadamente, tiene una ideología de unos 70 años que no me gusta, así como hay ideologías de dictadores de otras partes que no me gustan.
—¿Qué piensa de su presidente Vladimir Putin?
Es un gran hombre, como el presidente del Perú, quien es muy inteligente y carismático. También he seguido a su nuevo ministro de Cultura. La que no me gusta es esa mujer que “asesina”. Espero que pongas esto.
—¿Se considera una persona con vocación política?
No, pero como mi trabajo es público, para los políticos soy una persona política. No me gustan los políticos. Me interesa la cultura de los países.
—Muchos jóvenes en Lima protestaron contra el Congreso por la posible censura al ministro de Educación. ¿Qué le parece?
Los apoyo. No me gusta el poder y esta mujer que lidera el Congreso ama el poder. Pero el que hizo las promesas es el presidente y ustedes tienen que estar orgullosos de él. Espero que esta mujer caiga.
—Última pregunta política: ¿qué opina de Donald Trump?
No entiendo la política estadounidense. Es una nación joven y ellos no saben que los indios que mataron vinieron de Mongolia, China y otros lugares 7.000 años antes que ellos. Ni se lo cuestionan. Y han sido racistas con todos.
—Hay muchas informaciones falsas en Internet…
Por eso no veo Internet. Pueden decir lo que quieran, así sean mierdas sobre mí.
—Quiero verificar datos. ¿En verdad dijo que la televisión argentina es la peor que ha visto en su vida?
Exageraron un poco. Lo que dije es que la televisión es igual en cualquier parte del mundo. La TV, como el ‘selfie’ e Internet, empobrece el vocabulario. Uno cree que sabe, pero todo en Internet es falso. Hay que tomar un libro para aprender de la historia.
—¿Es verdad que piensa producir vodka ecológico?
Es cierto. No es que vaya a emprender una cruzada ecológica a lo Leonardo DiCaprio, pero obviamente hay que preocuparnos por este tema. Es un asunto que tiene que ver con todas las bebidas. Si eres responsable con el medio ambiente, esto puede llevar a que mejoren los insumos y la calidad de los productos. Así no tienes una bebida de laboratorio.
EL ACTOR SE RELAJALa entrevista finaliza y Chappell, en el acto, le pide a Depardieu que pose para unas fotos adicionales. Él acepta a regañadientes, le da apenas unos segundos y le pide que solo le tome desde el pecho para dejar su barriga fuera del cuadro. Después se dirige al bar y se sienta en una banca de la barra. Sigue tomando agua. Ya no parece estar ahogado tras haberse arrastrado por el desierto.
Entonces el actor se muestra más cómodo. Nos llama y se anima a exponernos varias teorías:
–No tiene idea de por qué a los demás les podría interesar su trabajo de actor.
–Le apena la excesiva fijación en el mercado. A las personas se les han escapado sus almas. Solo el arte y la cultura pueden frenar el avance de la deshumanización.
–Me pregunta por qué me dedico al periodismo. Esboza una teoría de la conspiración y menciona a Internet, WikiLeaks y Snowden. Sugiere que bajo esas condiciones el periodismo ha perdido cualquier sentido.
–Reitera, una vez más, que su cuerpo de 67 años es indigno de un retrato fotográfico. Añade que él ya no importa y que solo le interesan los demás.
Aprovecho para someterlo a la clásica disyuntiva cinéfila de elegir entre los realizadores franceses François Truffaut y Jean-Luc Godard (Depardieu trabajó con ambos. El primero murió a los 52 años en 1984 y el segundo tiene 86 años). El actor escoge, al instante, a Truffaut: “Era una persona maravillosa y buscaba en el cine algo que ya no se hace: intentaba comprender a la gente”. Sobre Godard, él afirma: “Sé que es primo del presidente del Perú. Pero su cine me emociona mucho menos. Es muy intelectual”.
Tras ello, Depardieu contraataca. Me insiste en que hay que abandonar el periodismo para dedicarse a lo que uno realmente le apasiona. A su vez, la fotógrafa le solicita una nueva toma. El actor, por fin, cede sin poner restricciones. Chappell hace una toma de prueba. Se la enseña. La banca de la barra cubre parte de su panza. Depardieu revisa la imagen y comenta: “Está bien”. Chappell intenta otra toma, tal vez la última. Depardieu posa, sin quejarse. Clic.
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