Ya a fines de los años cincuenta, el por entonces joven crítico francés François Truffaut decía: “La película del mañana la intuyo más personal incluso que una novela autobiográfica. Los jóvenes cineastas se expresarán en primera persona y nos contarán cuanto les ha pasado: podrá ser la historia de su primer amor, una crónica de viaje… la película del mañana será un acto de amor”.
El tiempo se apresuraría en confirmar y a la vez desmentir esas palabras. Con la nouvelle vague de los años sesenta, Truffaut y sus compinches, entre ellos Godard, llevarían a cabo algunos ensayos de ese diario personal en forma de filme. Pero las cosas no serían tan simples. Entre los diarios hechos con amor, surgirían luego otros, ya no firmados por Truffaut o Godard, fabricados con frialdad y efectismo.
Desde las coordenadas del horror, “La bruja de Blair” es una variante de esa vieja idea. Más que un diario de viaje grabado con una cámara, es una ficción con la forma de diario o de documental privado. Lo que no significa, por supuesto, que no pueda ser un filme auténtico y vibrante. Cualidades que, lamentablemente, no consigue tener esta película, donde un grupo de jóvenes decide ir a las Colinas Negras cercanas al pueblo de Burkitsville, para averiguar qué pasó con una expedición anterior que terminó desapareciendo misteriosamente en sus alrededores.
A diferencia de “El proyecto de la bruja de Blair” (Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, 1999), primer título de la saga, esta vez no se aprecian las mismas cuotas de emoción y sutileza. En la cinta de 1999, nunca se llegaba a ver esa presencia sugerida, acechante pero siempre elusiva, que amenazaba a los jóvenes que testimoniaban su aventura. Ahora, el director Adam Wingard pareciera desconfiar del poder de la elusión, por lo que todo se desarrolla a desgano, y en vistas de un hecho sobrenatural que, cuando llega, no puede sorprender a un espectador demasiado distanciado de lo que está viendo.
Y es que el formato de “video documental casero” ya no es síntoma de autenticidad, o de creatividad. Es también una fórmula despojada de pasión. Como si el solo hecho de hacer una película simulando que se trata de un video privado fuera suficiente para transmitir algún afecto o idea. En “La bruja de Blair”, se pretende crear una sensación de paranoia y nerviosismo. El problema, sin embargo, es que no se delinean los temperamentos de las parejas que se presentan, una afroamericana y otra blanca, cuando esos rasgos de color son los únicos que podrían servir para individualizarlos.
A diferencia de la sensación voyerista que se inmiscuye en la intimidad doméstica de los actores no profesionales de la saga de “Actividad paranormal” –otro ensayo de horror hecho de un ficticio “material documental encontrado”–, esta vez solo tenemos correrías previsibles en el bosque, y una vuelta de tuerca bastante avisada por parte de los lugareños “invitados” para servir de guías a los protagonistas.
Es verdad que estamos muy lejos de la excitación hormonal de los adolescentes de los años ochenta (como los de “Viernes 13”). Pero eso no significa que los jóvenes de “La bruja de Blair” deban ser anémicas fichas de un simulacro de horror. Por eso mismo, quizá lo mejor sea esa casa misteriosa que aparece hacia el final, madriguera de miles de puertas y ventanas que hace el corolario de la historia. Y es que películas como actos de amor o de angustia –como quería Truffaut– no tienen nada que ver, estamos seguros, con esta bruja de Blair
AL DETALLECalificación: 1 estrella de 5Título original: “Blair Witch”. Género: horror, thriller.País: EE.UU., 2016.Director: Adam Wingard. Actores: James Allen McCune, Callie Hernandez, Corbin Reid.