Hablar de Eartha Kitt remite a canciones apasionadas, presencia escénica y felina sensualidad. El atractivo exótico que la hizo popular en la década del 50, la convirtió, a manera de homenaje en la década siguiente, al papel de Gatúbela televisiva. Apenas necesitó accesorios para interpretar a la villana que maulló al oído de Batman en la temporada de 1968.
El periodista británico John L. Williams es el autor de la única biografía escrita sobre ella: “America’s Mistress: The Life and Times of Eartha Kitt”, publicado en 2013. Hasta entonces, la única fuente de información sobre su extraordinaria vida eran sus propias memorias, poco confiables por contradictorias y fantasiosas. El periodista del “Daily Mail” localizó a los amigos, parientes y colegas sobrevivientes de la diva, y recuperó desde pequeños sueltos de diarios locales hasta reportajes de las principales revistas de música y cine de la época para entender el estado de ánimo de una sociedad que aplaudió a Kitt en su mejor momento y luego la dejó caer en desgracia en la década de 1970.
La relación de Eartha Kitt con los medios de la comunidad negra, tales como las revistas “Jet” y “Ebony”, y con el movimiento de los derechos civiles se vio contaminada por su origen racial mixto. Por un lado, se reconocían sus orígenes humildes y su ascenso hasta convertirse en una de las voces más populares del país. Sin embargo, jamás se la consideraba “lo suficientemente negra” como para encarnar los ideales de la comunidad afroamericana.
Eartha Mae Kitt nació un 17 de enero de 1927 en el pueblo de Bull Swamp, condado de Lexington, en Carolina del Sur. Su padre era el hijo del dueño de la hacienda donde su madre, Annie Mae, recogía algodón. Tras su muerte (se sospecha de un suicidio) a los 8 años fue enviada a casa de una abusiva tía en el Harlem de los treinta, cuando reinaban Duke Ellington y Cab Caloway en el escenario del Cotton Club.
Su debut en la escena fue como bailarina en la compañía de Katherine Dunham, el primer grupo de danza estadounidense de integrantes íntegramente afroamericanos. En medio de las giras, mostró gran habilidad para aprender idiomas, Llegando a practicar cuatro y a cantar en siete: español, sueco, portugués, alemán, turco, swahili y un delicioso francés.
Eartha dejó la compañía luego que la señorita Dunham recelara de las atenciones que recibía la joven estrella. Abandonó el grupo de gira por París, ciudad en la que el director Orson Welles preparaba una versión libre de “El Doctor Fausto” de Christopher Marlowe y buscaba quien interpretara el papel de Helena de Troya. Descubrió a Eartha cantando en un cabaret, e inmediatamente supo que era la indicada para el papel. El romance entre ambos se hizo público, aunque ella no lo comenta en sus memorias. Por su parte, Orson Welles la describió como “la mujer más emocionante del mundo”.
Kitt se hizo conocida por una serie de canciones frívolas que narraban la aspiración de una mujer por casarse con un millonario. Curiosamente, en su vida privada sus romances parecían seguir el mismo guion. Antes y después de Welles, fueron numerosos romances de corta duración a causa de la indignación de las familias de la sociedad blanca estadounidense.
Con el respaldo de Welles, ella fortaleció su reputación profesional. Lanzó su carrera musical en París y triunfó en los más célebres cabarets. Luego regresó a Nueva York para presentar su espectáculo “La vie en Rose” en Broadway, donde sedujo con su exótica presencia felina, acompañando sus actuaciones de gruñidos felinos y ronroneos.
A ello le siguió el éxito de su primer sencillo con RCA, “Two lovers”, seguido de cerca por “C’est si bon” y otros álbumes exitosos. Langston Hughes, poeta, novelista y columnista afroamericano, describe así su trabajo: “Eartha Kitt parece una gata, ronronea cuando canta, se encoge de hombros cuando camina y me pregunto qué hace cuando habla”. Su influencia llegó a tal punto que Albert Einstein la invitó a su casa a tomar el té. Y aunque fue una velada amable, se divirtió más con James Dean, quien la llamó en medio de la noche para llevarla de paseo en su motocicleta.
—La chica amarilla—
En 1960, se casó con el agente inmobiliario Bill McDonald, y su hija Kitt nació en noviembre del año siguiente. En los años de mayor discriminación racial, tanto negros como blancos le abucheaban en escena a causa de su matrimonio con un hombre blanco. Por cierto, actores como Sidney Poitier y Harry Belafonte tenían novias blancas, pero nadie los criticaba por ello. Lo cierto es que Kitt resultaba muy oscura para unos y muy clara para otros. Siempre se sintió, como le llamaban en la granja de su infancia, “la chica amarilla”.
El matrimonio terminó en 1964. De aquellos años brilla su álbum “Sentimental Eartha”, que incluye una poderosa versión en inglés de “Angelitos negros”, que ya había grabado antes en perfecto castellano, poema del venezolano Andrés Eloy Blanco musicalizado por el bolerista Manuel Álvarez Rentería e interpretado previamente por Pedro Infante y Antonio Machín. La voz perfecta y elegante de la diva plasma su indignación con el racismo de la época, como lo hicieron sus contemporáneas Nina Simone y Billie Holliday. Los suyos eran discos especialmente sensuales e intrigantes para los estándares de la época, con cubiertas sexys que envolvían vinilos que imitaban la piel de leopardo.
—La gata en la pantalla—
En 1967 aceptó reemplazar a Julie Newmar en el papel de Gatúbela en la serie “Batman”, convirtiéndose, junto con Nichelle Nichols, la teniente Uhura en “Star Trek”, en la primera afroamericana en obtener un papel protagónico en la televisión estadounidense. Sin embargo, un año después, su carrera sufrió un duro golpe luego que ‘Lady Bird’ Johnson, esposa del presidente Lyndon B. Johnson, la invitara a almorzar en la Casa Blanca. En plena guerra de Vietnam, Kitt hizo llorar a la primera dama al espetarle: “Usted envía lo mejor de este país a ser fusilado y mutilado”. La reacción del gobierno fue brutal: Kitt perdió el trabajo en la televisión y la CIA se empeñó en investigarla. La cantante tuvo que mudarse a Londres y no fue hasta que cambió el inquilino de la Casa Blanca, cuando Jimmy Carter la invitó a comer, cuando Eartha tomó el camino del regreso. En efecto, tras volver a Broadway en 1978, fue nominada a su primer premio Tony.
A los 80 años, la cantante aún coqueteaba con los hombres en la audiencia y ronroneaba para los fanáticos de la nostalgia. Falleció a los 81 años la Navidad del 2008, a causa de un cáncer colorrectal. Su hija, Kitt Shapiro, siempre estivo a su lado. Como dice Williams, su biógrafo: “La suya es la historia de una de las mujeres más singulares de su edad: una artista estadounidense negra que nunca permitiría verse reducida a un estereotipo racial, que siempre insistió en su individualidad”.