Para el director holandés Paul Verhoeven, Hollywood está lejos de ser el paraíso. Es, más bien, un lugar en el que campean la pacatería, el infantilismo y la repetición de esquemas hasta la náusea (la mayoría de sus filmes se oponen a esos desatinos y ganas de aburrir). Verhoeven tuvo un paso brillante por Hollywood en los 80 y 90, y regresó a Europa cuando sintió que ya no encajaba ahí.
Ahora el cineasta vuelve a confirmar su valía con “Elle” –que se estrenará el jueves en el UVK Basadre de San Isidro–, sobre una mujer (Isabelle Huppert) que dirige una compañía de videojuegos y que tiene un carácter de hierro. El quiebre ocurre cuando ella es violada en su casa por un misterioso enmascarado. Pero la protagonista no llamará desesperada a la policía. Ella elegirá planear una venganza o, mejor dicho, entregarse a un juego retorcido.
Suele pasar en las películas de Verhoeven: en ellas, más de una mujer destruye las convenciones, decide ser dueña de su destino y se entrega sin restricciones a sus pulsiones. Todo ello contado con una atinada dosis de ironía y humor negro, como es habitual en la mirada de este realizador de 78 años que es un fan confeso de Alfred Hitchcock, el maestro supremo de los juegos macabros en un mundo donde nada es lo que parece.
Sobre su sarcasmo, el director ha comentado en diversas ruedas de prensa que, si nos tomamos las cosas demasiado en serio, lo único que nos quedaría sería el suicidio. Se sabe que la ironía bien llevada es un signo de inteligencia.
-
—Salvajismo y sofisticación—
Los restos de humanidad en medio de la barbarie, o cómo perder la cabeza entre los arrebatos sexuales y los instintos de supervivencia o autodestructivos: la filmografía de Verhoeven se ha fijado en estas y otras obsesiones.
Además, el holandés es un realizador altamente valorado por los especialistas gracias a su estilo. Hay escenas suyas que son terapias de choque (remítase a la crueldad y corrupción desatada en “Robocop”, la versión de Verhoeven sobre la muerte y resurrección de Jesucristo) o que aspiran a perdurar en el imaginario colectivo (el cruce de piernas de una Sharon Stone sin ropa interior en “Bajos instintos” es una de las escenas más citadas en la historia del cine). Es un estilo que huye de la chapucería como si esta fuera la peste y que no teme en meter la cámara para celebrar lo que otros consideran indigno (hay emociones en ese incomprendido espectáculo de cabaret que es “Showgirls”).
Recientemente, Hollywood presentó los 'remakes' de dos obras de Verhoeven: “Robocop” y “El vengador del futuro” (“Total Recall”). Es probable que los magnates de la industria del cine se hayan fijado en su aliento futurista y en su potencial de acción. Y en nada más. En estas nuevas versiones, la ironía y el estilo sin concesiones han sido extirpados. Que Verhoeven se quede en Europa.