La idea no fue consensuada. Bernardo Bertolucci y Marlon Brando querían ir más allá de la actuación y obtener una reacción verídica o de la vida misma, por lo que no le avisaron a Maria Schneider que se iban a emplear nuevos elementos en esa secuencia de “El último tango en París” (1972). El cineasta y el actor estaban dispuestos a cometer esa falta.
En años recientes, cuando la polémica sobre la película se reactivó y las acusaciones de ser cómplices de una violación recrudecieron sobre ellos, Bertolucci emitió un comunicado en el que afirmó que Schneider estaba al tanto de la agresión sexual en esa escena. También anotó: “Maria lo sabía todo porque había leído el guion, donde estaba todo descrito. La única novedad fue la idea de la mantequilla”.
Quedará en el misterio si hubo sexo real en esa escena de un filme que explora los desbordes y límites de la pasión entre dos personas que apenas se conocen. Bernardo Bertolucci murió ayer a los 77 años por las complicaciones de un cáncer de pulmón; Maria Schneider falleció en el 2011 a los 58 años; y Marlon Brando nos dejó en el 2004 a los 80 años.
Lo que sí se sabe es que, durante el rodaje, Brando tenía 48 años y Schneider contaba con 19. Ella se sintió humillada, y Bertolucci fue consciente de ello. Incluso la actriz acusó al cineasta de haberle robado la juventud. En el 2007, Schneider señaló al diario británico “Daily Mail”: “Me sentí humillada y, para ser honesta, también un poco violada, tanto por Marlon como por Bertolucci. Después de la escena, Marlon no me consoló ni se disculpó. Afortunadamente, hubo una sola toma”.
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CÁMARA INQUIETALa colisión de esos flujos vitales obsesionó a Bertolucci. Y él entendía que esta fijación era indesligable de las circunstancias. Al realizador lo marcó a fuego la revolución de Mayo del 68. Pero, por suerte, sus inquietudes ideológicas estuvieron acompañadas por un prodigioso sentido cinematográfico. El italiano no pretendía imponer de manera panfletaria una verdad absoluta. Lo que priman en sus películas son las turbulencias y las contradicciones de los individuos o de la historia: esos choques vitales, intelectuales, políticos o culturales. Y las plasmaba mediante imágenes exuberantes o íntimas, tan admirables como rebosantes de fatalidad.
Tal conciencia audiovisual de Bertolucci se debía a su formación cinéfila. Para qué ir a una escuela de cine. Había que nacer con una sensibilidad determinada y dejarse impresionar por las referencias adecuadas. La libertad, la naturalidad, la violencia, la poesía, la innovación y la falta de pompa de la Nueva Ola francesa fueron determinantes en su educación en la pantalla grande. También fueron claves la crudeza y la posterior sofisticación del neorrealismo italiano.
El salto a la realización vino de la mano del azar y del arrojo o irresponsabilidad juvenil. Cuenta la mitología que Pier Paolo Pasolini se había mudado al edificio en el que vivía un Bertolucci veinteañero. Un día se encontraron en la puerta. Pasolini estaba preparando su primer largometraje y le consultó: “¿Te gustan las películas, verdad?”. Luego le propuso que fuera su asistente. Bertolucci respondió que nunca había hecho algo parecido.
Pasolini le contestó que él tampoco había dirigido una película.Poco tiempo después de trabajar con Pasolini en “Accattone” (Vagabundo), Bertolucci en 1962 hizo su debut en el cine con “La cosecha inútil”. Su trama es impulsada por el hallazgo del cadáver de una prostituta en un parque. Una carrera excepcional comenzaba.
EL HOMBRE Y EL DESTINOBertolucci fue un muy buen lector. No sorprende que haya adaptado la novela “El conformista” de Alberto Moravia, con resultados magistrales. La película de 1970 es plenamente cinematográfica y esquiva las trampas de la adaptación literaria para seguir a un hombre que debe matar a su antiguo mentor por encargo del fascismo. Tan perversa como enigmática e hipnótica.
Otro clásico del italiano es “Novecento” (1976), de más de cinco horas, una duración que solo sería viable en la actualidad a través de una serie en alguna plataforma de streaming. Se trata de un fresco histórico, social y político estupendo que empieza al norte de Italia, con un devenir que contrasta posiciones ideológicas.
También es un momento alto “El último emperador” (1987), rodada en la misma Ciudad Prohibida de China gracias a la autorización del Partido Comunista. El protagonismo recae en el último monarca de este país. La película –que ganó nueve premios Óscar, incluyendo el de Mejor Filme– lo sigue desde que es un niño, preso de un destino del que no puede escapar.