Hay dos Steven Spielberg. El de “Los cazadores del arca perdida”(1981) y el de “La lista de Schindler” (1993). El sofisticado filme de aventuras como divertimento familiar y la película histórica de alto calibre artístico. Un director que prefiere no abandonar el concepto popular de la fantasía escapista, ligado a la infancia y adolescencia. Pero siempre con la conciencia de luego hacer un arte más oscuro y adulto, de exigencias estéticas mayores.
“Ready Player One: comienza el juego” pertenece al primer grupo. Es el Spielberg lúdico y ligero, que reivindica el vértigo de las búsquedas del tesoro, los universos exóticos con tesitura de juguetería, el asombro ante la aparición de criaturas muy diferentes a los humanos (como en “E.T.: el extraterrestre”, de 1982). Esta vez, el veterano cineasta decide volver a su alma de niño. Y, de paso, saldar cuentas con la generación 'millennial'.
Esta adaptación de la novela homónima de ciencia ficción de Ernest Cline se ubica en el 2044. Un futuro distópico en el que la mayoría de la población sobrevive en pequeños departamentos del tamaño de casas rodantes cochambrosas. El paisaje urbano se asemeja a un gigantesco basurero y los habitantes están ensimismados en un videojuego que es, también, realidad virtual. Todo gracias a lentes especiales y sensores en manos y piernas.
Wade (Tye Sheridan), secundado por una pandilla de amigos, es quien tendrá la sensibilidad emocional para intentar ganar el juego ideado por el gurú Halliday (Mark Rylance). Conocer el alma de este demiurgo –artista de las computadoras que tiene de Steve Jobs y del propio Spielberg– permitirá a Wade adentrarse en la fantasía virtual parecida a la versión posindustrial de “Alicia en el país de las maravillas” (2010), de Tim Burton.
“Ready Player One” es, además, un retorno de la banda suburbana de los “Goonies” (1985) –del director Richard Donner, con producción de Spielberg– y del “E.T.” que supo encomiar el cineasta J. J. Abrams con “Super 8” (2011). En tiempos de “Stranger Things” –fría apropiación de este universo infantil–, el director más poderoso del mundo enseña que todavía es capaz de poner a unos chiquillos en combate. Eso sí, con el suficiente candor e inteligencia como para hacer frente a una rufianesca corporación de adultos sin ninguna empatía.
Hay buenos momentos. Especialmente los de las carreras de autos de los primeros minutos –es difícil no pensar que así debió haber sido la horrorosa “Meteoro” (2008), de las hermanas Wachowski–. También son inspiradas las secuencias de homenaje a “El resplandor” (1980), de Stanley Kubrick. Muchos espectadores agradecerán estas referencias a la cultura pop de los ochenta, en tanto los competidores tienen que conocer los guiños a bandas de rock, videojuegos, series y películas para poder encontrar las salidas y acceder a otro nivel.
Pero algo falla. La aventura se hace larga, redundante, errática. Sus dos horas y 20 minutos de duración son un grave error. Ni “E.T.” ni “Los cazadores del arca perdida”, ni “Las aventuras de Tintín” (2011) necesitaron más de dos horas para ser efectivas. Hacia la mitad, el vitalismo de los muchachos, sus enamoramientos y complicidades se ven aplastados por el fragor de una acción mecanizada y ahogada en efectos especiales.
El problema de “Ready Player One” es que se muerde la cola. Si bien pretende dar una lección de humanismo ante los excesos tecnológicos de la generación 'millennial', termina por hipotecar demasiado de sí misma en una rutinaria animación digital. Más allá de la nostalgia –que acá se siente sincera cuando escuchamos “Jump” de Van Halen, por ejemplo–, y de la frescura de Sheridan y Olivia Cooke, su coprotagonista, el filme se hace viejo. Y propicia que su erudición sea una trampa más, entre batallas ruidosas o anodinas.
Título original: “Ready Player One”. Género: aventura, acción, ciencia ficción. Director: Steven Spielberg. País y año: EE.UU., 2018. Elenco: Tye Sheridan, Olivia Cooke, Mark Rylance.Calificación: 2.5 / 5.