RODRIGO BEDOYA (@zodiac1210)
“Japy Ending” plantea una fórmula que el cine peruano había trabajado antes, aunque de distinta forma: la cinta episódica, en los que varios realizadores dirigen distintas historias bajo una temática que las une. En este caso, se trata del fin del mundo: el filme nos muestra a distintos personajes que lidian, cada cual como puede, con el inminente Armagedón. Algunos lo hacen reconciliándose con los seres queridos, otros drogándose, otros tratando de recobrar la chispa perdida de la juventud, algunos casándose a último momento y uno que otro corriendo desnudo, mientras los suicidios se acumulan y las calles se sienten totalmente vacías. La película, sin embargo, a diferencia de “Cuentos inmorales”, por poner un ejemplo, no separa sus historias, creando un filme coral en la que las situaciones corren paralelamente.
Si la propuesta resulta curiosa, lamentablemente la ejecución no es convincente por diversas razones. Una de ellas es la excesiva verbosidad en la que caen algunas historias. Un claro ejemplo es aquella en la que participan Pietro Sibille, Paloma Yerovi y Fiorella Rodríguez. Lo que pudo haber sido un ágil y filoso intercambio de diálogos entre los dos primeros actores termina sintiéndose demasiado recitado, principalmente porque no se encuentran mecanismos, que no sean el diálogo en sí, para darle a la situación el ritmo necesario. Lo mismo se puede decir, por ejemplo, de la historia con Junior Silva y Sandra Vergara, que desaprovecha la tensión sexual que se podría generar entre los dos actores (él, un cura que busca poner fin, antes de morir, a su celibato; ella, su mejor amiga) y, de nuevo, apuesta por el diálogo como único mecanismo para explicar (que no es lo mismo que transmitir) la carga, entre divertida y sensual, que existe entre los personajes. El humor que busca generar el filme, poniendo a sus protagonistas en estas situaciones extremas antes del fin del mundo, se siente por momentos demasiado explicado, lo que impide que adquiera la fluidez buscada. Otro punto que juega en contra del filme es la sobreactuación que se encuentra en algunas historias. La de las drogas, protagonizada por Carolina Cano, Pablo Saldarriaga y Andrés Salas (y que es la más delirante de todas) se ve perjudicada justamente porque el delirio se carga demasiado en la gesticulación y exageración de sus actores, lo que hace que todo parezca estar un decibel más arriba de lo que debería. La historia de Claudia Ruiz sufre un poco de lo mismo: su interacción con la voz de su madre puede ser divertida una vez, hasta dos, pero después el mismo tono exagerado hace que cada nueva aparición de la historia ya se sienta repetitiva.
Los logros mayores del filme quizá estén en la historia de Nicolás Fantinato, Luis Baca y Manuela Camacho: se trata de la propuesta más modesta y sobria del filme, y es sostenida muy bien por sus actores. Y las pariciones, cortas y fugaces, de Óscar López Arias corriendo desnudo porque le da la gana le aportan un poco de agilidad a una propuesta que no consigue, en su totalidad, la fluidez que requería.
-