En medio de un mercado que no se cansa de retratar las historias de la juventud, Campanella es parte de la resistencia. Los relatos de amor y los cuentos de las amistades que se ven en la pantalla grande se sitúan, casi siempre, desde el momento en el que las personas se conocen y abarcan los pocos días o meses que dura la relación. Hay casos, es verdad, en los que las elipsis llegan hasta muchos años después, pero siempre queda la sensación de que nada ha cambiado.
Allí, luchando contra lo que marcan las tendencias mundiales, se sitúa Juan José Campanella. Él, confiesa, gusta de retratar las relaciones de larga data. “Me interesa –anota el cineasta argentino– contar cómo se va transformando el amor, cómo se va adaptando a las nuevas realidades, cómo los participantes van creciendo juntos o no. Son cosas que generalmente no se cuentan y a mí me fascinan porque creo que tienen mucho que ver más con nuestras vidas”. Sus cintas “El hijo de la novia”, “Luna de Avellaneda”, “El secreto de sus ojos”, “Metegol”, así como su adaptación al teatro de “Parque Lezama” o su creación “¿Qué hacemos con Walter?”, son la prueba.
Su interés por ese tema en particular le ha causado alguno que otro problema. El proceso de llevar “El cuento de las comadrejas” –que se estrena mañana en nuestra cartelera– a buen puerto así lo demuestra. “Tenía comentarios fabulosos, pero cuando veían que los protagonistas eran cuatro personas mayores la gente se asustaba, cosa que a mí me parece muy injusto –agrega Campanella–. [El argumento era que] al cine van los jóvenes y pensaban que no se iban a identificar con los personajes. La paradoja es que de todas las películas que hice yo, incluso ‘El secreto de sus ojos’, esta es la que más le ha gustado a los jóvenes. Creo que tiene que ver con que los actores son tipos muy ‘cool’ y muy transgresores, muy incorrectos, políticamente hablando”.
En efecto, lo que Campanella ha conseguido con “El cuento de las comadrejas” es un relato ágil y astuto en el que hasta él mismo se divierte en la composición de los planos. Se trata de una versión muy personal de “Los muchachos de antes no usaban arsénico”, comedia negra que el maestro y gran amigo de Campanella, José Martínez Suárez, escribió y dirigió en 1976. Eso sí, gran parte del éxito del largometraje se debe al oficio de los cracks que la protagonizan. “Siempre tuve claro que tenía que ser actuada por cuatro glorias del cine –anota el director–. Era importante también que ellos tuvieran mucho sentido del humor, pero un humor a cara de perro, como decimos nosotros, es decir, sin hacerse los graciosos. Por eso trabajé con Graciela Borges, una enorme diva de nuestro cine; Marcos Mundstock, un Les Luthiers icónico para nosotros; ni hablar de Luis ‘Beto’ Brandoni; y Óscar Martínez, uno de los mejores actores que tenemos”.
—El regreso del cineasta—Diez años tuvieron que pasar para que Campanella volviera a trabajar con actores de carne y hueso. Él explica que la decisión fue una mezcla de una agenda ocupada –ni bien terminó “El secreto de sus ojos” (2009) empezó a trabajar “Metegol” (2013), cinta animada que le demandó varios años–, y un gusto muy particular (casi obsesivo) de las empresas en las que se involucra. “Si voy a hacer una película tiene que ser sobre algo que me guste muchísimo, muchísimo, muchísimo –remarca el argentino–. Tengo que estar absolutamente convencido de que será una película que yo mismo quiera ver y que no haya visto una mejor en su estilo. Por eso me cuesta mucho encontrar el material. En la televisión uno está más relajado, pero con las películas uno trata de hacer algo que sea visto dentro de 20 o 50 años. Una película es como una sinfonía y un programa de TV una sonata”.
Coincide que, para marcar su regreso, Campanella haya elegido una de sus cintas favoritas del acervo fílmico argentino. Lo hace, además, resaltando el humor en su código más incorrecto y provocador. Teniendo en cuenta el contexto mundial en el que hasta se busca censurar el humor, ¿el cineasta habrá dudado o sentido miedo de su apuesta? “Sí, totalmente. Lo pensé –reconoce el autor–. La verdad es que fue una apuesta porque ahora ya no sabemos de qué podemos reírnos y de qué no. Es una pena porque, justamente, el humor casi que fue inventado para poder reírnos de las cosas más sagradas. Por suerte, no solo no hubo problemas, sino abrazos y carcajadas y carcajadas en los cines. Quizá porque otras películas se cuidan demasiado esto haya sido más refrescante”.
—Más sabe el diablo por viejo—Si bien “El cuento de las comadrejas” puede parecer un duelo entre la vejez y la juventud –en la cinta se ve cómo una pareja de muchachos quiere timar a un grupo de ancianos para apropiarse de su casa–, Campanella señala que él entiende el argumento de otra forma. “Creo que es la lucha entre el pragmatismo y el romanticismo –dice–. Es el enfrentamiento de una manera de ver el mundo como solamente un cúmulo de hechos y al pan pan y al vino vino, y donde ganar es lo único que importa, frente a un mundo en el que importan los sentimientos más que los valores, porque son viejos bastante perversos que tienen un sentimiento de amor y amistad entre ellos que es más fuerte que todo, a pesar de que están agrediéndose con bromas todo el tiempo”.
Sus aliados, como se esperaba, dan la talla, y lo que inicia como un relato que retrata a unos ancianos cínicos y brutalmente honestos, se termina dibujando como una historia de lealtad inquebrantable hasta la muerte.
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FILMOGRAFÍA ESENCIAL1 “El secreto de sus ojos” (2009)
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2 “Metegol” (2013)
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3 “El hijo de la novia” (2001)
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