GABRIELA MACHUCA CASTILLO
Suele ocurrir esto todos los días en el Museo Nacional de Historia Estadounidense, en Washington DC: entre decenas de salas e invaluables tesoros, la gente busca entusiasmada un par de zapatos. Rojos y brillantes, para más detalle. Dicen quienes trabajan allí para el Instituto Smithsonian, que el par es uno de los artículos más visitados y fotografiados de la colección permanente que conserva orgullosamente y bajo siete llaves joyas de la cultura popular de ese país. Los usó la mítica Judy Garland al interpretar a Dorothy Gale en la pieza de 1939 que es hoy una leyenda de la cinematografía mundial: El mago de Oz. La emoción por los taquitos se entiende porque son en esencia la película, y esta, sin duda, una de las más queridas de todos los tiempos.
Setenta y cinco años después de su estreno, todo lo relacionado a esta pieza sigue conmoviendo y generando interés por fanáticos del filme y estudiosos del séptimo arte. La pieza permanece en el corazón de millones, y por supuesto, también de Hollywood. Por eso, a propósito de la efeméride, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas le rendirá un homenaje en la ceremonia del Oscar el 2 de marzo.
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Como sucede con muchas cintas que se vuelven épicas, el origen está en un libro, en este caso, El maravilloso mundo de Oz (1900), de L. Frank Baum. Explica Ana Loli, encargada de las publicaciones de niños y jóvenes de editorial Santillana, que la obra infantil del estadounidense se extiende más allá de la centena, pero que las publicaciones referidas a Oz son aquella y otras 13. La trama da cuenta de las aventuras por las que atraviesa Dorothy para volver a su hogar en Kansas, luego que una tempestad la llevara hasta un mundo desconocido y mágico. Allí deberá buscar al famoso mago para que este le indique el camino de regreso. En el ínterin conocerá y será acompañada por amigos entrañables como el espantapájaros sin cerebro, el hombre de lata sin corazón y el león sin valor. Además se hará de una enemiga, la bruja malvada del oeste, quien querrá robarle a toda costa los zapatos rojos, pues poseen un poder especial.
El clásico de 1939 no fue el primer filme inspirado en la creación de Baum. De hecho, ya se habían realizado adaptaciones cinematográficas e incluso versiones para el teatro. Sin embargo, fue con este que la ficción se apropió de su sitial en el tiempo. El crítico de cine Ricardo Bedoya sostiene que son varios los motivos, no obstante destaca tres.
“En principio, es un relato universal. Trata sobre el aprendizaje, la madurez. Cuando Dorothy está en la granja todo se ve blanco y negro, literalmente además, pero cuando llega a la tierra de Oz el mundo se ve a color. Lo que ella está haciendo, en verdad, es un rito de iniciación, de paso. Y lo hace de la mano de tres personajes que encarnan valencias distintas y otros que simbolizan claramente el bien y el mal”, reseña.
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