Martin Scorsese es pasión por el cine. Por rodarlo, por devorarlo y por preservarlo. Autor de “Taxi Driver”, “The Last Temptation of Christ” o “The Departed”, el neoyorquino de origen siciliano es también el cineasta que descubrió a Robert de Niro y sublimó a Leonardo di Caprio.
Pero ante todo Scorsese es un cinéfilo incorregible que con solo 11 años escribió su primer guión, para el que esperaba contar con estrellas como Marlon Brando y Burt Lancaster, como atestigua la minuciosa retrospectiva que hasta el próximo 14 de febrero le brinda la Cinemateca de París, que preside el laureado director Costa-Gavras.
El pequeño Marty empezó a acariciar ese desmesurado amor por el séptimo arte a través de la televisión en blanco y negro de su casa familiar de Little Italy, el barrio italiano de Nueva York donde se crió entre un imaginario de reliquias católicas y salsa boloñesa.
El asma privó al frágil chico de pelo negrísimo de corretear por esas calles que magistralmente llevó después al cine en cintas como “Mean Streets” o “Goodfellas”, donde imperaban los estrictos códigos de conducta de las mafias italoamericanas y los matones de barrio.
Y su “mamma italiana”, de nombre Catherine y omnipresente en su filmografía, le convirtió por ello en un asiduo a la quietud de las salas de cine, lo que favoreció que, tras haber amagado con meterse a cura, terminara estudiando cinematografía en la Universidad de Nueva York.
La cinefilia de Scorsese, bruñida ahora en aulas académicas, desembocó inevitablemente en Alfred Hitchcock, maestro al que imitó, exprimió, emuló y homenajeó en incontables ocasiones.
Durante toda su vida, Scorsese se rodeó de colaboradores de Hitchcock (1899-1980), como el compositor de la música de “Vértigo” Bernard Herrmann, a quien encargó la banda sonora de “Taxi Driver”, el diseñador de producción de “The Man Who Knew Too Much”, Henry Bumstead, a quien empleó en “Cape Fear”, o el grafista de “Psycho”, Saul Bass, a quien reclutó para “Casino”.
La muestra se fija especialmente en el cortometraje “The Key to Reserva”, que el neoyorquino rodó en 2007 por encargo de la marca española de cava Freixenet a partir de un pedazo de guión del director de “The Birds”.
La exposición, concebida originalmente para la Cinemateca de Berlín, renuncia al orden cronológico y avanza por temas en la biografía de Scorsese, a través de maquetas, pósters, proyecciones, guiones, fotos, premios o “story boards” (guión gráfico), que trabaja con un detalle extremo, anticipando los movimientos de cámara y la duración de cada plano.
Y también cartas, como las que le enviaron Sidney Lumet, Liza Minelli, Frank Capra o Steven Spielberg cuando requirió su apoyo para pedirle a Kodak que actualizara sus archivos cinematográficos.
Ese esfuerzo por preservar la memoria del cine cristalizó en 1990 en la creación de la Film Foundation, dedicada a preservar y restaurar películas antiguas. Le apoyaron, entre otros, Stanley Kubrick, Clint Eastwood, Francis Ford Coppola, George Lucas o Steven Spielberg.
Estos tres últimos cineastas tuvieron el honor de entregarle, en su cuarta nominación, el Óscar al mejor director por “The Departed”, en la que colocó delante de la cámara a Di Caprio, su gran actor fetiche junto con Robert de Niro.
La exposición de la Cinemateca de París termina con un área dedicada a la música pues, además de cinéfilo, el neoyorquino es profundamente melómano.
Esta pasión le llevó a rodar el vídeo de “Bad” para Michael Jackson, el documental “No Direction Home: Bob Dylan” y “Shine a Light”, la grabación en directo de un concierto que el grupo The Rolling Stones ofreció, cómo no, en el Nueva York interminable de Martin Scorsese.
(Fuente: EFE)
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