Fuera del estrellato, la argentina Miriam Alejandra Bianchi fue maestra jardinera y madre de familia. Pero algo le faltaba o angustiaba. Ella buscó llenar ese vacío con la música desafiando prejuicios familiares y sociales.
Ya como ícono popular, eligió el nombre de Gilda en homenaje al personaje de la ‘femme fatale’ Rita Hay-worth, se rodeó de músicos peruanos y entonó “No me arrepiento de este amor”, ese himno inmortal de la cumbia. Muchos fans creen que sus canciones producen milagros. Gilda, ídolo y santa.
Todo se interrumpió en 1996. La cantante, con 34 años, murió en un accidente automovilístico en el que también fallecieron su mamá, su hija mayor, tres de sus músicos y el chofer. Estos sucesos son narrados en “Gilda, no me arrepiento de este amor”, película dirigida por Lorena Muñoz y protagonizada por Natalia Oreiro. Conversamos con la actriz y cantante uruguaya afincada en Argentina.
—Al abordar un personaje que existió en la vida real, ¿tu método cambia?
Es un desafío aun mayor. La comparación es inevitable. En You Tube hay miles de videos de Gilda. Sabía que con nuestro equipo la faceta de parecerme físicamente a ella iba a estar cubierta. Me preocupaba más la parte vocal, porque yo tengo mi propia carrera musical, que es distinta a la de ella. En la película canté todos los temas. En varios pasajes hay interpretaciones en vivo, y hubiera quedado falso si hubiera doblado mi voz. Fueron meses de trabajo para entender el color de su voz y su forma de cantar, bailar, hablar y respirar.
—¿Qué fue lo más difícil?
En el cine, lo más importante para conseguir el alma de un personaje es la mirada. Esos primeros planos. Gilda tenía una mirada muy franca y al mismo tiempo melancólica.
—¿Y cómo se logra eso?
Tratando de ponerle corazón. Creo que le puse mi corazón al personaje y Gilda me prestó por un rato su cuerpo.
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—A Gilda le gustaba trabajar con músicos peruanos. ¿Tu investigación pasó por ese lado?
Totalmente. Hablé mucho con músicos peruanos que estuvieron con Gilda como Edwin Manrique o Danny de la Cruz. Ellos participaron en la película. El sueño de Edwin era viajar al Perú para presentar la cinta, pero lamentablemente falleció hace unos meses. Para muchos de los que acompañaron a Gilda, la película fue como una sanación, porque tras su muerte varios dejaron de tocar o perdieron contacto. Fue como un reencuentro o viaje en el tiempo.
—Escribí “Natalia Oreiro” en Google y apareció esta oración: “Aún no sé quién soy a los 39 años”. ¿Es tuya la frase?
Sí. Siento que uno está en esta vida para buscarse y encontrarse. Sé quién no quiero ser, sé qué no me gusta y sé qué me hace feliz, pero sigo en la búsqueda de mi verdadera esencia. En la vida uno puede envejecer o crecer, y yo escojo la segunda opción. Sin duda mi profesión me ha ayudado a expresarme y conocer gente maravillosa, así como me ha permitido todo un trabajo de autoconocimiento.
—¿Y la actuación qué sigue siendo para ti? ¿Una pasión, un juego, te ahorra las terapias o te facilita canalizar tus personalidades múltiples?
[Risas]. Es una mezcla de cosas. Para los que nos dedicamos a esto, el hecho de actuar es no perder ese niño interior que no debería perderlo ninguna persona, ¿verdad? Porque cuando se pierde todo se vuelve opaco. La actuación es una pasión y un juego que tomo con responsabilidad, es el motor que me permite encarar un proyecto con las mismas ganas que tenía a los 12 años, cuando empecé a estudiar teatro.
—¿Es verdad que tienes aversión a las redes sociales?
Lo que me sucede es que mis trabajos hablan por mí. Estreno dos películas por año, hago una gira, realizo labores sociales, soy embajadora de Unicef para el Río de la Plata y madrina de distintas instituciones con las que colaboro. Estoy en un continuo movimiento expresivo, y creo que si en las redes sociales muestro mi lado íntimo, sería un abuso y exceso de información. Si bien las redes sociales cumplen una función interesante, también hay gente con poca vida interior que necesita mostrarse todo el tiempo u opina sobre la vida de los demás. Con esa parte no me engancho. Tengo amigos que sufren por los comentarios que ponen sobre ellos en las redes, y yo me digo: “¿Para qué los lees? La gente comenta y se olvida de eso, pero vos te quedas con el tema”.
—Entonces no tienes cuentas en las redes sociales.
No. Lo que hay son muchas cuentas falsas con mi nombre.
—Tu hijo se llama Merlín Atahualpa. ¿Hay ahí alguna conexión con el Perú?
Le encanta su nombre. A los 2 años nos dijo que quería llamarse Atahualpa y que Merlín era un nombre de bebe. Ahora cumple 5 años en enero. Él sabe quién fue Atahualpa. Aquí en la Argentina hay unos dibujitos del canal Pakapaka que cuentan la historia de Latinoamérica. Al mismo tiempo, su papá [Ricardo Mollo, esposo de la actriz y líder de la banda Divididos] eligió este nombre porque es muy admirador de Atahualpa Yupanqui, el cantautor argentino. Conocemos, además, al inca Atahualpa y los conflictos con su hermano. A mi hijo le fascina esa historia.