Hoy en día, los mayores éxitos de taquilla de Hollywood ya no tienen como punto de partida a la Biblia o la Roma Imperial, sino la pura fantasía de “La guerra de las galaxias”, los libros de Tolkien o las historietas de Marvel. No solo eso: los escenarios reales son ahora digitales, y el público es más “adolescente” que “adulto”. Algo que no debería desanimar a los amantes del cine, porque siempre es posible identificar directores que recuperan algo de sutileza y creatividad para el cine comercial.
Aunque menos arriesgado que Christopher Nolan (“Batman: El Caballero de la Noche”), Joss Whedon es un inspirado artífice de estos filmes algo sobrecargados de efectos computarizados. Este segundo capítulo de “Los Vengadores” ratifica su capacidad para pasar con soltura del humor al drama, para filtrar costados sombríos en la trama, y para mirar con cierta ternura a sus criaturas –cualidades que lo distinguen del burdo trabajo de un Michael Bay (“Transformers”), o la superficialidad de un Zack Snyder (“El hombre de acero”), por ejemplo–.
Como suele suceder en la mayoría de ‘blockbusters’, Whedon evita el realismo o la oscuridad. Sin embargo, una vez que nos ha acostumbrado a las bromas pesadas de este nada solemne equipo de salvación – tienen razón los que recuerdan los desenfadados westerns de Hawks–, aparece un elemento perturbador. El más gravitante: el síndrome del Dr. Frankenstein que se apodera del científico Tony Stark (Downey Jr.), cuyas desmedidas ambiciones se encuentran, como en un espejo, con la figura apocalíptica de Ultrón.
En efecto, hay un lado de esta historia que nos hace recordar el impulso de desmesura (“hybris”) de las tragedias griegas, ese rapto de orgullo que desafía a los Dioses y que lleva a los personajes de Sófocles a la fatalidad. Pues bien, a ese tan “humano” rasgo de Stark, ahora se suma un freudiano desequilibrio de la mente, ya que son las propias obsesiones del subconsciente –que provienen de los traumas del pasado– las que amenazan con dominar a Hulk, Thor o el Capitán América.
Pero no solo hablamos de la pérdida del control interno. También se acrecienta la pérdida de la fe en el hombre. Ultrón –uno de los mejores villanos de las películas de Marvel, exquisitamente “actuado” por la voz de James Spader– parece encarnar ese destructivo escepticismo que proviene de nosotros mismos. A lo que hay que sumar otras interesantes y ambiguas encarnaciones de poderío y fragilidad: desde la adolescente “psíquica” Wanda (Elizabeth Olsen), hasta el atemorizado Bruce Banner que interpreta Mark Ruffalo –esta vez protagonizando un cruel e improbable duelo romántico con la Black Widow de Scarlett Johansson–.
Si algo echamos de menos en esta cinta, es que a veces resiente demasiado el peso de un despliegue rutinario de las coreografías de acción y explosiones, secuencias que parecen que no han sido dirigidas por Whedon, sino por un manual que los hermanos Wachowski inventaron con “Matrix”. A pesar de todo ello, este segundo capítulo de “Los vengadores” gana la partida a la tecnología. Esperemos que, por el bien del cine de Hollywood, Joss Whedon persista.
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“Los Vengadores: La era de Ultrón”Director: Joss WhedonIntérpretes: Robert Downey Jr., Chris Evans, Mark Ruffalo.Duración: 141 minutos