Llegó a Lima como parte de la numerosa delegación de autores que la Embajada de Francia reunió para la Feria Internacional del Libro (FIL 2015). De carácter afable y voz pausada, Christian Cailleaux participó en varias charlas y legó sus dibujos a nuevos lectores.
He repasado algunas páginas de su trabajo y me queda la convicción de que hay mucho cuidado en cada trazo. ¿Se define más como dibujante o artista?Un artista, de hecho. Muchos de mis colegas se sintieron atraídos desde la adolescencia por la ‘bande dessinée’, pero yo seguí otra ruta. Yo estudié en una escuela de arte, por eso busco ilustrar mis historias. Yo llegué a este mundo de forma fortuita, aunque siempre me fascinó el lenguaje que mezcla la imagen con la palabra. Mi principal objetivo es contar una historia, sí, pero la preocupación de la búsqueda pictórica es muy importante para mí porque no me centro ni en una representación realista ni en un trazo caricaturesco.
Acabo de leer “R97” y percibo que hay allí un intento de transmitir sensaciones más que narrar una historia dura. ¿Eso es lo que busca?Esa es justamente mi búsqueda. “R97” trata sobre un joven que pasa de la adolescencia a la adultez viajando en el mar, pero que sea en un barco de la marina de guerra es anecdótico para mí. El relato es interesante, pero me interesa más que el lector sienta ese choque emotivo. Cómo puede estar en un momento frente a un paisaje luminoso y dos páginas después se halla en la sala de máquinas con los olores de metal y gases.
Todo autor vuelca un poco sus sueños y pesadillas en sus trabajos. ¿Cuánto hay de ellos en sus obras?“R-97” es algo particular porque la historia la escribió Bernard Giraudeau, un amigo muy cercano. Pero en otras publicaciones sí hay más de mí mismo. Libros de viajes que empecé a los 20 años, especialmente en África, India, Asia, Canadá... Mi preocupación siempre ha sido contar el mundo, me parecería inútil, vano, simplemente narrar mi viaje de forma anecdótica. Las posibilidades narrativas son enormes.
Entonces no son historias de aventuras…Mis historias de viajes incluyen siempre un poco de aventura, aunque esta es un simple pretexto para que el lector se sienta atraído. Tengo un libro (“Harmattan, le vent des fous”, que traducido al español sería “Harmattan, el viento de los locos”) que empieza en Nueva York y acaba en África, y aborda la búsqueda de un tesoro. Esto ejemplifica lo que quiero decir porque el verdadero tesoro es el viaje de los protagonistas.
¿Es difícil dibujar el mar? A ojos de un simple mortal es un paisaje único, a diferencia de lo que se puede hallar en tierra firme.Ehhhhh… Viajé por distintas tierras durante 15 años hasta que pude subirme a un barco y me fascinó esta otra manera de viajar, porque en un barco hay un condensado de toda la humanidad. A las pocas horas la costa desaparece y el mar se mueve, se espera la siguiente escala. Es un viaje distinto, el paisaje no desfila, son diferentes sensaciones, es un viaje romanesco, soñado, intelectualizado… Pero el mar cambia todo el tiempo, para un ilustrador –no me atrevo a decir para un pintor– es un juego constante de luces, de ondulaciones. A veces la superficie del mar es como un espejo y a veces estamos frente a abismos, o se vuelve ondulado, agresivo, femenino.
En los últimos años el cine nos ha invadido con películas de superhéroes, que de una u otra forma también han repercutido en un ‘boom’ del cómic.La relación de Francia y Bélgica con las historietas es bastante particular. Más que una invasión de cómics de superhéroes sufrimos el crecimiento de los lectores de manga (japonés). Representan el 40% de lo que se edita en términos de historieta. Además, existe la edición digital que todavía es incipiente. Todo eso ha cambiado el panorama editorial francés aun cuando actualmente se publican unos cinco mil títulos al año en promedio. Eso quiere decir 100 títulos por semana. Pero no es que haya más compradores, sino que hay una producción creciente. Pero yo creo que por la naturaleza gráfica de este trabajo el mejor soporte sigue siendo un libro. Los franceses seguimos muy pegados al papel.
Es difícil preguntarle a alguien qué le gustaría hacer, pero sí me gustaría saber qué tierras desea conocer para trabajar sobre ellas.Eso es algo que llega con el tiempo. Antes de dedicarme por completo a la historieta también trabajé en la publicidad, y al hacer la transición perdí dos terceras partes de mis ingresos, pero tuve la sensación de que interiormente era más rico. Trato de que mi vida no sea una aventura de historieta, y aun cuando he estado en África, el Océano Índico, la India, Asia, tengo previsto volver a Singapur en otoño… Conforme pasan los años me he desplazado hacia el este, tengo muchas ganas de trabajar más en Asia. El viaje continúa y siguiendo esa trayectoria hacia el este mi apogeo va a llegar en América del Sur [risas].
LA FICHANací en París en 1967. Soy autor e ilustrador de historietas (‘bande dessinée’) y mal trompetista. Estudié Letras y Filosofía en la Escuela Nacional de Arte de Cergy. Debido a mi trabajo en talleres de animación conocí 15 países de África, y esa experiencia la trasladé al papel. Publiqué mi primera obra, “Les aventures d’Arthur Blanc Nègre”, en el 2000. También soy autor de “Los impostores”, “Masala Chai, monólogo en hindi”, “R97”, “Piscine Molitor”… En mayo de este año saqué “Embarqué”. Los invito a conocer más de mí en: ateliercailleaux.blogspot.fr.