Sus ideas parece que han vuelto a cobrar vida. Nacido en el amanecer de la Ilustración, el 22 de abril de 1724, en la ciudad prusiana de Konigsberg, Immanuel Kant fue un aplicado profesor de lógica, matemáticas y metafísica que a los 57 años sorprendió a sus coetáneos con una obra monumental: Crítica de la razón pura, un libro que cambió el horizonte de la filosofía moderna. Pero no fueron sus únicos aportes, también escribió sobre religión, ética, estética, moral y pacifismo, y sus argumentos resuenan hasta nuestros días. Por ejemplo, en La paz perpetua (1795) propuso la creación de una sociedad de naciones para evitar conflictos en el mundo, un preludio de lo que 150 años después serían las Naciones Unidas.
El filósofo de la libertad racional
“Kant es un filósofo que acaba con la tradición metafísica de la filosofía más convencional y abre el pensamiento a los desafíos de la sociedad moderna”, dice el filósofo peruano Miguel Giusti. En ese aspecto, podría afirmarse que sacó a la ética y la moral del campo religioso y las llevó hacia los dominios de la razón.
“Él llamó a esto el giro copernicano —explica Giusti—, pues usó la metáfora del cambio que se produjo en la astronomía cuando Copérnico colocó al sol en el centro del universo y a la Tierra como uno de sus planetas. Para Kant ese nuevo sol ético era el de la libertad racional, no individualista, ejercida en un nuevo orden en que todos los seres humanos fueran libres. Y ese es un problema actual. Aunque hay un respeto por las diferentes formas culturales de vida, en muchas de estas sociedades existen formas de discriminación, inequidad e injusticia”.
Los prejuicios de los extremos
Hay un tema particular relacionado con el problema del error y la ilusión que interesa a la filósofa Claudia Laos, quien reside en Barcelona y es coordinadora del Grupo Internacional de Lectura de Textos Kantianos. Según explica, Kant, como representante de la ilustración y en su lucha contra los fanatismos, descubrió una ilusión trascendental en la propia razón, cuando esta se enfrenta a cuestiones que escapan a su entendimiento como el cosmos, Dios, el alma, etc. “Ese fue uno de sus grandes hallazgos”, dice Laos.
“En su esfuerzo por clarificar la naturaleza de esta ilusión —comenta la especialista—, Kant se ocupó también de la apariencia ilusoria propia del prejuicio. Para él un prejuicio no es una idea previa que nos formamos para acercanos a la realidad tentativamente, sino una máxima subjetiva que opera inconscientemente. Por ejemplo, cuando decimos ‘De tal palo, tal astilla’, para extender los defectos o culpas de los padres hacia los hijos, no estamos aplicando un juicio de valor provisional, sino una máxima generalizadora”.
Y una consecuencia de los prejuicios es la polarización. “Guiarse solamente por la autoridad de algo externo a uno es fuente de prejuicio —afirma Laos—, pero lo es también guiarse solo por lo que uno piensa, desconociendo el criterio de los demás, a eso Kant llamó egoísmo lógico”.
Por eso, una de las grandes enseñanzas de Kant es que debemos ser capaces de separar nuestras apariencias ilusorias (prejuicios) de las motivaciones legítimas que pueden haber en quienes piensan distinto a nosotros. “De lo contrario —acota Laos—, habremos roto toda posibilidad de diálogo. Y eso nos lleva a la intolerancia, a la cultura de la cancelación, a una sociedad en la que todos somos sospechosos de estar vinculados a un bando enemigo o a alguna teoría conspirativa”. En otras palabras, a ese mundo de la posverdad que Kant pareció advertir tres siglos atrás.
El Centro de Estudios Filosóficos de la PUCP y el Goethe-Institut realizan este año un ciclo mensual de conferencias titulado Kant en el siglo XXI. La próxima charla será el lunes 22 de abril (19:30), con la participación del filósofo colombiano Lisímaco Parra, quien hablará sobre Kant y la religión. Luego, el lunes 20 de mayo se desarrollará la conferencia Vigencia de la concepción kantiana de la paz, a cargo de Alessandro Caviglia. Lugar: calle Nasca 722, Jesús María. Ingreso libre.
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