Falcó es la última novela del escritor español Arturo Pérez-Reverte, la número 25 de su obra y la primera de una nueva saga tras la del capitán Alatriste. De ella hablamos hace unos días en Madrid, en la suite de un hotel de lujo y en el tráfago de una campaña de lanzamiento impresionante.
¿Cómo se te aparece el personaje Falcó? ¿Lo andabas buscando?
Falcó deriva de otra novela. Escribo El tango de la Guardia Vieja y una parte transcurre en los años 30. Me lo pasé tan bien y me dejó tanta documentación no utilizada que después, viendo Esta noche o nunca, con Gloria Swanson y Melvyn Douglas, me dije: voy a escribir la historia de un espía español que abarque de la Guerra Civil a la Segunda Guerra Mundial. Al principio iba a ser una sola novela, pero a medida que avanzaba decía: quiero que continúe, quiero prolongar el placer. Entonces, en lugar de una novela larga con un final cerrado, he escrito otra, más corta y con un final abierto.
Era otra cosa que iba a preguntarte, y ya veo que sí: Falcó está llamado a ser el nuevo Alatriste...
No sé si llegará a tanto como Alatriste, que son siete entregas, pero es cierto que una o dos más voy a hacer. Había un desafío importante, que era crear un personaje amoral, golfo, mujeriego, sin códigos éticos, un asesino, un torturador, y que fuese aceptado por el lector como compañero de viaje a lo largo de 300 páginas. Que los hombres quieran ser sus amigos y las mujeres se quieran ir con él a la cama. Para conseguir eso, tenía que hacerlo también elegante, simpático, inteligente, ingenioso. De esas luces y sombras salió Falcó.
Ya que hablas de Diego Alatriste, y ya que Falcó dará pie también a otra saga…
Te lo digo antes de que me lo preguntes, porque te veo venir. Diego Alatriste es un soldado y, como tal, cree en cosas como la patria, el honor, la bandera. La vida, claro, lo ha machacado, pero él conserva restos del naufragio que lo ayudan a sobrevivir. Le quedan códigos de honor, es un hombre con dignidad y con una actitud moral. Falcó, no: es un sinvergüenza desde niño, la bala perdida de su familia, un rolling stone. Falcó es un lobo.
Pero tiene lealtades.
Como es un lobo, reconoce a otros lobos y es leal a ellos, pero no a los corderos. Desprecia a los corderos. Más bien puede matarlos, torturarlos sin el menor remordimiento. Pero cuando Falcó ve un lobo y, es más, si ese lobo es una mujer, sí siente el instinto de solidaridad y puede estrechar lazos de camaradería. No es amor, es lealtad entre camaradas. Yo he visto esa clase de mujeres: cuando vienen las grandes tragedias, las que tienen más fuerza moral son ellas. El hombre corre el sprint y se agota. La mujer corre la maratón y aguanta.
En una de tus columnas decías que la música no te interesaba demasiado a menos que contara una historia. ¿Qué tal el Nobel a Bob Dylan?
El Nobel me pareció bien dado, muy merecido. Me gusta Dylan, entre otras cosas porque, sí, cuenta historias. Otra cosa es que hay que ser estúpido para darle el Nobel a alguien como él sabiendo que puede muy bien no aceptarlo.
Bueno, ya les pasó con Sartre.
Pero Sartre era un hipócrita, Dylan no lo es.
Lea la entrevista completa este sábado en Somos.
MAÑANA: La amenaza de los payasos siniestros, la polémica por la cremación de los muertos y los brujos negros en el Perú. Edición de terror. pic.twitter.com/dTwi3rLqZX— Revista Somos (@SomosElComercio) 28 de octubre de 2016