Oswaldo Reynoso, en el desayuno del domingo, lo dice claramente: “La última gran revolución de la cultura en Arequipa se dio en 1965, cuando se realizó, en la Casa de la Cultura y en el Teatro Municipal de esta ciudad, el Primer Encuentro de narradores Peruanos”. En el comedor del hotel que reúne a una parte de los autores invitados, el autor de 84 años aún recuerda a compañeros como José María Arguedas y Sebastián Salazar Bondy debatiendo sobre la relación entre la realidad y la novela, ante un auditorio lleno. “Pensé que todo eso se había acabado… hasta ayer”, comenta con entusiasmo frente a su café.
El entusiasmo del autor de “Los inocentes” es compartido por todos los asistentes al Hay Festival. En una tierra orgullosa por ser el escenario de revoluciones que modelaron nuestra historia, somos testigos de un cambio radical en la cultura, exactamente 50 años después de aquel memorable encuentro de narradores. En efecto, en aquel mismo Teatro Municipal, desde la tarde del sábado hasta el próximo martes, se vienen formando largas colas de personas con sus programas en mano, esperando para escuchar las conferencias de sus autores favoritos. El día de la inauguración, por ejemplo, se presentaron autores capitales como el británico Martin Amis y el vasco Fernando Savater. Frente a un auditorio lleno, el primero reflexionaba en inglés sobre la técnica y el estilo en la novela, compartiendo además su asombro por el actual nivel de absurdo y paranoia alcanzado por la sociedad estadounidense. Una hora después, Savater compartía una serie de reflexiones filosóficas que, pudiendo alcanzar un nivel acadé- mico, siempre eran aterrizadas en lo cotidiano.
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Igualmente, el público colma ambientes cercanos a la Plaza de Armas como la Biblioteca Vargas Llosa y los auditorios de la Universidad San Agustín. Allí se presentaron el británico Gerald Martin, quien al lado de Alonso Cueto adelantó algunos avances de su proyectada biografía sobre Mario Vargas Llosa, así como los jóvenes escritores convocados por la antología “Selección peruana” (Estruendomudo), quienes debatieron alrededor de una inmensa pregunta celeste: ¿existe la literatura peruana? La pregunta era pertinente para que Gabriela Wiener, Jeremías Gamboa, Jorge Vargas Prado, Pedro Llosa, Sergio Galarza y Claudia Ulloa Donoso compartieran sus perspectivas.
Así, Wiener reivindicó una creación literaria desde la periferia, que reconoce una realidad que va reconfigurándose a cada instante. Para ella, la peruana no es una tradición fija, escrita desde un único lugar, sino una suma de esfuerzos diversos. “No hay una sola literatura peruana como no hay un solo feminismo. Hay muchas literaturas”, apuntó.
Por su parte, Gamboa coincidió con la autora de “Llamada perdida” al considerar que no podemos hablar de una sola tradición literaria, fija a un canon. El autor de “Contarlo todo” reflexionó sobre cómo la literatura es una experiencia individual, en la que cada escritor crea su propio territorio, cuya construcción no se hace en base únicamente a la literatura local, sino de una constelación de lecturas.
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Desde una perspectiva regional, el cusqueño Jorge Vargas Prado fue categórico al señalar que no podemos hablar de “Literatura peruana” hasta que no sean reconocidos y valorados cada uno de los 47 idiomas diferentes registrados oficialmente en el Perú. “Podríamos hablar de 12 millones de personas, casi la mitad de la población peruana, que habla un idioma distinto al castellano como lengua materna. La literatura peruana no existirá hasta que la mayoría de esas expresiones de estas lenguas no sean entendidas como lo hace la literatura en castellano. En nuestros idiomas está la posibilidad de hacer vanguardia y ofrecer al mundo una literatura diferente”, añadió Vargas Prado, quien recordó la obra germinal de Gamaliel Churata.
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