La Real Academia Española es un señor mayor. O por lo menos lo parece a los ojos de quienes consideran que la institución que rige nuestro idioma vive y obra como un profesor anticuado, que regaña a sus jóvenes alumnos para que cumplan las normas del buen hablar.
Un estereotipo del que la Academia (RAE a partir de acá) en realidad quiere deshacerse. Y por eso su constante empeño para actualizarse y estar, en la medida de lo posible, a la par de lo que dicen y escriben sus 570 millones de hablantes. El más reciente de sus esfuerzos es el “Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica”, presentado hace solo un par de semanas. Una publicación inédita pues no se trata de un diccionario, sino del primer libro de estilo de la RAE: con él busca orientar al usuario, de una forma didáctica, sobre el uso de nuestra tan versátil lengua.
Y hay varios temas a resaltar. Por ejemplo, que este libro de estilo no está enfocado en el español de España ni de ningún otro país hispanohablante en particular. Se trata más bien de un trabajo consensuado entre las 23 instituciones que forman la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale). Y entre ellas figura, por supuesto, la Academia Peruana de la Lengua, presidida por Marco Martos, quien explica que ha sido fruto de un proceso de intercambio permanente. “La RAE estuvo consultando siempre y nosotros designamos a algunos interlocutores. Por ejemplo, para la gramática se designó a Rodolfo Cerrón y también a Jorge Iván Pérez Silva. En la última etapa enviaron unas consultas finales que se encargó de resolver la académica Eliana Gonzales”, explica Martos.
Otra de las curiosidades de este libro de estilo es que, por reconocimiento propio de sus autores, ha puesto especial énfasis en los usuarios del mundo digital, es decir, los ensayistas de correo electrónico (mejor que ‘mail’, según el libro), los poetas de wasap (preferible a ‘whatsapp’) o los activos yutuberos (que no ‘youtuber’). Imposible pasar por alto a tantos escribas virtuales cuando en este preciso momento corren por todo el mundo miles o millones de tqm, xoxo y emoticones de variados colores.
¿No peca de permisiva la RAE frente a esta arremetida ‘millennial’? “En realidad no tiene mayor importancia discutir sobre ese tema –opina Martos–. La gente siempre se ha comunicado de diversas maneras en el plano informal, y eso comienza con los ideogramas, con los primeros alfabetos. El chat de hoy sustituye al antiguo telegrama, y así como en una carta escrita a mano tú puedes dibujar una carita, en el chat puedes colocar un emoticón. Hay una actitud más lúdica que antes”.
—El lenguaje inclusivo—El libro de estilo también aborda una cuestión controversial: la del lenguaje como acción social y reivindicativa. Actualmente, sobre todo los movimientos feministas exigen que el idioma se adecúe para ser más igualitario entre hombres y mujeres. ¿Es necesario enfatizar el “todos y todas”, por ejemplo? ¿Es posible ir más allá con un “todes” o “todxs”?
El libro señala: “El masculino puede abarcar el femenino en ciertos contextos. No hay razón para pensar que el género masculino excluya a las mujeres en tales situaciones”. Martos agrega que duplicar los sustantivos tampoco es necesario. “No hay que despreciar esa tendencia, pero hay que reconocer que es inútil. Decir ‘peruanos y peruanas’ viene a ser lo que llamamos un doblete. Y el lenguaje siempre debe tender a la simplificación”, aclara.
Lo quiera la RAE o no, el tema es objeto de fuerte debate, y su utilización está cada vez más extendida, incluso (o sobre todo) en el ámbito político. Para citar un ejemplo, la vicepresidenta de España, Carmen Calvo, le encargó hace unos meses a la propia RAE un estudio sobre la posible adecuación de la Constitución de su país a un lenguaje “inclusivo, correcto y verdadero”. La respuesta a dicho pedido se debería conocer este mes.
—¿Chihuán o no chihuán?—El libro de estilo también responde a una realidad irrefutable: la lengua la van haciendo sus hablantes. “La palabra nace donde quiere”, complementa Martos, que pone algunos ejemplos: la palabra ‘cancha’, un peruanismo con varios significados, como espacio abierto, pero que ahora en varios países se usa como campo donde se practican deportes; ‘chifle’, término regional surgido en Piura, extendido a todo el Perú y conocido en el mundo por las novelas de Mario Vargas Llosa; o ‘roche’, que al parecer nació en Chile con el significado de objeto robado, luego como vergüenza por el robo, y luego solo como vergüenza. “Y ahora se utiliza más en el Perú que en Chile”, explica el académico.
Entonces, ¿podrían las declaraciones de la congresista Leyla Chihuán convertir su apellido en sinónimo de pobre, sin dinero? “Hay gente que ha pedido que la palabra ‘chihuán’ ingrese al diccionario de la RAE, pero mientras esté asignada a una persona es bastante difícil”, señala Martos. Él compara este caso con el del famoso vehículo rompemanifestaciones bautizado en los años 50 como ‘rochabús’ en referencia al senador y ministro Félix Rocha. Una denominación informal que ya cayó en desuso. “Las palabras también mueren, van desapareciendo. Por eso las academias no se apresuran en incorporar palabras nuevas. Seis años es lo mínimo para confirmar que no son solo modas pasajeras”, agrega Martos.
Queda claro que, más allá de la importancia de la teoría, el español es una lengua impredecible que sobrevivirá mientras viaje frenética de boca en boca, de libro en libro, o por chats de wasap. Y sobre eso nadie podrá adjudicarse la última palabra.
MÁS INFORMACIÓNMarco Martos preside la Academia Peruana de la Lengua.Título: “Libro de estilo de la lengua española”Editorial: EspasaPáginas: 504