Eran los años 70 y él usaba una casaca de jean que hasta ahora guarda como reliquia. A los 23 años, Paulo Coelho (1947) soñaba con cambiar el mundo y en el camino descubrió el amor libre, la espiritualidad, las drogas, el 'flower power', la novela “El señor de los anillos” y cómo vivir en Europa solo con 5 dólares al día. Hoy, con 70 años, es uno de los autores más traducidos y leídos del mundo, aunque su fama se disputa entre diatribas y halagos.
Coelho ha decidido contar –en tercera persona– la experiencia de pertenecer al movimiento hippie, corriente contracultural que lo llevó a conocer Machu Picchu, centro de peregrinaje para los jóvenes de aquella época, y también sufrir el escalofriante arresto en Brasil por parte del régimen militar, un recuerdo que está manchado de sangre, asegura.
Desde su residencia en Ginebra, Paulo Coelho responde a El Comercio sobre su nueva novela “Hippie” (Grijalbo, 2018), uno de los libros más autobiográficos del escritor brasileño.
— En la novela cuenta que fue arrestado, torturado y acusado de terrorismo. ¿Cómo se animó a narrar una experiencia tan aterradora?La verdad es que fueron los peores días de mi vida. América Latina era dominada por los Estados Unidos y con frecuencia se veían este tipo de cosas. Los gobiernos aprendieron a torturar, tal como sucedió mucho tiempo después en países como Afganistán e Iraq, en los que desafortunadamente todavía se mantiene la idea de que la tortura es el único instrumento para lograr confesiones. El caso es que yo no tenía absolutamente nada que confesar, así que me sentí totalmente perdido y listo para inventar lo que fuera necesario para que se detuvieran. Tengo los documentos que prueban lo que me sucedió porque en Brasil ahora existe el hábeas data, recurso legal con el que uno puede acceder al expediente que el Gobierno tiene de uno. Yo lo pedí, lo leí y recordé los peores momentos de mi vida. Yo salí de la prisión, pero la prisión se quedó en mí. Pensé en la posibilidad de no incluir esta parte de mi vida en el libro, pero finalmente lo hice, aunque no fue fácil visitar el pasado. Hay sangre en esas letras.
— Describe el movimiento hippie como uno en el que las mujeres estaban empoderadas. ¿Qué queda de ello en el feminismo actual? ¿Por qué cree que existe tanta polarización cuando se discute sobre la igualdad entre hombres y mujeres?El feminismo era muy visible en esa época, aunque no tenía ese nombre. En todo el mundo se protestaba sobre la situación de las mujeres, y ellas reclamaban y resolvían sus problemas. Lo que sucedió después es que el mundo se ha vuelto más conservador. Una de las razones por las que escribí “Hippie” fue porque quería explicar que entonces teníamos una posición más liberal que la de hoy. Las mujeres tenían mucho más poder de decisión en esa época, pero el miedo ganó. Es una pena porque ellas solían estar más involucradas con el poder y ahora da la impresión de que no pueden ni acceder a él. Es verdad que poco a poco ellas están retomándolo, pero igual es triste porque tienen que luchar muchísimo por sus propios derechos. Son ellas las que nos dan una percepción distinta del mundo.
— Los hippies vivían viajando, buscando el amor y la espiritualidad. ¿En qué momento se impuso el statu quo y se terminó el sueño? ¿Cómo es que un hippie libertario se convierte en un padre de familia con un trabajo a tiempo completo?Creo que el movimiento hippie no tiene nada que ver con que luego te conviertas en padre de familia. No solo era un movimiento que promovía la aventura, proponía también una forma distinta de ver la vida. Quien no siente la responsabilidad de cuidar a su familia, no comprendió nada.
— ¿La individualidad venció al movimiento hippie?El movimiento hippie era individual y, a la vez, colectivo. Es cierto que andábamos como tribu usando las mismas ropas, los mismos códigos, escuchábamos la misma música, pero jamás vi nada de malo en la individualidad que también se gestó. En todo caso, lo malo hubiera sido situar los objetivos individuales por encima de los del resto. Allí todo se hubiera convertido en opresión.
— El libro describe su primera visita a Machu Picchu. ¿Cuántas veces más volvió?Volví al Perú varias veces, pero nunca más volví a visitar Machu Picchu. Hay cosas que uno hace una vez en la vida. Cuando fui a Machu Picchu, como describo en “Hippie”, era una aventura, no había nadie. Recién, hace poco, mi mujer [la artista plástica Christina Oiticica] fue a Machu Picchu y encontró a miles de personas. El Machu Picchu que guardo en mi corazón es el Machu Picchu donde llegaba la gente a dormir, entraba en contacto con la energía del sitio. Volví a Cusco, pero nunca más lo visité. Cuando vives una experiencia, vívela totalmente, de la manera más intensa posible, ya que la segunda vez no es igual.
— ¿Hay un título en su larga lista de éxitos literarios con el que se sienta más satisfecho?Yo pongo mi amor en cada uno de mis libros, pero es muy gratificante ver que “El Alquimista” me abrió las puertas, la gente se identificó mucho con él. Me alegra mucho, pero con cada libro estoy muy contento, desde el primero “El peregrino de Compostela”, hasta el último, “Hippie”. La alegría de un escritor es escribir, y estoy satisfecho con todo lo que he escrito hasta ahora.
— Ha dicho en entrevistas que no volvería a dejar que se adapte un libro suyo para filmar una película ¿Por qué perdió el interés? ¿No cree que “Hippie” podría tener mucho éxito?Lo que pasa es que, con el libro, el lector es el director, crea los personajes, usa su imaginación. Si lo pones en la pantalla grande uno ve todo y no utiliza su imaginación. La maravilla del libro es esa, provoca en el lector el uso de la imaginación, hay una comunión, un hilo invisible entre el escritor y el lector. La pantalla para mí no tiene nada que ver, todos mis libros están prohibidos de tener una versión cinematográfica. Recientemente firmé un contrato para que tres de mis libros sean utilizados en una serie de televisión, pero la historia no tiene nada que ver la trama de los libros, los utilizarán para recrearla. Son “Brida” (1990), “El demonio y la Srta. Prym” (2000) y “La bruja de Portobello” (2006).