Radicada desde hace un tiempo en México, Tilsa Otta Vildoso (Lima, 1982) pasó fugazmente por Lima hace unas semanas para presentar su cuarto poemario: “La vida ya superó a la escritura”. Sobre esa nueva obra, Otta responde –por escrito– nuestro cuestionario.
► “La vida ya superó a la escritura”: nuestra crítica al libro de Tilsa Otta
— ¿Hasta qué punto es este un libro marcado por la edad, la madurez, los cambios generacionales?Pienso que cada libro se escribe por un compás compuesto de varios tiempos: el 'zeitgeist', el espíritu de su época o el contexto en el que se escribe. El tiempo humano de la autora (edad o madurez) y su ritmo interno, que en este caso tiene bastante de reguetón y dembow.
— Deduzco por el título que también se refiere a la escritura como una práctica a veces sobrevalorada frente a las cosas más “simples” de la vida.Algo así. Me resulta difícil explicar el título, pero me confirmas que se intuye. Se refiere a que la vida y la poesía tienen una relación tan íntima que ni la academia, el canon, la tradición ni la literatura pueden regular sus términos y condiciones. Todo lo que registre una visita en la vida se filtrará en la poesía, aunque a primera vista no sea estético o esté escrito “correctamente”, aunque para algunos no se vea ni suene bien.
— Me interesa también el lugar que ocupas en la poesía de hoy: ¿no sientes que vienes de una generación puente, intermedia, entre dos etapas bien distintas? La de la poesía “tradicional” y la que últimamente surge con mucha fuerza en Internet.Me es imposible situarme o ubicarme dentro de una genealogía de la poesía de un territorio específico porque me siento poéticamente un poco extraterrestre, pero sí me parece que la etapa que mencionas podría calificarse como un limbo. La poesía de los noventa-dosmiles fue un ejercicio, en general, desapasionado, con el cual no me identifiqué mucho. Entre la generación X, que construyó un no-lugar, y la temporada en el infierno fujimorista que nos quitó el derecho a la cultura y a la reunión en espacios públicos, de hecho hubo un bajón en todo sentido. Internet es una plataforma en la que se construye y convoca desde y para la colectividad, sin la necesidad de validación “profesional”. Y por ese lado me interesa la movida última, porque reafirma a la poesía como un espacio de conocimiento mutuo, escucha sensible y generación de comunidad, en lugar de uno de competencia macho-capitalista.
— En una época de fuertes reivindicaciones, de reclamos sociales (todos muy válidos), este libro también parece un alegato de la fragilidad, de la vulnerabilidad o, digamos, del derecho a no caer en el activismo tan arraigado hoy.Para mí, mostrarse vulnerable, frágil y mostrar tu corazón a los extraños es un acto profundamente político, especialmente en una sociedad agresiva como la peruana. Tanto a los no activistas (para quienes las cosas están bien así mal como están) como a los activistas (que están con razón enojados) les aconsejaría que se encuentren en ese punto de desnudez y fragilidad humana, y desde ese reconocimiento retomen el diálogo. Por eso me encanta cuando Novalis dice que “la poesía es la religión original de la humanidad”, porque si todos habláramos con el corazón y nos importara saber lo que el otro siente y cómo funciona su mente, todo sería sagrado en verdad.
— Por último, quería que me hables de la figura del desarraigo en la literatura, el hecho de irse al extranjero para escribir. ¿A ti el vivir fuera te ha ayudado de alguna forma? Bueno, cualquiera que sale un rato, aunque sea de su casa, se da cuenta de que la perspectiva cambia y se enriquece. A mí, como ya mencioné, la agresividad de la cotidianidad limeña me afectó hace tiempo, hasta el punto de la ansiedad social, así que necesitaba buscar horizontes más amables. En esta última visita me volví a enamorar de Lima, pero igual los cláxones me afectan y nunca me acostumbraré. No solo por el sonido que retumba en los tímpanos hasta el tercer ojo sino, sobre todo, por la desconsideración hacia la paz del otro que cada uno de esos golpes innecesarios significa. En México aprendo un chingo, culturalmente es un centro en este momento, donde confluyen diversas culturas, artistas e investigadores de todos lados y experimentaciones enfocadas en lo sensorial y las libertades personales. Igual yo no me fui afuera para escribir. Escribo desde los 13, cuando vivía dentro de mi habitación y mi cabeza mayormente. Y en México radico desde hace unos tres años. Además, realmente no me he ido del Perú.
Título: “La vida ya superó a la escritura”.Editorial: Juan MalasuertePáginas: 94