Dice la poeta Victoria Guerrero que este es su libro más emocional y, por lo tanto, el más personal que haya escrito hasta la fecha. “Y la muerte no tendrá dominio” es una obra que toma como punto de partido el deceso de su madre, en el 2016, para indagar sobre una serie de cuestiones que se entrecruzan con naturalidad: la maternidad, la condición de hija, la enfermedad, la muerte, el luto.
El título, apropiación de un verso de Dylan Thomas, es a la vez apropiación y negación. Coherente dualidad en un libro que pone a conversar a la incertidumbre por el futuro con el pesar de la memoria. Todo articulado con una prosa poética que bebe también del ensayo, en una forma híbrida inquietante y provocadora. Este sábado, en el marco de la Noche de las Librerías de Miraflores, Guerrero presentará el libro junto a Carmen Ollé y Jaime Vargas. Antes de eso, conversamos con ella.
Un primer tema de este libro es el mito de la madre buena, abnegada, que tiene que hacerlo todo bien. Acá se llega a hablar de una madre que odia a su hija. ¿De dónde crees que proviene ese pensamiento?En primer lugar creo que viene de una construcción discursiva de occidente, donde la madre tiene que ser un sujeto que se sacrifica por la familia, por los hijos, por la casa en general. Y con el pasar del tiempo sobre la madre han devenido diferentes demandas: ser una buena mujer, ser deseada, pero también ser una buena profesional. Y se supone que debe cumplir todos esos roles de una manera aceptable. Pero además el libro explora más allá de esa asignación social. Explora una relación más perversa sobre encajar en ese molde y las interpelaciones que provoca. Entonces se crean más neurosis sobre las mujeres y muchas demandas que no se llegan a cumplir en la realidad. Todas son mitologías.
Luego se habla del duelo. La protagonista como espectadora de la muerte de su madre. ¿Será que es totalmente imposible asumir y entender la muerte?Yo no tengo una visión apocalíptica de la muerte. Mi visión es bien reconciliada, la verdad. No le tengo miedo. Pero sí creo que todo el sistema de salud, sobre todo en países pobres como el Perú, se vuelve muy crudo y hace que la muerte sea inaceptable. No puedes aceptar la muerte porque hay una imposición médica y burocrática sobre los cuerpos que te la hacen ver de esa forma tan atroz. Entonces al lado de la muerte está también la lucha contra esa deshumanización. Es muy duro ver las relaciones que se establecen con cuerpos de personas con las que has vivido, a las que has amado o con las que has tenido una relación profunda. Y ver cómo los otros burocratizan esos cuerpos y los vuelven simples objetos o territorios sobre los cuales aplicar formularios y fórmulas. Y ya no te puedes conectar con ese cuerpo de la forma en que solías conectarte, sino que hay una visibilización hiperbólica de ese dolor. Como si pusieran más obstáculos al dolor de la pérdida en sí misma, que es un dolor normal de cualquier ser humano.
Hay varias citas a médicos, como cuando mencionas la expresión de que los enfermos “se van a definir”, que ellos usan para los pacientes que van a morir. Es una frase muy significativa, pues se puede interpretar como que, sin la muerte, somos casi indefinidos.Bueno sí, estuve explorando un buen tiempo en la salud social, los hospitales, y esa cita la saqué de un libro de Daniel Rojas (“Diario de un interno de medicina”). Me interesó tener la otra mirada, la de los médicos, dado que yo ya tenía una mirada sumamente crítica del sistema de salud, como creo que la tiene cualquier peruano que ha pasado por esos espacios. Y me interesó la creación de todo un vocabulario bastante significativo de la despersonalización de esos sujetos sobre los cuerpos. Y cuando ocurrió lo de mi mamá, muchas personas también solían contarme sus historias en hospitales y sobre la pérdida, que son en realidad bastante comunes.
¿El libro es muy fiel a lo que te pasó en la vida real o más bien ficcionado?Están metidas muchas cosas. Fue un momento de crisis, caos, catástrofe. Y fue un proceso largo, que no sé si he superado. Lo he intentado abordar a través de la escritura, y aunque no creo que escribir me haya sanado nada, sí me ha ayudado de alguna manera a cartografiar ese mapa dentro de mí. Por eso creo que este es mi libro más emocional, en el sentido de que no he tenido un total control sobre él.
Lo del título, el verso tachado de Dylan Thomas, ¿juega con la inclusión de las fotos ocultas, puestas boca abajo?Bueno, no quisiera dar una respuesta concreta sobre el verso tachado, pero la explicación más directa o básica sería que yo quería cambiar el título a “Matar a la madre”. Algo más psicoanalítico, totémico o arquetípico. Pero por distintos motivos no se pudo, así que pensé que la solución podría ser esa: tachar ese verso que ciertamente dice algo, pero que ya no dice todo lo que podría decir. En la contratapa del libro hay una suerte de respuesta muy poética a lo que podría significar la tachadura de un verso, ya sea una herida, una vagina, o todas las posibilidades que tu imaginación pueda evocar. Y lo de poner las fotos volteadas, mostrando solo su reverso, responde a que desde un inicio no quería que esto fuera una elegía. Poner imágenes de mi madre me generaba un pudor muy grande. Al principio quise poner fotos borrosas o recortadas, pero luego mi editor propuso esta otra solución y acepté. Además es bonito porque se muestra lo que escribía mi madre en el reverso, queda su huella.
“Y la muerte no tendrá dominio”Autora: Victoria Guerrero Peirano Editorial: Fondo de Cultura EconómicaPáginas: 80
PRESENTACIÓN DEL LIBROLugar: Librería Café del FCE.Dirección: Calle Esperanza 275, Miraflores.Fecha: sábado 27, 8 p.m.Ingreso libre.