FRANCISCO MELGAR WONG
La primera mitad de los años 90 el grunge dominaba a la música rock. El estilo -cuyos principales referentes eran Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam- logró mezclar los elementos más poderosos del rock clásico y el punk para presentarlos de una manera novedosa y visceral a una generación que ya estaba harta del pop de los ochenta.
Uno de los efectos positivos del grunge fue devolverle al rock una inmediatez expresiva que había ido menguando, al menos en lo que a su versión ‘mainstream’ se refiere. Pero una de sus consecuencias negativas fue que las bandas que no llegaron a ser asimiladas por este estilo se perdieron de vista para el gran público. Una de ellas fue The Afghan Whigs.
Las razones por las que los Whigs nunca se volvieron una banda popular no son evidentes para nadie. Pero una pista puede hallarse en las diferencias que hay entre ellos y aquellas otras bandas que se convirtieron en emblemas del rock de los 90. Para empezar, los Whigs nunca se presentaron como una banda de rock “blanco”. A diferencia de Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam, uno de los principales referentes de los Whigs fue la música de raíz negra, desde el blues y el soul clásico hasta el R&B contemporáneo y el hip hop.
No es casualidad que el tema que abría su EP “Uptown Avondale” (1992) sea un cover de un clásico del soul, “Band of Gold”, que había sido popularizado en 1970 por la cantante de Motown Freda Payne.
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Pero la preferencia de los Whigs por la música negra no era solo una cuestión de estilo, que los limitaba a inyectarles una nueva adrenalina rockera a los clásicos del cancionero del soul. Había algo más. Y esto es que el cantante de la banda -Greg Dulli- tomó como inspiración la temática abiertamente sexual que corre por toda la tradición de la música negra estadounidense para construir un personaje lujurioso, culposo, excesivo y sentimental en el que él mismo acabó convirtiéndose.
Bastó que Dulli se convirtiese en este personaje -una especie de 'Don Giovanni' de la era del rock- para que la música de los Whigs alzara vuelo y la banda grabara los tres discos que hoy son considerados obras maestras del rock contemporáneo: “Gentlemen” (1993), “Black Love” (1996), “1965” (1998). En todos ellos el poderío del rock y el swing del soul se convierten en el soporte perfecto para que Dulli despliegue su personalidad lujuriosa, así como la culpa y la melancolía que lo destruye cuando el placer ya se ha agotado.
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Este año, después de más de una década de ausencia, los Whigs volvieron al ruedo con un nuevo disco, “Do To The Beast”, editado por Sub Pop. Y si bien la placa no llega a los picos que la formación original de los Whigs logró tocar en su época de oro, vale la pena escucharla porque el álbum encuentra a los Whigs convertidos en los íconos del rock que algunos siempre supimos que eran. Y esta seguridad le otorga a su música una clase y una maestría que pocas bandas actuales saben mostrar.
Por si acaso, los Whigs acaban de tocar en Chile y Argentina, y Dulli se animó a visitar Cusco, pero sólo como turista. Ojalá que la próxima vez se animen a dar uno o dos conciertos por aquí.
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