Alberto Cortez fue el músico que le cantó al día a día. “El abuelo”, “Cuando un amigo se va”, “Un cigarrillo, la lluvia y tú” fueron crónicas para el viandante. Un Brel latino sin el halo satírico. Poseedor de una profunda voz, ganador de un Grammy Latino, autor de cuatro libros, el argentino se disponía a partir a una nueva gira, pero ayer una insuficiencia cardíaca puso fin a su vida. Tenía 79 años.
Alberto Cortez fue amigo de Ricardo Arjona. De hecho, lo defendió en varias ocasiones. Frente a los insultos contra el polémico compositor guatemalteco, dijo: “Que le llamen como quieran. Ellos quisieran ser Arjona”. Incluso lo alabó a niveles desconcertantes. “¿Arjona abusa de la metáfora? Nadie usó más la metáfora que Lope de Vega”, acusó.
Alberto Cortez fue el músico de los psicoterapeutas. No le molestaba y se lo tomaba como un elogio. “[Mis canciones] se escuchan, a veces, en terapias de grupo –dijo–, sobre todo en aquellos pacientes que están sometidos a presión; lo que se quiere provocar sobre ellos es una explosión, y hay canciones que vienen bien”.
Alberto Cortez fue, primero, José García Gallo, el hombre que le robó nombre y apellido a un músico chalaco. Fue en Bélgica, país que aclamaba a Alberto Cortez –el peruano–, donde el argentino tomó la decisión de vestirse y cantar como el auténtico. El éxito llegó rápidamente. Cuentan que cuando a Cortez se le ofreció la oportunidad de grabar un disco en España, fue García quien se presentó y así nació su hit “Sucu-sucu”. Ni una batalla legal perdida ni la consciencia sucia hicieron desistir al argentino que, finalmente, se hizo más conocido que nuestro compatriota.
Contenido Sugerido
Contenido GEC