Ciertamente, Ana Tijoux tiene su gente. La pequeña multitud que se ha reunido en el Cercado de Lima esta noche, ante todo jóvenes aficionados al hip hop latinoamericano, que saben de Tijoux por algo más que sus colaboraciones con Venegas o Drexler. Pero aquellos que tuvieron la suerte de conocerla abriéndose paso en “Makiza”, comprenden que ha sido vocalista femenina pionera en la escena del hip hop latinoamericano, y que a partir de entonces ha sabido mantener su verso a favor de las luchas sociales.
El sonido de Tijoux indudablemente ha evolucionado, de una pista con repeticiones sistemáticas propias del género, a una mayor complejidad sonora que incluye, en sus últimos discos, sonidos del folklore del altiplano.
Ana tiene cerca de veinte años en el medio y probablemente reconoce que no hace falta adoctrinar a la gente con declaraciones largas, lo que necesita decir, lo dice sin reparos y el resto lo deja a su música, que para ello ha sido compuesta. Esta noche está por segunda vez en Lima, y toca en el Jirón Azángaro.
“Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo”
Mención especial merece el ritmo efervescente de “La nueva invasión”, luego de un despliegue contundente de hip hop a cargo de “SoulMate”, “La torita” y “Comité Pokofló”, quienes abrieron de teloneros, la energía en el ambiente se presta para desbordar al tono cumbiambero de la banda. Aprovechando la anterior descarga, que podía en un momento llegar a saturar, “La Nueva invasión” entró con refrescante fuerza rítmica y recibió de inmediato la respuesta de la gente que rompió en euforia. Los tímidos extranjeros que habían caído en el local se incorporaron inmediatamente a la juerga cumbiambera. Para el final de su presentación, el grupo había logrado poner a los más recios a bailar, y a la casa entera de rodillas.
“Tu nos dices que debemos sentarnos, pero las ideas solo pueden levantarnos”
Pasadas las 2:00 a.m., lo esperado, la banda de Tijoux se posiciona y rápidamente introduce “Antipatriarca” que abre el concierto, con un sonido carnavalesco similar al tinku. El baile comienza de nuevo. Una Ana sonriente entra aplaudiendo y bailando y decidida lanza sus versos: “Yo puedo ser tu hermana, tu hija (…)/ Pero no voy a ser la que obedece porque mi cuerpo me pertenece” de inmediato la letra de la canción emociona al grupo que entona, consciente de la carga reivindicativa, con poder y apropiación el coro del himno feminista. A media canción Tijoux lanza un sentido “¡Perú!” con el que saluda a sus oyentes.
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Sin tiempo para introducciones, la banda continúa tocando y dan pie a “Vengo”, tema característico del álbum con el mismo nombre, una canción que es más bien una declaración del pensamiento crítico con el que viene la compositora, asociado a las ganas de aprender del mundo y de la historia para seguir ofreciendo un análisis coherente de la realidad. Porque todos los que la hemos escuchado sabemos que desde “Makiza” a eso se ha dedicado Ana Tijoux, a hacer de sus letras un mecanismo discursivo de reflexión y concientización de las problemáticas sociales, y lo hace, pero con harto ritmo. Esta noche “El Coloso” también lo vive y lo sabe.
Sin parar Tijuox continúa, dejándose el sudor en el escenario, y complace a los escuchas con el potente ritmo de “Somos todos erroristas”, una canción que valora la capacidad de poner en tela de juicio todo eso que creemos como verdadero. Sigue inmediatamente, toalla en mano, con “Las cosas por su nombre”, a la que le sucede, el sonido más melódico de “A veces”, para dar luego paso al éxito que la puso en el mapa, la autorreferencial “1977”. Y después de seis canciones consecutivas sin perder el tono ni el aliento ni la sonrisa, uno solo puede preguntarse, ¿cómo lo hace?
Finalmente, se toma un intermedio para dirigirse al público, acallando los gritos de la multitud, agradece la presencia de músicos y oyentes en la casa.”La música es una asamblea popular de manera más cortita y pequeña”, enfatiza, refiriéndose a la capacidad de acción de la música para reunir y concientizar a la gente sobre su propia soberanía. Con la cualidad ferviente que caracteriza a la juventud emocionada, la gente estalla en gritos, aplausos y manos en alto, y por un momento da la impresión de estar de vuelta en la calle participando de una marcha.
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“Sacar la voz”, con su tono nostálgico abre la segunda parte del setlist, del que destaca “Shock”, canción, casi un himno, del álbum “La bala”. Escoltada por las palmas de los oyentes, la energía crece, brevemente Tijuox se toma un momento para agradecer la labor de los técnicos y la gente detrás del escenario e invita a Fernando Ramos a un dúo en “Creo en ti”. Acercándose al final sigue, acertadamente, con “Somos sur”, y “El Coloso” finalmente revienta. Con giros lúdicos la banda introduce solos instrumentales, un despliegue rítmico que tanto Ana como los oyentes gozamos bailando a ojos cerrados. Para acabar y luego de haber esperado el típico coro “otra, otra” la banda rinde un último despliegue de energía, alguien en el público le alcanza una máscara típica de las diabladas y Ana la usa cerrando el concierto con una imagen festiva. Emotiva, y rápidamente, agradece y sale del escenario dejando la casa acalorada, algunos se quedan bailando salsa, esquivando pedazos de botellas rotas, y otros nos regresamos, agotados pero paradójicamente revitalizados.