En la frenética Venecia de inicios del siglo XVIII, aquella ciudad que disfruta de las fiestas de máscaras y las licencias que ofrece ocultar la identidad, hay un hombre a quien detienen en todas las esquinas para saludarlo y cuya presencia despierta el cuchicheo de los vecinos más conservadores.
Sus cabellos cobrizos desentonan con su vestimenta usual, el hábito negro propio de los curas. El 'Sacerdote Rojo', como es conocido en la ciudad, es todo menos ceremonioso, y hay los que, incluso, dudan de su castidad.
Las críticas parecen tener asidero. Aunque está encomendado a Dios, Antonio Vivaldi no oficia misa alguna –las lenguas más afiladas apuntan a que solo dirigió una en toda su vida–. Por supuesto, dicha situación no podría sostenerse sin una buena excusa: dicen que el humo del incienso no lo deja respirar y que le causa una tos desesperante. Vivaldi tiene asma.
Incapaz de caminar sin agitarse, su penitencia es permanecer sentado. En su sedentario trabajo en el orfanato veneciano Ospedale della Pietà, él se dedica a enseñar violín a bellas y acaudaladas señoras de alcurnia, pero sobre todo tiene tiempo suficiente para dedicarse a la composición. Esa es su verdadera pasión y no el camino de la santidad al que su madre lo encomendó luego de que este sobreviviera a un terremoto que sacudió Venecia en 1678 y a una niñez llena de enfermedades.
El vienés no necesitó de mucho para demostrar que es el más talentoso de todos los músicos del momento y lograr que sus obras se pongan de moda. Todos hacen cola para entrar a sus recitales y solo allí, mientras dirige sus ensambles, Dios permite que su enfermedad se disipe y que él pueda ir de un lado para otro sin padecer del jadeo y posterior ahogo. Todo un milagro.
Pero Vivaldi es ninguneado. Su música, dicen, no tiene rigor y peca de ser popular. Para su mala suerte, él no podrá defenderse de esas imputaciones. En 1741 muere pobre y en el olvido, consecuencia de haber pasado de moda. Solo una casualidad sucedida a inicios del siglo XX logrará redimirlo: se hallarán unos manuscritos en el monasterio de San Carlo Salesiano en Monferrato (Italia) y habrá testimonio de su existencia.
LAS ESTACIONESEste jueves, en la parroquia sanisidrina Virgen del Pilar, la Camerata de Lima Triumphante interpretará una de las obras más conocidas de Antonio Vivaldi, “Las cuatro estaciones”, pieza compuesta por cuatro conciertos para violín y orquesta publicada alrededor de 1725.
Sobre esta obra, el maestro José Quezada Macchiavello, director del ensamble, comenta: “Viendo toda la extensa producción de Vivaldi, creo que esta es la más importante por la exigencia técnica, que además requiere a un solista con dominio y virtuosismo desmesurado de su instrumento. Por otro lado, la factura armónica y los recursos técnicos son enormes. Aquí él llega a descripciones musicales excepcionales e ingeniosas. Se sienten los cambios de estación, a la europea, por supuesto”.
Quezada Macchiavello agrega: “Vivaldi estuvo eclipsado por muchos años. Era un simple nombre en los libros de historia de la música. Pero desde que su obra fue descubierta hace 90 años en gran medida por 'Las cuatro estaciones', el panorama cambió. Por eso considero que esta es la obra paradigma del compositor”.
Además destaca que si bien Vivaldi y los músicos barrocos fueron olvidados por muchos años, hubo algunos que sí conocieron su obra. Uno de ellos, cita el maestro, fue el francés Michel Correte, quien tomando como referencia el Laudate Pueri (Salmo 13), compuso una obra para coro y orquesta sobre “Las estaciones”. Él cuenta: “Se llamó 'Laudate Dominum de coelis'. Pero él no fue el único en hacer algo por el estilo. Johann Sebastian Bach transcribió mucha de su música y se apropió de ella. Lo interesante es que en una época en la que era válido hacer eso, Bach cita a Vivaldi. Así de prestigiosa era su obra”.DATOAlgunos afirman Joseph Haydn cantó en el funeral de Vivaldi, sin embargo, recientes investigaciones desestiman la versión. El veneciano tuvo un sepelio sin lujos, propio de una persona empobrecida.
MÁS INFORMACIÓNLugar: parroquia Virgen del Pilar. Dirección: Av. Víctor Andrés Belaunde 160, San Isidro. Horario: jueves 6, 8:30 p.m. Entradas: Joinnus.com.