El sonido de la corneta del heladero irrumpe en la conversación como una simple confirmación. Sobre nuestra variopinta cultura sonora y la conmovedora promesa del Himno Nacional, Eduardo Torres Arancivia, historiador de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la PUCP, diserta aquí alrededor del que podría ser el hallazgo de la partitura más antigua del Himno que en junio resonará en Rusia.
Te has referido anteriormente a Lima como una ciudad policoral. ¿Cómo describirías esta herencia sonora nuestra que pareciera tener mucho de caótica?
Ah, claro, Lima es una gran sinfonía, o sea, todo suena en Lima.
¿Sinfonía o cacofonía citadina?
Es una cosa muy rara, depende de cómo se quiera verlo. Yo lo veo como una ciudad precisa para el aprendizaje musical, porque, por ejemplo, si yo me subo a una combi estoy obligado a escuchar la música que le gusta al chofer de combi. Entonces, como la música me viene a mí obligadamente, pues algo se te queda en el seso y lo repites, y puede entrar a tu gusto. Es una ciudad muy bulliciosa en todo sentido. Todavía pasa el afilador de cuchillos con su flautita, y los heladeros te tocan la trompeta en la oreja. Pero justamente el sonido genera pertenencia. La memoria, así como está anclada a los olores, está anclada a los sonidos. Y, por otro lado, creo que en el Perú cometemos un gran error cuando tratamos de encontrar música “peruana”, porque la gente cree que hablar de música peruana es hablar de música andina o de música criolla.
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¿Y qué es la música peruana?
Como alguien me dijo: la música peruana es toda música que se hace en el Perú. Si se hace rock en castellano en el Perú, es música peruana. Si se hace metal en quechua, es música peruana. Lo que siempre ha existido en las artes y las ha enriquecido es esa palabra que tanto nos gusta: “mistura”. Y el Himno Nacional es mistura. Ahí está mezclada la técnica de Haydn con cierto sabor popular que tenía Alzedo que venía de las clases más bajas y era un mulato.
¿En qué se diferencia esta versión del Himno que han hallado de la que todos conocemos?
La que todos conocemos es la versión del italiano Claudio Rebagliati de 1869, que reemplazó a la de Alzedo de 1864, y que el propio Alzedo autorizó. La versión de Rebagliati es más bien romántica, para la gran orquesta, con giros dramáticos. Creo que la partitura que tengo se aproxima a eso que se puede llamar la primitiva sencillez del himno: un himno más vivo, más marcial, más enérgico, y más simple. Como el propio Alzedo quería: un himno sin mucha pretensión que pueda ser cantado por todos.
¿Y cuál es el futuro de este documento?
Creo que estamos en el momento de revalorizar nuestros símbolos, porque se viene el Bicentenario, y porque este es tal vez uno de los símbolos más vivos que tenemos. Es decir, es el himno que todos hemos cantado molestos cuando nos obligan a cantarlo en el colegio, y el que cantamos alegres cuando llegamos al Mundial, y es también el que se canta cuando la gente quiere protestar en las calles. Entonces, lo que quiero es demostrar que es un símbolo vivo y como tal podemos tener muchas versiones, y que qué bonito e interesante sería sacar una versión que esté muy cercana a como sonó por primera vez en el teatro de Lima en setiembre de 1821 frente al libertador San Martín, cuando, según los testimonios, emocionó tanto a la gente que se tuvo que repetir tres veces.
¿Cuál es tu parte favorita?
Son dos partes. Creo que todos coincidimos en el coro, el “Somos libres, seámoslo siempre, y antes niegue sus luces el sol, que faltemos al voto solemne, que la patria al eterno elevó”. Esto, cuando lo ponemos en términos sencillos, significa: el Perú promete ser libre y lo va a ser no importa que desaparezca el universo, el Perú será libre porque es la promesa que se le ha hecho a Dios. Esa promesa de libertad siempre me impactó. Y me gusta mucho, aunque varios se molesten, la estrofa que han sacado, porque tiene una fuerza tremenda: “largo tiempo el peruano oprimido, la ominosa cadena arrastró”. Porque en realidad somos pues un pueblo que pasa malos momentos, y nuestro himno ¿por qué no puede cantar también a esos malos momentos? ¿Para qué? Para después reafirmar que vamos a ser libres, y que nos vamos a levantar ante cualquier problema, y que el Perú siempre es una esperanza, una posibilidad. Ese dramatismo tiene el Himno Nacional.
En tu libro “La violencia en los Andes” se aborda lo dañado que se encontraba el cuerpo social del Perú virreinal. ¿Qué subsiste de eso hoy?
Subsisten muchas formas de explotación, discriminación y marginación, y las grandes diferencias frente al que lo tiene todo, que frente al bicentenario es una herida abierta. Es decir, el hecho de que queremos una república donde todos seamos iguales, pero nos seguimos comportando como un virreinato en donde negreamos a la gente, choleamos a la gente, chineamos a la gente. De la misma manera, la idea de pensar que el presidente es como un rey. A cualquiera que se le pregunte quién gobierna en el Perú va a decir que es el presidente de la República. Ese es un gran error. Quien gobierna es el pueblo, y quien gobierna en última instancia son tres poderes: el Congreso, el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. Esa es una herida de autoritarismo que nos queda del virreinato. Y también nos queda ese choque cultural que se dio entre Atahualpa y Pizarro que terminó en una violencia terrible. Eso es algo que todavía pasa en el Perú: un país multicultural en donde no tenemos las ganas de conocer a los otros.
Una imposibilidad de diálogo, digamos.
Imposibilidad e incapacidad de diálogo porque hay seis millones de peruanos que hablan quechua, pero no veo que la gente esté aprendiendo quechua. Hay cuatro millones de peruanos que hablan aymara, y no veo que en las universidades y en los colegios se enseñe aymara.
Pero algunos deben estar estudiando ruso.
Efectivamente. Y si nos comparamos con Paraguay, ahí todos hablan guaraní y castellano.
¿Por qué en el Perú parece no funcionar la democracia?
Creo que estamos en buen camino de que funcione. Lo que pasa es que nos cuesta mucho. ¿Y por qué nos cuesta? Por la herencia virreinal: seguimos recogiendo cosas que debieron haber sido superadas del pasado, del siglo XVII: nuestro racismo, la idea de que el Estado le pertenece a quien gobierna, y que puede ser saqueado. En el siglo XVII el Estado le pertenecía al rey, quien podía hacer lo que quería con el Estado. Lo mismo pasa hoy: los presidentes, los alcaldes y los congresistas que creen que cuando llegan al poder el Estado es su patrimonio y pueden robar. ¿Por qué nos cuesta ser democráticos? Porque seguimos buscando caudillos, y porque todavía no nos creemos el rollo de la igualdad, de que somos ciudadanos y de que tenemos derechos y deberes, y de que eso es para todos. Seguir pensando que el apellido, el nacimiento o el color de piel es más importante que otras cosas nos impide avanzar en el camino de la democracia.
¿Qué estrofa deberíamos cantar con mayor ímpetu en estos momentos?
Yo soy de la idea de regresar al “largo tiempo”, porque aunque no pertenece ni siquiera al autor de la letra del Himno Nacional, porque es una letra apócrifa, el pueblo eligió meterla en algún momento. Debe haber sido por 1840, cuando la gente, sin mediar obligación, instintivamente, metió esa estrofa que sale de otra canción, y la metió porque consideraba que va con el carácter del Perú: es un país difícil, un país complicado, un país con problemas en el que a veces todos nos sentimos explotados, o en el que a veces somos explotadores, pero que, en última instancia, ya va a cumplir 200 años, y en el que poco a poco estamos mejorando nuestros grandes problemas, y creo que esa es la emoción del Himno. Imagínate pues el Himno siendo tocado en Rusia en este próximo Mundial. Es una imagen visual y sonora que ya está llegando a la cabeza de muchos. Ya sabemos que tal vez no vamos a pasar de dos partidos, ¡pero no importa! El hecho de que haya una barra ahí que vaya a cantar el Somos libres…
¿Qué implica para nosotros cantar el himno en Rusia? ¿Una revancha?
¡Sí, claro! Yo siempre menciono esto que decía Manuel González Prada: el porvenir nos debe una victoria. Y vaya que a nosotros los peruanos el porvenir nos debe muchas victorias y, entonces, después de 36 años, llegamos a un mundial.
Que se ha dicho que corre riesgo de no realizarse si recrudecen los enfrentamientos internacionales con Rusia. ¿Sería para el fútbol peruano una mala broma del destino?
Pero tendremos una mitología, por lo menos, para decir que aún así el mundo impidió que nosotros fuéramos al Mundial, y cantaremos el Himno Nacional y seremos de nuevo felices y esperanzados.
—Detalles de un descubrimiento: La ruta del hallazgo—
En lo que Torres Arancivia califica de “una cuestión muy novelesca”, la partitura llegó al Perú enviada desde Londres hace seis años. Primero estuvo en manos de un escritor, quien la tenía como “una curiosidad”. Luego, pasó a manos de un colega historiador. Y, finalmente, la recibió Torres Arancivia como un obsequio. Entonces, analizando la partitura no fechada junto con un musicólogo chileno, descubrieron que el manuscrito había sido trabajado en papel pentagramado de la compañía Imray and Fitch de Londres, que solo funcionó entre 1840 y 1845. La primera versión firmada por Alzedo data, según el historiador, de 1864.
“Luego de que el Himno fue estrenado en 1821, sorprendentemente no quedó una sola partitura firmada por Alzedo”, afirma, “es una cosa increíble, se tocaba de oídas, cada músico hacía arreglos diferentes. Cuando Alzedo regresa al Perú 40 años después, ahí saca su versión, que es la de 1864… Mi teoría es que tal vez, en ese papel de 1840, se está transcribiendo una versión más vieja, más cercana a la de 1821”.