Al cantautor y poeta español Joaquín Sabina le importa “un carajo” su trascendencia y lo único que le gustaría es “haber dejado, tras su muerte, unas 16 canciones de las que no se avergüence y que hayan cruzado el mar”, aseguró en una entrevista en Panamá.
“Me importa un carajo mi trascendencia -asegura el artista-. Lo que pase después de mis cenizas te aseguro que no me importa lo más mínimo”.
Ajeno a la parafernalia que acompaña a las estrellas de la música popular, Sabina ofreció la entrevista en la habitación de su hotel como quien se encuentra en el salón de su casa, dos días antes de actuar en la capital de Panamá, único país latinoamericano en el que no había actuado hasta ahora, además de Bolivia y Nicaragua.
Empeñado en definirse como “un cateto de Ubeda -pueblo del sur de España-”, a sus 66 años, tras publicar una veintena de grabaciones de estudio, de las que ha vendido más de diez millones, y escribir nueve libros, cree “un milagro haber cruzado el Atlántico y cantar más veces en México y Buenos Aires que en España”.