Curiosa banda la que aterriza esta vez en Lima: de discografía errabunda, inconexa, signada por una sonoridad tan dispar como el almacenaje heavy/hip hop/funk en empaquetadura electrónica. Con dos variantes del metal fisurándole, ‘niu’ y ‘aggro’, eso que los rotuladores llaman ‘nü-metal’ para significar el predominio de las texturas sobre la melodía en un horno donde se cocinan el heavy con el rap. ¿Ejemplos? Varios: Helmet, Anthrax, Deftones, System Of A Down, Slipknot y especialmente Korn (“Adrenaline”), la fuerza motriz del riff sincopado que acrisola después de que Cobain se destapara los sesos.
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La diferencia está en que los hijos de Augura Hills –tierra roja de California regada con sangre de los Cueva Pintada Chumash– extremaron sus posibilidades transgénero y viraron hacia el pop más radiable, casi amelcochado, en aras de un formidable despliegue mediático a escala mundial. He ahí su valía y su perfidia, el dispendio que convierte la melaza en sancochado comestible: cada disco de Linkin Park guarda perfecta correspondencia estética con el área de estandarización, almacenaje y venta de su casa matriz. Por eso su vuelo es con escalas en los charts, precisamente para escalarlos. Allí apuntaron, allí se quedaron y desde esas alturas llegan a Lima para gritarle al oído: “¡Aaaah!”.
SABE A MEZCLAPantalones flojos y cortos. Calcetines hasta la rodilla. Polera vieja cuya capucha se cierra sobre gorro con visera al revés. Barba de tres semanas. Pelo rasta. Zapatillas tractor. Problemas más que evidentes con el agua. Ese debe ser el look más horroroso que ha parido el rock en toda su existencia. Felizmente nunca llegaron al extremo de vestirse igual que los Limp Bizkit, pero desde que se juntaron como Xero (1996) estaban rozando el adefesio. En compensación, un bloque compacto y rapeado. Distorsionadas guitarras eléctricas que se afinan en los rangos bajos. El heavy metal y su paleta de colores, variaciones del negro, al servicio de canciones veloces y brutales que se electrocutan cuando estalla el doble bombo.
Hybrid Theory (2000) fue, ciertamente, clave en el asentamiento del dueto Chester Bennington-Mike Shinoda: voz líder y rapero, Linkin Park perfectamente delineado en un monstruo bifronte de cuatro ojos, 5 millones de copias vendidas de inmediato y 30 millones después. Nada mal para un disco debut. Su sucesor, Meteora (2002), explota la misma fórmula de metal alternativo y rap con carrocería industrial, excepto por la línea de sintetizadores que juega con la flauta japonesa shakuhachi para el pretendido baño zen cual monje itinerante de la secta Fuke, imposible práctica de meditación sonora en las remezclas del Reanimation o del Collision Course junto a Jay-Z, el marido de Beyoncé.
El virtuoso guitarrista #ManuelchaPrado nos permitió conocer un poco más de sus gustos musicales con este test ►https://t.co/5Kbc7xqxOI pic.twitter.com/3drWDXkEZE— Luces El Comercio (@Luces_ECpe) 9 de mayo de 2017
Para Minutes to Midnight (2006) viran ligeramente del rap hacia un rock de calculado nervio indie. Perfectamente compatible con eso de trepar ránkings sin que la masa se dé cuenta de cuán lucrativo se ha vuelto todo esto. “Leave Out All The Rest” o “Valentine’s Day” son, por ejemplo, baladas románticas deliberadamente endurecidas para pasar piola. Y toda la línea de flotación del disco va por allí, hasta el desvelamiento de una auténtica joya: “Shadow Of The Day”, escrita en si mayor, con sus bucles de teclado, su primoroso tejido de oropeles y su letra de talante posnuclear. Todo muy improbable en gente que se viste de esa manera.
MILLONES DE SOLESVeinte años después del primer riff, queda perfectamente explicado por qué la fórmula del pelo corto y cuerdas pop acentuadas más por el rap que por el metal les funcionó a la perfección en los siguientes discos: “Transformers” (2009), “A Thousand Suns” (2010), “Living Things” (2012), “Recharged” (2013) y “The Hunting Party” (2014). Y es así como Chester, Bourdon, Delson, ‘Phoenix’ Farrell, DJ Joe y Shinoda llegan con un disco, “One More Light”, a ser presentado inmediatamente después del show en Lima: el 19 de mayo. Séptimo álbum de estudio. Su primer single es “Heavy”, cuya impronta a lo Enrique Iglesias ya no sorprende en un colectivo capaz de convocar a Kiiara.
Entradas inmediatamente agotadas, multiplatinos, Grammys, Billboards, millones de discos vendidos y millones de dólares embolsillados: el asunto devino en tanto heavy sin peso que tenía que terminar con una socialité del electropop y el trap rap. Estamos a años luz de Meteora o Hybrid Theory, claro, pero eso es lo que reclama la tribu “intermetalera”. Tiempos del despliegue escenográfico customizado, del line up ecléctico que colisiona con la coherencia. Ideal para 'millennials' que tuvieron su Altamont en Rome. La generación Napster está quemando cromo.
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Lugar: Estadio Nacional de Lima. Dirección: calle José Díaz s/n, Lima. Horario: jueves 11 de mayo, 9 p.m. Entradas: S/133, en Teleticket.
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