Podríamos decir que no salió la luna para que el “Sol” se apodere de la noche limeña. Podríamos también decir que a veces, solo a veces, de noche también sale el “Sol”; Podríamos, pero no. Así vivimos el concierto de Luis Miguel en el Jockey Club.
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Anoche, mientras el reloj marcaba las 9 p.m. y la impaciencia se apoderaba de los asistentes al Jockey Club, las dudas volvían a aparecer, y los rumores se esparcían otra vez: que si vendrá el doble, que si se presentará, en qué estado cantará, que si olvidará las letras. Y es así, ante tanto mito (entra cosas ciertas y varias otras que no tanto) es mejor salir -así sea tarde- y afrontarlo. Y así fue.
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Casi a las 9:40 de la noche, todas las luces que iluminaban el Jockey Club se apagaron para -luego de gritos ensordecedores- darle paso a la salida de Luis Miguel, el “Sol de México”, quien volvió al Perú tras una ausencia de poco más de 5 años.
Tras la entrada de su banda, el mexicano apareció para cantar “Si te vas”, tema que le ha dado inicio a casi la totalidad de fechas de su tour “México por Siempre”, que lo ha llevado por distintas partes Estados Unidos, México, Argentina, Chile y ahora Perú. A esta le sigue “Tan solo tú”. Otro tema en el que ‘Luismi’ demuestra su poderoso registro vocal y un desborde de energía que llama la atención, por sus pasos y movimientos en el escenario.
En “Amor, amor, amor” comienza la parte extraña para algunos. La forma de cantar de Luis Miguel es distinta, como si bajara las revoluciones, entra tarde a las líneas de la canción, deja que en ciertas partes sea el público quien continúe con el show cantando, y así. Sin embargo, al ser uno de los temas más esperados por los asistentes al Jockey Club todo pasa desapercibido.
En “Suave” vuelve a pasar algo similar. Es más la banda y el público sosteniendo la canción que el mismo artista. Aún así, los gritos ensordecedores se apoderan del Jockey Club al término de cada canción. Más aún cuando el que viene es un tema muy conocido.
“Por debajo de la mesa” y “No sé tú” continúan con la misma dinámica de las últimas canciones. Esta vez Luis Miguel sentado en un banco colocado en el escenario canta con la ayuda de sus fans. Rosas blancas, una bebida que de vez en cuando toma el astro mexicano y toallas blancas e impecables destacan en la mesa que está al lado del cantante, quien ahora se toma un tiempo para aplaudir y reconocer al público limeño.
Son 20 mil las personas que han abarrotado el Jockey Club, de hecho, poco después de ponerse a la venta las entradas, ya aparecía el cartel de ‘sold out’, todas las localidades agotadas, lo cual demuestra que el fervor por el “Sol” de México continúa latente. Así se percibe durante el desarrollo de su concierto también, donde pasan a un segundo plano cómo cantó, quién la cantó (si él, sus coristas o el público) y todos esos detalles.
El setlist que es bastante amplio permite escuchar también temas como “Un hombre busca una mujer”, “Culpable o no” y “Te necesito”. Este estilo de Luis Miguel, de hacer pausas prolongadas, de salir y volver al escenario por ratos, de callarse para que el público cante, ¿realmente está permitido solo porque quien lo pregona es el mexicano? Es decir, a otro artista, ¿el público le perdonaría todo eso? Creemos que no. Pero es Luis Miguel pues, y la cara bonita, la imponencia del artista y su figura (lo que queda de ella) hace que varios pasen por alto muchos detalles.
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Un medley de temas como “Más allá de todo”, “Fría como el viento”, “Tengo todo excepto a ti” y la esperadísima “Entrégate”, suenan en versiones cortas, pero aún así reciben la aprobación del público, quien no deja de cantar cada tema, como si tuvieran que asumir lo que el artista no entrega, valga la analogía. Al finalizar el tema, las luces se apagan y todo queda en silencio.
Tras una pausa de tres minutos, Luis Miguel vuelve al escenario. No interactúa el mexicano, más allá de ademanes de señalar a su público, tocar una guitarra imaginaria y arengar a sus músicos. También por ratos pide aplausos y el público capta el mensaje, que no necesita lenguaje vocal para entender a su artista.
Ahora es el turno de “Hasta que me olvides”, quizá -junto a los dos que abrieron el show- uno de los temas en los que mejor se desenvolvió Luis Miguel, cantando casi la totalidad de la canción. Otro medley nos llevaría hacia “La incondicional”, que sonó también en una versión reducida en su duración original.
La parte más emotiva del show llegó con el tema “Tú y yo”, de larga duración gracias a la banda del mexicano, quien ahora, sentado en un banco, contempla a su público conmovido casi hasta las lágrimas. Los asistentes al Jockey Club reconocen este gesto con aplausos que no tienen fin.
Un solo de piano nos condujo por “La barca” y “Contigo en la distancia” e “Historia de un amor”. El show va llegando a su fin con un último medley. En “Será que no me amas” Luis Miguel le habló a su público: “Vamos, vamos, ya nos vamos Lima. ¡Arriba Peru, arriba!”, para que la gente lo acompañe en la interpretación de sus últimos temas.
Así llegó el cierre con “Decídete”, “Ahora te puedes marchar” (la más bailada de la noche), “Isabel” y “Cuando calienta el sol”, que le puso fin al esperado reencuentro del “Sol” de México con su público peruano.
Es extraño, pero mucha gente pretende que alguien de 48 (cumplirá 49 en abril próximo) cante como si tuviera 23, con los mismos altos, falsetes y potencia de voz de antaño. Parece mucho pedir, y, realmente, pasaron 25 años, no se puede volver el tiempo atrás. Tal vez el estilo de vida del mexicano es hoy lo que le pasa factura a la hora de sus presentaciones en vivo. Luis Miguel hoy hace un show en el que repasa, con una muy buena selección de temas, una trayectoria musical histórica, muy larga y que data de varios años atrás.
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Pero algo en lo que se podría mejorar, es quizá en reducir el setlist (el concierto duró alrededor de 2 horas con 15 minutos), elegir mejor los temas y con esto darles mejor interpretación. Para que el público no sienta que vino a un karaoke muy caro. Pero claro, esto es lo que nosotros sugerimos, no lo que Luis Miguel va a hacer.
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