Pacho Hurtado, el imitador peruano de Héctor Lavoe, falleció esta madrugada a causa de un paro cardíaco. A continuación lo recordamos con este perfil publicado originalmente el 27 de junio del 2010.
PEDRO CANELO
El día de su suerte, Pacho Hurtado estaba sentado en una mesa de un disco-bar de Miraflores. Era una noche de verano del 2003 pero él se sentía muy fresco bajo la gracia de un vaso de whisky que bailaba junto a él. Bajo la sombra de sus lentes redondos y ahumados, Pacho miraba el show de la banda Sonido Latino hasta que Hugo Abele, mánager del grupo e hijo del hombre que trajo a Héctor Lavoe a Lima en 1987, se le acercó para pedirle escribir la mejor de las primicias en un periódico de ayer. Pacho Hurtado era Héctor (y viceversa). Desde ese encuentro, Hurtado y Abele caminan abrazados hacia los escenarios para ofrecer lo mejor del repertorio.
Este martes se cumplen 17 años de la muerte del cantante de los cantantes, pero Pacho Hurtado se ha entregado a la dulce condena de entregarle un poco de vida a lo que muerto está. “A la gente le he concedido el deseo de ver envejecer a su ídolo. Ese soy yo, Lavoe después de los 50”, dice Hurtado, mientras enciende uno de sus cientos de DVD con música del Jibarito de Ponce. Son las diez de la noche del último viernes de junio y la pantalla de 20 pulgadas se ha convertido en un espejo animado. El músico chalaco sube el volumen y comienza a interpretar “Ausencia” a dúo con Lavoe. Las voces, por idénticas, se pierden en un solo canto. Falta una hora para el concierto pero sus amigos de la orquesta ya le han dicho que el local está lleno. Que todos quieren verlo llegar. “No importa tu ausencia, te sigo esperando”.
Él también es un cantante, pero sobre todo es un humano cualquiera. Jorge Hurtado Riofrío (Pacho) es un comunicador y artista plástico que comenzó con su homenaje itinerante hace casi siete años. El rey de la puntualidad no quiso llegar temprano. “Hay que generar expectativa”, decía Lavoe. Desde que Hurtado cantó en una fiesta familiar “Qué lío” hasta su primera presentación en el Jazz Zone de Miraflores pasaron casi 30 años. En los seis años que estudió en la Escuela de Bellas Artes, Pacho Hurtado aprendió a dibujar rostros con la precisión de un creador divino. Cuando lo encontró en un disco-bar de Miraflores, Hugo Abele lo invitó a hacer su mejor retrato: Héctor Lavoe de un solo trazo.
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La primera vez que Pacho Hurtado escuchó a Héctor Lavoe no sabía que se parecía tanto a él. “Era la época en la que los discos llegaban por el puerto del Callao. Yo soy de Santa Marina”, recuerda. Recién cuando el hermano de su actual esposa llegó de Nueva York y le contó que había llevado en taxi a la mejor voz salsera de todos los tiempos supo que él era Héctor. “Es igualito”, comentó en voz baja el cuñado. El cabello semiondulado y las bolsas en los ojos inocultables a pesar de los lentes opacos, redondos y enormes. A finales de los años sesenta fueron pequeños conciertos en su barrio, tres décadas después Pacho Hurtado se presentó en locales de Nueva York junto a la Orquesta de la Gente, que había pasado casi 20 años sin tocar canciones de Lavoe. En uno de los conciertos se apareció una ex novia de Lavoe. Cuando Hurtado terminó de cantar tuvieron que sacar a la mujer del salón. Estaba ebria y llorando.
A Héctor Lavoe se lo llevaron al cielo vestido con un traje idéntico al que usa Pacho Hurtado esta noche. Un saco blanco, una rosa roja y un rosario en la mano. “Todo tiene su final, un día esto se acaba”, canta inspirado con la voz, con Lavoe. Hugo Abele le ha pedido muchas veces que no renuncie, pero Hurtado quiere irse porque nada dura para siempre. “Pero no puedo, el personaje me ha atrapado. Es un tema espiritual”, dice y comienza sus oraciones a las siete potencias africanas. El presentador del Jazz Zone ya lo anunció.
El 28 de junio de 1993, Héctor Juan Pérez Martínez (Lavoe) se había despertado de muy buen humor. Sus amigos subieron una caja de cerveza al cuarto de hospital. En la radio sonaba “Amores como el nuestro” de Jerry Rivera y Lavoe después de cantarla sentenció: “Me gusta este chamaquito”. Dicen los amigos del “hombre que respiraba bajo el agua” que junto con las cervezas se llevaron otras sustancias al cuarto. Héctor Lavoe estaba hinchado, usaba pañales desechables y parecía que tenía 70 años. Al día siguiente, sufrió un infarto y en el hospital Saint Claire de Manhattan se fue como el campeón mundial que dio su vida por llegar. Han pasado 17 años y Pacho Hurtado pide permiso para cantarlo. La gente lo mira con un ojo abierto para verlo y el otro cerrado para resucitar a Lavoe. Suena “El cantante”. Otra vez la tierra va a temblar.