“Todo se vatodo tiende a pasarpor el tiempo que nos señalanpara ver que al final del viajetodo vuelve para comenzar”
Esta estrofa perfecta pertenece a “Nostalgias”, del disco “Días de Gloria”, una de las primeras y más bellas canciones con las que Pablo Milanés se reencuentra con sus seguidores en Lima. El cubano entra en escena de negro, con 72 años y un riñón nuevo que le ha donado su esposa Nancy. Sin embargo, su poderosa voz y sus líricas letras suenan nuevas, frescas, intactas. Su melodía penetra los oídos, la piel y el corazón de un público que ha llegado con la necesidad de escucharlo en esa caja de resonancia que es el Gran Teatro Nacional.
Milanés ha perdido el pelo. Atrás ha quedado su look afro, pero aún trabaja como un veinteañero. “Los jóvenes son mi futuro”, dijo antes de llegar al Perú. En este 2015 ha tocado en España, Inglaterra y México, ha ofrecido 20 conciertos y algunos de ellos seguidos, sin descanso. Anteayer tocó en Santiago, ayer en Lima. Renacimiento --el título de su gira y de su más reciente disco-- le queda perfecto.
“Es un renacimiento discográfico tras cinco años sin publicar, y por otro lado, hace mención a géneros cubanos que quiero recuperar y que tienen como base la música del Renacimiento y del Barroco, fundamentales en mi obra”, señala. El intento por reivindicar y explorar los géneros musicales ha definido sus 50 años de carrera. Pablo Milanés ha publicado 43 discos con distintos ritmos que van desde el son cubano y la guajira hasta la canción de protesta. Además formó parte del Grupo de Experimentación Sonora en los años 60. En consecuencia, con esa búsqueda, a mitad del concierto en Lima, quien es, junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola, el padre de la Nueva trova cubana, sorprende con la adaptación al guagancó --un género popular cubano-- de su tema “El tiempo, el implacable, el que pasó”.
“Siempre una huella tristenos dejóque violento cimientose forjóllevaremos su marca imborrable”
Pablo Milanés estuvo bien acompañado por seis músicos en el escenario. (Fotos: Edgard Lescano)
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El público pide ahora sus canciones favoritas. Aplaude. Se impacienta. El trovador abre los brazos. Asiente con la cabeza. Se suelta. Milanés es sinónimo de utopía y de protesta, de filosofía y poesía, pero sobre todo de amor. “Amor de otoño” y “El Otoño del amor”, dos temas de su nuevo disco que tocó al inicio del concierto, han sido insuficientes. El violín suena ahora como un perfecto preludio. Allí llega Yolanda.
“Cuando te vi sabía que era ciertoeste temor de hallarme descubiertotú me desnudas con siete razonesme abres el pecho siempre que me colmasde amoresde amoreseternamente de amores”
“Generalmente los artistas componen, pintan, escriben en situaciones difíciles, de desgarro, aunque la musa (y el oficio) se puede aplicar a momentos más exultantes (alegres)”, opina Milanés.
De esa duda, de esa tensión entre amor y desamor, parece nacer un torrente creativo que lo ha convertido en uno de los más grandes cantautores en idioma español. Si “Yolanda” es una expresión del amor en júbilo, “El breve espacio en que no estás” y “Para vivir” son una oda a la ausencia, a la nostalgia, a la pérdida.
“Todavía quedan restos de humedad,sus olores llenan ya mi soledad,en la cama su siluetase dibuja cual promesade llenar el breve espacio en que no estás”
El público del Gran Teatro Nacional ovacionó de pie al cantautor cubano. (Fotos: Edgard Lescano)
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Sigue un falso final y un tema más, “Amo esa isla”, donde se lucen sus músicos con solos instrumentales. El público de pie; Milanés agradece desde su silla ubicada al centro del escenario. En una de sus letras dice que “el amor cambia”, “que no lo refleja como antes”. Con sus aplausos, el público opina lo contrario. Quiere declararle quizás: Pablo querido, el amor en tu voz sonará siempre como una melodía que regresa a los oídos, como suena esta música de lluvia en esta noche de Lima.