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El salón de una vieja casona en Lima. Una anciana matrona duerme frente a un televisor encendido y por los diálogos sabemos que está viendo una telenovela. Sí, uno de esos melodramas retorcidos en los que nadie es quien aparenta y aparecen hijos extraviados en el pasado para alegría y tristeza de los protagonistas. Un mundo más grande que la vida… ¿o no? Nada más alejado de la realidad que pensar que esas historias tremendas no tienen un ápice de verdad porque, como sucede en “El té de las 5”, desde el momento en que la anciana se despierta, su vida alcanzará los mismos niveles de disparatado dramatismo. Por supuesto, bajo la apariencia de la comedia social escrita por la brasileña Regiana Antonini.
Dirigida y protagonizada por Osvaldo Cattone, la obra tiene la manufactura que tanto éxito le ha dado al teatro Marsano. Una comedia capaz de congregar a un público muy amplio para pasar un buen momento, soltar las carcajadas y sentirse tocados por los efímeros momentos dramáticos. Sin embargo, en esta oportunidad el efecto del texto a través de la adaptación tiene un sabor a sátira y también de homenaje al mundo de las telenovelas, en un ciclo inevitable que comienza en la vida misma para pasar al televisor y de allí al escenario.
¿Dónde comienza uno y termina el otro? Difícil decirlo. Pero son justamente las situaciones más extremas de “El té de las 5” las que se parecen más al mundo real. La historia gira en torno a esta familia venida a menos en la que imperan los viejos convencionalismos sociales. La madre, las hijas, las nietas, la amiga y la empleada del hogar enfrentadas unas a las otras, conformando alianzas temporales y ocupadas cada una en sí misma.
No conozco el texto original de Antonini, pero sin duda se trata de una versión que va más allá de la traducción. Porque la acción se desarrolla en una casona de la avenida Salaverry en la Lima contemporánea, y los diálogos, tal como los escuchamos en escena, tienen un sabor decididamente local. Es algo que engancha de inmediato a una audiencia que sigue con emoción el desarrollo de la obra. En este punto, las producciones del Marsano han conseguido una identidad que las conecta con su público habitual. Desde la aparición de cada actor, que es recibido con aplausos de bienvenida, hasta la caída final del telón.
“El té de las 5” reúne a un conocido grupo de actrices alrededor de Osvaldo Cattone, quien asume el papel de doña Rosa, la matriarca del alicaído clan, con mucho humor. Pero lo hace sin amaneramientos ni imitando a una mujer. Su doña Rosa es Cattone de los pies a la cabeza, con naturalidad y sencillez por un lado, y también con exabruptos inesperados, tremendismo, dominio de escena y control de la situación. Así, se apodera del show desde su silla de ruedas.
El resto del elenco lo encabeza una contundente Martha Figueroa, con mucho aplomo en la entrega de un personaje severo. Se conduce con un control emocional que beneficia su interpretación y le confiere solidez incluso en las escenas menos logradas, como cuando está a solas con una Marisol Aguirre que debería concentrarse más en su dicción. Pero lo más interesante de la participación de las demás actrices es que cada una se permite ser quien es. Ahí tenemos a una Claudia Dammert que parece disfrutar tanto como la platea misma, o a una Sonia Oquendo que hace una entrada triunfal para delicia de sus admiradores.
“El té de las 5” reinterpreta el mundo del melodrama enlatado y consigue una comedia que seguramente será la delicia de su público.
MÁS DATOS
Dramaturga: Regiana Antonini.
Dirección: Osvaldo Cattone.
En Teatro Marsano (General Suárez 409, Miraflores). De mié. a dom., 8 p.m. Entradas: Teleticket (S/80 y S/35. Los miércoles hay 2 x 1 )