Tal parece que Jordi Galcerán se ha convertido en algún tipo de gurú de la dramaturgia contemporánea en español (y catalán). Sin duda se debe al tremendo éxito de “El método Grönholm” (2003), convertido en un fenómeno internacional que incluyó a nuestra capital. Allí mostraba con cierto ingenio y buena verborrea la falta de humanidad de la empresa moderna a la hora de contratar empleados. El principal logro de la obra residía en la precisión mecánica para plantear intriga, arrancar risas y despertar sospechas. Un libreto muy trabajado en ese aspecto, aunque poco revelador y sin ninguna novedad que ofrecer sobre la deshumanización de la sociedad occidental.
Ahora es el turno de “El crédito” (2013), su más reciente creación, que llega a nuestra cartelera bajo la dirección de Ricardo Morán, con la actuación de Sergio Galliani y Carlos Carlín, en el teatro Pirandello. Una eficiente realización de Los Productores. Y digo eficiente porque en términos de producción, la obra mantiene el nivel al que nos tiene acostumbrados la compañía.
Pero más allá de los valores de producción encontramos una pieza irónica que nunca termina de aterrizar. No importa si la obra intenta satirizar el sistema hipotecario, sobre los roles que cumplen los individuos en la sociedad o, incluso, cuestionar las bases fundamentales del matrimonio. Tal como se desprende del texto de Galcerán y del montaje de Morán, lo que tenemos es un show de la palabra en el que los personajes intercambian posiciones de acuerdo con los movimientos del libreto, nunca siguiendo verdaderas motivaciones de los personajes. Visto así el asunto resulta superficial y bastante trivial. Si la intención del director es arrancar risas y permitirle al espectador pasar un buen rato, me imagino que la obra cumple su misión. Pero si atendemos al talento involucrado, el resultado no convence en ningún nivel.
Si me preguntaran qué pienso de Sergio Galliani y Carlos Carlín como actores, no dudaría en señalar que se encuentran entre los mejores comediantes de nuestro medio. Galliani es un actor incluso que puede ir más allá de la etiqueta. Es un intérprete muy físico, acostumbrado a trabajar con todo el cuerpo, y con un dominio total del escenario. Tal vez su mejor trabajo en esta vena lo haya realizado en “Extras” (2010). En cuanto a Carlín, es sin duda un showman. Una de esas personalidades que no necesitan de una puesta en escena complicada para ser el centro de atracción. Y cuando se entrega a un papel puede lograr notas sublimes, como en la reposición de “La jaula de las locas” (2014).
Sin embargo, en “El crédito” no encuentro esos niveles de interpretación. Pues aunque los actores resultan divertidos y se lanzan con valentía a esa maratón verbal, no consiguen despertar nuestra admiración como en otras ocasiones. Carlín luce bastante más cuajado en el papel de Antonio, tal vez porque se trata de un personaje diferente a todos los que le hemos visto interpretar últimamente. Es persuasivo frente a la platea y, pese a lo que se podría esperar en un personaje como este, el histrionismo nunca se desborda y luce real.
En cuanto a Galliani en el papel del director del banco, no es que esté mal. El problema es que solo vemos a Miguel Ignacio de las Casas. Es como si se tratara de un episodio prolongado de “Al fondo hay sitio” en el que su personaje se ve metido en la trama que esta obra plantea. Alguien dijo alguna vez que el éxito en televisión era la tumba de los actores. No quisiera pensar en esto ahora, pero me da la sensación de que Galliani está atrapado en un personaje. Ignoro si quiere salir de él o si Morán recurre a ello para atraer al público. Pero habría sido más interesante replantear la caracterización. O invertir los roles de los actores.