El teatro musical en Lima exhibe un auge en los últimos años que llegó a uno de sus picos en el 2014. Es el género teatral que, al ofrecer espectáculo visual, música y baile ejecutados en vivo, atrae más amplios y numerosos públicos que cualquier otro, dispuestos a pagar boletos de precios por encima del promedio. Hay productoras que se han especializado en este segmento, proveyendo a la cartelera de la ciudad de obras de lograda factura que gozaron del favor del mercado: a los musicales del Marsano, JV Producciones, Plan 9 y Los Productores se han sumado en esta década los de Tondero que se diseñan con una gestión comercial de gran envergadura. Sin embargo, la productora más representativa de este género por su constancia, la calidad de sus productos y su posicionamiento en el mercado es Preludio, pronta a cumplir 20 años de trabajo y casi 30 montajes. Si revisamos su listado histórico notaremos una vocación filial con las comedias musicales de Broadway que, como en la mayoría de productoras mencionadas, se esfuerzan por componer creaciones de probado éxito en las grandes plazas del mundo, con las pocas adecuaciones que les permite cada franquicia. Consiguiendo, eso sí, resultados muy disfrutables.
Esta vez, sin embargo, Denisse Dibós, productora general de Preludio y una de nuestras más emblemáticas artistas del género, venció esas dudas que le hacían pensar que “todavía no estaban listos, que tenían aún que aprender de los maestros del teatro musical, de sus formatos, de sus maneras de narrar historias con música y coreografía, que faltaba madurar como productores y directores del género…”, y lanzó a su equipo artístico a crear un espectáculo con idea original. Eligió, a partir de un deseo que venía germinando en el seno familiar, un homenaje a una representante de una de las identidades de nuestra ciudad: Chabuca Granda. Con la cercana colaboración de la hija de esta, Teresa Füller, y el trabajo de un enorme equipo de directores creativos, arreglistas, músicos, cantantes, actores y bailarines se ha reestrenado en versión actualizada el espectáculo “Déjame que te cuente”, que toma el verso icónico de “La flor de la canela” como título (como hicieran otros espectáculos de menor formato, también).
El título, además de conectarnos con la tradición del conocido vals limeño, anuncia que la obra pretende ser una oportunidad de relatarnos la biografía musical de nuestra compositora. Sin embargo, su director y guionista, Mateo Chiarella, expresa en el programa de mano que después de investigar intensamente decidió renunciar a contar una historia porque ninguna podía “abrir tan claramente un surco en nuestro corazón como escuchar sus propios sonidos y palabras”. Efectivamente, el hilo de la obra es sostenido por una voz que más que narrar, presenta, anuncia las escenas, eligiendo a veces la tercera persona y, en otras, la primera. Así, se despliegan dos actos en los que se ejecutan veinte canciones y coreografías, consiguiendo altos niveles artísticos varias de ellas. Por ejemplo, la de “Zeñó Manué”, donde el ensamble de baile desarrolla una secuencia codificada que parte de la acción del mecanografiado y que va progresando con sincronía creciente hasta componer uno de los momentos artísticamente más impactantes para los sentidos. Es evidente que esta escena –como otras– ha sido optimizada desde el germen que fue en la versión del año anterior, lo que habla de una obra viva, capaz de recrearse, de probar, de arriesgar, de mejorarse. Lo mismo con la escena de “Fina estampa”, donde se ha potenciado la participación de Laly Guimarey, quien no solo canta bien, sino, sobre todo, interpreta con pasión, preocupada no solo por la nota vocal, sino por transmitir lo que encarna el personaje y el momento, que es lo esperable de todo artista en una obra musical. En cuanto a las interpretaciones de canto, también Natalia Salas está sobresaliente en esta versión. En el caso de las interpretaciones de baile, habrá que mencionar a los varones: Juan Pablo Lostanau bailaba un “José Antonio” de poncho y pañuelo que parecía insuperable por su capacidad para fundir temas vernaculares con movimientos pulcros de danza artística. Sin embargo, esta versión nos descubre a un Daniel Vásquez, quien cumple muy bien, aunque más en el dominio del baile típico que es su especialidad. Raúl Romero se luce también, especialmente en “Coplas a Fray Martín”, lo mismo que Oreykel Hidalgo en el “Gallo camarón”.
Harold Clurman señala que la comedia musical es algo sobre lo que no cabe mucha discusión, sino solamente disfrutarla. Si le hiciéramos caso, podríamos suspender nuestra extrañeza por algunos momentos no del todo justificados ni integrados a la poética de la obra, pero aceptar que sin duda este espectáculo satisface y, como comprobamos en cada función, hace emocionar a vastos públicos.
Dirección: Mateo Chiarella. Elenco: Denisse Dibós, Marco Zunino, Emilia Drago, Natalia Salas. Lugar: Teatro Municipal de Lima (Jr. Ica 377, Lima). Entradas: Teleticket.Calificación: ★★★★